Chivos expiatorios.

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El 29 de diciembre de 2019, en el intercambio de prisioneros de guerra entre las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y Ucrania, además de liberar a conocidos presos políticos, ha llamado la atención la puesta en libertad de varios exmiembros de las fuerzas especiales Berkut acusados de participar en los asesinatos de Maidan en el invierno de 2014.

Con la idea de imponer la versión de que fueron los Berkut, con órdenes de Yanukovich, quienes dispararon contra los manifestantes de Euromaidan, la persecución de sus miembros se incrementó progresivamente desde esa primavera de 2014 y llegó hasta el ridículo punto en que los soldados que se libraron de ser culpados de los hechos de Kiev acabaron en Donbass luchando del lado del Ejército Ucraniano.

El motivo de ello es bastante trivial: la sociedad ucraniana exigía que se señalara a los responsables por los asesinatos de las “centurias celestiales”, pero la investigación no podía, como es natural, apuntar a los verdaderos organizadores como Pashinsky, Parubiy y los demás. Todo lo que les podía incriminar fue eliminado durante la investigación y la propaganda oficial siguió haciendo ruido sobre los “sangrientos asesinos Berkut” que “asesinaron a personas inocentes” por órdenes de su “malvado jefe”. En un contexto en el que las masas ucranianas han sido engañadas por la propaganda, algunos realmente se han creído que los miembros de Berkut juzgados en este caso fueron realmente quienes organizaron la sangrienta masacre de febrero de 2014 en el centro de la capital.

Pero el caso no fue a ninguna parte en el tribunal porque, aunque se puede acusar a los miembros de Berkut en la prensa, es poco realista probar su culpa a base de olvidar las pruebas relacionadas con el hotel Ukraina, los testimonios de los francotiradores georgianos y las armas. Un tribunal normal y abierto (tal y como prometió una vez Poroshenko) podría fácilmente señalar las evidentes inconsistencias de esa historia en la que Berkut y Yanukovich tienen la culpa. Así que pasaron los meses y los años y el caso de los “sanguinarios Berkut” que dispararon contra los manifestantes de Euromaidan no pudo llegar a su conclusión lógica y cada año las autoridades se veían obligadas a inventar excusa por las que el caso seguía sin completarse.

Aparentemente se reconocía que la “investigación de Euromaidan” no tenía perspectivas judiciales, de ahí la propaganda constante sobre los “sátrapas culpables”, pero la investigación nunca terminó.

Así que, cuando en 2019 se reanudaron los intercambios de prisioneros y detenidos, Rusia y las Repúblicas Populares exigieron que los miembros de Berkut fueran incluidos en las listas de intercambio junto a otros presos políticos. Para Kiev, era una salida a la situación: los Berkut serían entregados, tras lo cual se podría decir que no pueden pagar por lo que hicieron porque los pidieron los separatistas para el intercambio. Y así es imposible exigir que la investigación dé resultados. Es más, en Kiev son perfectamente conscientes de que esas personas están, como mucho, indirectamente relacionadas con los hechos de los que se les acusa y que los verdaderos culpables ocupan puestos de alto rango en el Estado ucraniano.

Pero siguen existiendo quienes realmente creyeron que esas personas son culpables. De ahí la gran campaña de propaganda contra Zelensky, que “ayuda a ocultar las pruebas del caso de Euromaidan y pone en libertad a criminales”, y los intentos de impedir que los Berkut fueran intercambiados con el bloqueo del centro de detención en el que se encontraban. En este sistema de coordenadas, en el que las “centurias celestiales” y los “héroes de Euromaidan” están en el epicentro, resulta que las autoridades han puesto en libertad a los culpables del “peor de los crímenes”. Esa fe no puede abandonarse de ninguna manera, porque si se piensa, aunque sea por un momento, que los culpables no fueron Yanukovich o Berkut sino ciertas personas concretas que se pasean en libertad y ocupan despachos de alto rango, el castillo de naipes se empieza a tambalear.

Porque, si son malvados criminales, no pueden ser puestos en libertad de ninguna manera, ya que “todos los buenos ucranianos esperan respuestas”. Y si no son tales criminales, ¿entonces quién ha sido? ¿Puede que no sea alguien que ha sido entregado a la RPD o a la RPL? Esa es la terrible elección que cada patriota consciente se debe hacer y se aferrará a la primera opción, aunque solo sea para no pensar en la posibilidad de la segunda.

En realidad, la admisión de que hay que buscar a otras personas (que además no andan muy lejos), es una forma de admitir que los “buenos e inteligentes patriotas europeos” han sido engañados durante seis años con cuentos sobre los “malvados Berkut” para tapar a los verdaderos culpables de la masacre de ciudadanos de Ucrania y de la guerra civil que se desató en el territorio de Ucrania. Durante estos seis años, se ha acusado de todos los crímenes a Berkut y a Yanukovich, que resultó no ser más que un cobarde cualquiera que no se atrevió a dar ninguna orden a los Berkut, tras lo cual “francotiradores desconocidos”, algunos con fuerte acento georgiano, entraron en el juego.

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