Artículo Original: Colonel Cassad
Todo lo que ha ocurrido en la Ucrania post-Maidan desde la primavera de 2014 se puede y se debe calificar de guerra civil. ¿Qué implica esencialmente ese concepto? Si acudimos a las fuentes académicas, queda claro que una guerra civil es simplemente una “confrontación armada a gran escala entre grupos organizados dentro de un Estado o, en menor medida, entre naciones que han sido parte de un mismo Estado unificado”.
Lo ocurrido en Ucrania encaja claramente en la primera definición, sea cual sea el ángulo desde el que se observe lo ocurrido en el sudeste del país en 2014. Por una parte, todo lo ocurrido en Donbass es una “confrontación armada entre grupos organizados dentro de un Estado”. Al menos es así como empezó. Por otra parte, se puede hablar también de “confrontación entre naciones”, ya que la población de Donbass se rebeló en un primer momento como respuesta a los intentos de destruir su identidad nacional.
Pero Kiev ha evitado llamar al conflicto en Donbass guerra civil escudándose primero en que luchaba una mítica batalla contra el terrorismo y después heroicamente rechazando la “agresión rusa”. En el caso de Kiev, todo está claro, pero ¿por qué los cientos de observadores de las organizaciones internacionales que han acudido a la zona no hablan del conflicto como una guerra civil? Es una pregunta difícil. Aunque la postura europea ya no es tan clara y hay quienes llaman a las cosas por su nombre.
El secretario de la oficina del primer ministro de Hungría, Tristan Azbey, habló de “la crisis de la guerra civil en Ucrania” refiriéndose a la situación en Donbass. Tal calificativo no pasó desapercibido. Inmediatamente después de las declaraciones del representante de Hungría, Kiev afirmó que las declaraciones eran inaceptables y el Ministerio de Asuntos Exteriores llamó a consultas a la agregada de la embajada de Hungría para expresar sus protestas.
Concretamente, Kiev afirma que es “categóricamente inadmisible” una situación en la que “oficiales de alto rango de un país vecino llamen a la agresión continuada de Rusia contra Ucrania desde 2024 una guerra civil”. En una especie de ultimátum, se ha dado a entender a Hungría que, como miembro de la OTAN y de la UE, tiene que adherirse a la posición oficial sobre la “agresión rusa” en lo que respecta a Ucrania. Ahí tienes, como se suele decir, “ojo con lo que dices, Azbey”.
Pese a que se ha desmontado cientos de veces, el mito de la agresión rusa está firmemente establecido como base de la agenda de política exterior de Ucrania. No hay guerra civil, en estos cinco años Ucrania ha luchado heroicamente rechazando las ofensivas de las tropas rusas que cínicamente se apresuraban hacia Kiev. Esta versión es útil para dos. Occidente puede “castigar” activamente a Rusia por su violación de la integridad territorial de un Estado independiente con todo tipo de sanciones, Ucrania continúa en su camino hacia la UE y Estados Unidos prepara al país para su acceso a la OTAN, no inmediatamente, pero sí en un futuro a medio plazo.
Sin embargo, todos ellos saben hace mucho tiempo que la operación punitiva de Kiev contra las ciudades de las regiones de Donetsk y Lugansk no puede calificarse de ninguna manera como un acto “contra la agresión rusa”. Cualquier persona que pase por la calle comprende que no hay agresión en un territorio “ocupado” sin tropas del Estado agresor en el territorio. Y teniendo en cuenta que, durante cinco largos años, los políticos y militares ucranianos han sido incapaces de probar la presencia de unidades regulares del Ejército Ruso en los “territorios temporalmente ocupados”, este mito hace tiempo que se ha agotado y es hora de llamar a la guerra una guerra civil.
¿Por qué Kiev teme esas palabras? Es muy sencillo. En primer lugar, un conflicto armado de ese tipo automáticamente cerraría a Ucrania las puertas de la OTAN y suspendería el proceso de integración europea iniciado en 2014. Eso sería un suicidio político para las autoridades del país, ya que en Maidan murieron “los mejores hijos de Ucrania” por el bien del “brillante futuro europeo”. Probablemente también habría que decir adiós a potenciales inversores, a los que se espera para intentar mejorar la economía del país. Muchos están dispuestos a invertir en el país de la mítica “agresión rusa”, pero sería otra cosa invertir ante los riesgos que supone una guerra civil. Puede resultar que has apostado por el lado equivocado y que tu dinero va a parar al “fondo por la paz”.
Es por eso por lo que el Gobierno ucraniano se aferra a un vago concepto para intentar ocultar la esencia de lo que está ocurriendo en el sudeste y para desviar la atención de la comunidad internacional hacia Rusia, a la que ya se ha designado culpable de todo lo que ocurre en Donbass. Pero nadie puede ocultar la realidad. Ahora ha sido Hungría quien ha hablado de “la crisis por la guerra civil en Ucrania”, mañana será alguien más de otro Estado miembro de la Unión Europea. Antes o después, los mitos desaparecen. Antes o después, todos tienen que responder de sus actos.
Por supuesto, el Gobierno ucraniano no va a aceptar oficialmente la existencia de una guerra civil, ya que eso destruiría todo el relato de Euromaidan y haría surgir la cuestión de la responsabilidad de quienes la empezaron. Las declaraciones de personas como Kolomoisky, que afirmó que debe parar la guerra civil, solo reflejan su intento de provecharse de la situación. Evidentemente tampoco quieren responder de sus actos.