Algunos de mis amigos están estos días decaídos, desanimados y, por qué no decirlo, derrotados. Los resultados de las elecciones europeas, las municipales y autonómicas en el Estado español les han dado de bruces con la realidad, una realidad que sólo ellos no veían. Hace cinco años hablaron de asaltar los cielos y lo único que hicieron fue asaltar los sillones: se desdijeron en todo, desmovilizaron y, a pesar de todas sus renuncias, de todas sus muestras de servilismo, la bofetada es de las que hacen época. Y no lo asumen. De nada les ha servido vestirse de lagarterana (para quienes lo leáis desde otras latitudes: es una expresión típica castellana que significa disfrazarse y con mucha ostentación, algo recargado), las máscaras ya no ocultan nada y sólo quedan las flores marchitas. El caso de la alcaldía de Barcelona es el más evidente y la antigua flor de allí se ha convertido en un adorno de plástico. Decorativo, pero inofensivo, sin color, sin brillo y sin olor.
La tónica en el Estado español es la misma en toda Europa. En aquellos lugares donde las formaciones «progres» han gobernado, el descenso es espectacular. No sólo el caso de Grecia, sino sobre todo en Portugal. Aquí el Partido Comunista, que ha estado apoyando al gobierno socialdemócrata, ha perdido ni más ni menos que la mitad de su representación. Ser alabado por los medios de propaganda, ser considerado «responsable» por el sistema es el mejor indicativo de que algo estás haciendo mal. Los errores se pagan, desde luego, porque entre el original y la copia, la gente prefiere el original.
Sin embargo, sí hay un sitio donde las copias lagarteranas son irrelevantes y lo original hace brotar las flores, hace crecer con fuerza las flores y más: ya arraigan los árboles. Un sitio donde todavía se resiste al invasor. No, no es la Galia (Francia, rememorando mi juventud con Asterix), donde la táctica dubitativa con los «chalecos amarillos» también ha hundido a La Francia Insumisa (una especie de Unidas Podemos). Ese sitio es Bélgica. Ya os lo anuncié hace seis o siete meses y los resultados ahora lo confirman.
El Partido del Trabajo de Bélgica ha subido, otra vez, rompiendo aún más los techos anteriores. Y, al contrario que en otros lugares, los verdes, mal llamados «ecologistas» -también alabados y jaleados desde los medios de propaganda del sistema-, se han situado en muchos lugares detrás del Partido del Trabajo. De ellos sí hemos oído hablar, del PTB ni una palabra. Como tampoco hemos oído hablar del Partido de los Trabajadores Progresistas de Chipre (comunista), que también ha logrado un resultado muy bueno, ni más ni menos que el 27’49%, subiendo un poco más de dos puntos. Pero me voy a centrar en Bélgica por su relevancia, por ser el país donde se asienta el poder plutocrático de la moribunda Unión Europea.
Siguiendo las referencias que os di en la entrega que os menciono más arriba, el PTB ha logrado unos resultados espectaculares: en Anderlecht en 2014 tenía el 3’34% y ahora está en el 17’63%; en Bruselas ha pasado del 4’27% al 16’38%, en Charleroi del 8’71% al 22’01%, en Flameries del 4’95% al 17’55%, en Lens del 2’77% al 9’16%, en Liege del 11’49% al 19’10%… y así sucesivamente.
El ascenso es general en las elecciones europeas, en las regionales y en las federales aunque todavía hay una significativa diferencia entre Valonia y la región de Bruselas, donde el ascenso en el cómputo global de las tres convocatorias ha sido del 8’32% y del 8’44%, respectivamente, y Flandes, donde es mucho más matizado con una subida del 2’80%.
Lo interesante del caso es que ahora ha sido un ascenso en todas las circunscripciones de Valonia, de la región de Bruselas y de Flandes. No hay ni una sola localidad donde no haya subido (el porcentaje más pequeño ha sido en la ciudad flamenca de Hoogstraten con un ascenso del 1’86%). Eso significa que el PTB se convierte en el partido de referencia de la izquierda europea, muy por encima de cualquier otro. Y lo ha hecho sin vestirse de lagarterana, lo ha hecho yendo de frente, con su nombre, con sus siglas, con sus emblemas. Un PTB que se proclama abiertamente marxista-leninista, que proclama un Socialismo 2.0 y que sigue hablando de la necesidad de combatir la explotación del hombre por el hombre. Un partido que se define a sí mismo como «de principios» y entre ellos está «el marxismo en acción».
Sus resultados lo avalan, desde luego. Ningún parecido con otras formaciones que dicen que si pueden, que si insumisas, que si más, que si menos, que si comunes, que si mareas, que si reflujos… El PTB no reniega de nada, se reafirma. Y ahí está, este sí, en pie de lucha.
Y como no me he podido contener, y dado que hace tiempo que no pongo música, aquí tenéis una curiosa versión de un clásico del inolvidable Pete Seeger. Es un tema antimilitarista pero que se puede aplicar también a toda esa gente que se dijeron flores hace cinco años, que se han marchitado muy rápidamente y que, además, se niegan a comprender. Como mis amigos.
El Lince