Los detalles del ataque con misiles balísticos iraníes del 8 de enero contra la base estadounidense de Ain al Asad comienzan a filtrarse no de fuentes militares oficiales sino a través de los supervivientes, es decir, aquellos soldados estadounidenses y de la OTAN que estaban en el lugar cuando 13 misiles iraníes balísticos, de alta precisión y supersónicos aterrizaron, como un trueno, en 20 puntos sensibles de la base estadounidense, la más grande de Oriente Medio y que cuenta con un despliegue de entre 3.000 a 3.500 soldados estadounidenses.

El miércoles, un militar estadounidense reveló nuevos detalles sobre el asalto contra los drones estadounidenses que provocó que “estos perdieran contacto con el centro de control en el momento del ataque”. Siete drones norteamericanos estaban monitoreando desde el cielo de Al Anbar la situación. Los que manejaban los drones no se habían retirado a los búnkers, pero tan pronto como comenzó el ataque, se perdió todo contacto con los aparatos. Los misiles se acercaron uno por uno al centro de mando de operaciones de drones, dijo uno de los militares, que agregó: “Los misiles golpearon nuestras conexiones de fibra que se quemaron y esto nos hizo perder el contacto con los drones. Fue un gran problema ya que los drones cuestan millones de dólares y contienen datos altamente clasificados”.

¿Pero qué pasó exactamente? De hecho, lo que el Ejército estadounidense no dice es el sutil e increíble ataque cibernético que precedió al ataque con misiles balísticos del 8 de enero. El comandante en jefe de la Fuerza Aeroespacial del CGRI, general de brigada Amir Ali Hajizadeh, habló muy vagamente sobre esto en su reciente conferencia de prensa. El general dijo que el ataque provocó que los comandantes norteamericanos perdieran “imágenes del ambiente que rodea la base, privándolos de la posibilidad de transmitir estas mismas imágenes al centro de procesamiento de datos en Estados Unidos”.

En los días previos al ataque iraní, hasta 12 drones de reconocimiento sobrevolaron el cielo de Irak y las bases estadounidenses existentes allí. Su misión era prever “un golpe iraní”. Drones MQ-9 y MQ-1C (Gray Eagel) ambos equipados con misiles aire-tierra fueron incluidos en esta vigilancia. Además, estos drones tenían la misión de atacar a la resistencia iraquí en caso de una operación de esta con misiles de superficie-superficie contra bases norteamericanas.

De hecho y simultáneamente a su ataque con misiles balísticos, el CGRI asaltó los siete drones que vigilaban a Ain al Asad con su ataque cibernético. El hecho es que los drones ya no podían identificar el tipo de misiles iraníes o la dirección a la que se dirigían. Además, también fueron privados de la capacidad de efectuar una evaluación rápida del alcance del daño causado. El ciberataque del CGRI, por lo tanto, literalmente “cegó” al Pentágono en Iraq. Todo esto no pasa desapercibido para el régimen israelí que se encuentra cara a cara con una resistencia más que nunca combativa.

El periódico israelí Times of Israel enumera las hazañas del CGRI en términos de drones y muestra una profunda preocupación por ellas: “La interceptación del dron sigiloso RQ-170, la captura de al menos un MQ-1A, la interceptación y captura de un MQ-9 Reaper y la destrucción de un MQ-4C Triton con una multitud de dispositivos de defensa cibernética… A esta lista se añade el ataque cibernético del 8 de enero que cegó por completo a los siete drones que llevaban a cabo una misión de vigilancia simultánea en una gran parte del cielo iraquí, por no decir en su totalidad. Este es el quinto éxito franco del CGRI”, dijo el periódico.

El reportaje agrega: “Este grupo de drones incluyó, entre otros, el MQ-1C Grey Eagle, drones de vigilancia avanzados que pueden volar hasta 27 horas y llevar una carga útil de hasta cuatro misiles Hellfire. El ejército de Estados Unidos, listo para hacer frente a una respuesta, creía que esta podría consistir en un asalto terrestre, por lo que mantuvo los drones en su lugar”, escribió el periódico, refiriéndose a los comentarios de los que manejaban los drones, incluyendo al sargento Costin Herwig, de 26 años: “Los otros 1.500 soldados estadounidenses habían estado escondidos en búnkers, pero no los 14 militares que manejaban los drones, que permanecieron en contenedores oscuros transformados en cabinas para controlar a distancia los aparatos y controlar los flujos esenciales de sus cámaras de alta potencia”.

El primer misil arrojó polvo a su refugio, pero los militares se quedaron en su lugar, dijo Herwig. “Los siguientes se acercaban cada vez más… No más de un minuto después del último misil, caminé hacia los búnkers de la parte de atrás y vi que el fuego quemaba todas nuestras líneas de fibra”, declaró, por su parte, el primer sargento Wesley Kilpatrick quien afirma que “estas líneas conectan las cabinas virtuales con las antenas y luego con los satélites que envían señales a los drones Gray Eagle y retransmiten las imágenes de sus cámaras a las pantallas de Ain al Asad. Con las líneas de fibra quemadas, no había control”.

El texto continúa: “Los soldados ya no podían localizar los drones y habían sido cegados con respecto a los eventos en el aire y el suelo. Si un dron hubiera sido derribado, por ejemplo, los equipos sitiados en Ain al Asad no habrían podido saberlo. Imagínese: un solo Gray Eagle cuesta alrededor de 7 millones de dólares, según las estimaciones del Presupuesto de 2019 del ejército de Estados Unidos. Han sido utilizados en Iraq desde 2017 por la coalición estadounidense. Los soldados se apresuraron a reemplazar 500 metros de cables de fibra fundida y reprogramar los satélites para que pudieran volver a conectarse a los drones”.

Lo que el sargento estadounidense y el diario israelí no admiten es que el impacto de los misiles tuvo lugar en paralelo con el ataque cibernético que cegó al Pentágono en casi todo el cielo de Iraq y no solo en lo que respecta al contingente estadounidense desplegado allí, sino también al centro de mando de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. En cuanto al régimen israelí, todavía está sin aliento.

http://spanish.almanar.com.lb/392383

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