La antítesis está en el Caribe.

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¿Recordáis el nuevo cuento para niños que se nos relató en Davos? Un cuento pintado de verde para hacerlo más tragable. Los capitalistas sin alma decidieron que había que tenerla y pintarla de verde, y decidieron que había que demostrar que se vuelven buena gente llevando a otras buenas gentes y permitiénendolas hablar, como a esa buena chica llamada Greta Thunberg convertida en el icono de quienes dicen que se preocupan por el planeta. Y todos tan contentos. ¿Os dije que detrás de la Agenda del Cambio Climático está la Junta de Asesores Asociados de Davos en la que está Cristina Lagarde, directora del Banco Central Europeo y ex jefa del FMI; David Rubinstein, fundador de Carlyle Group (principal firma de inversión global); Feike Sybesma, preboste de Unilever (multinacional de alimentos) y encargado del Banco Mundial para el carbono; Larry Fink, preboste de BlackRock (fondo de inversiones que está detrás de la reforma laboral y de pensiones en Francia), que…? ¿No lo dije? Se me olvidaría. Un error imperdonable que tal vez habréis subsanado leyendo los muy democráticos medios de propaganda habituales. Mientras tanto…

Érase una vez un país pequeño, pobre, maltratado, vilipendiado y despreciado casi por todas las buenas gentes que acudieron a Davos a pintarse de verde que resulta que ¡es verde! Sin recurrir al capitalismo, sin recurrir al FMI, sin recurrir al BM, sin recurrir a Davos. Sin recurrir a Greta alguna que llene páginas y horas con sus tenzas hablando de lo bonito que es el color verde. Sin estridencias, trabajando día a día y convirtiendo en norma lo que para el capitalismo verde es la excepción: la agroecología.

Este país pequeño, pobre, maltratado, vilipendiado y despreciado por casi todas las buenas gentes que acudieron a Davos a pintarse de verde resulta que tiene los ríos más limpios del mundo, con niveles más bajos de contaminación del mundo por fertilizantes. En consecuencia, este país es el puntero del mundo en agua dulce. Un país que está rodeado de agua salada por todas partes. Este país es una isla. Se llama Cuba.

No busquéis los datos entre los ecologistas occidentales -y tampoco en los otros-, no lo busquéis entre los capitalistas vestidos de verde. Ambos son como la mafia, comportándose como la mafia: la “omertá”, la ley del silencio es su norma. Sólo hablan de la nueva ley escrita en Davos. Todo lo que no se escribió ahí no existe. Y más si quien está a la vanguardia pasa de Davos (y sus añadidos de colores) como de comer mierda.

Cuba es un país pobre, maltratado, vilipendiado y despreciado por todas estas buenas gentes pintadas de verde. A pesar de tener una historia de agricultura intensiva (la caña) tras la desaparición de la URSS y del “campo socialista” Cuba convirtió a la necesidad en virtud y en lugar de recurrir a los caminos trillados que tan bien conocemos (mirad a vuestro alrededor) decidió centrarse en la agroecología, en reconvertir su agricultura a prácticas agrícolas de menor escala y más sostenibles. Era el año 1990, el inicio del “período especial”. Y hoy, 30 años después, es el país más desarrollado del mundo en esta área.

Este país pobre, maltratado, vilipendiado y despreciado por todas estas buenas gentes pintadas de verde también está sometido a bloqueo, desde hace 60 años, por el patrón de todos ellos: EEUU. Pero pese a todo, está por encima de todos y cada uno de los países de estas buenas gentes pintadas de verde.

Perdón, casi me olvido también de deciros que no son estos pérfidos comunistoides cubanos quienes lo dicen para darse bombo, sino la Geological Society of America (30 de enero de 2020) que no puede evitar rendir homenaje a quien así se comporta y finaliza su estudio diciendo: “esto sugiere los beneficios del cambio de Cuba a la agricultura de conservación después de 1990 y proporciona un modelo para una agricultura más sostenible en todo el mundo”.

Bueno claro, en Davos no se habló de agricultura sostenible sino de cambio climático. La agricultura quedó en las manos de siempre, en las multinacionales y con los conservacionistas más o menos “progres” desplegando la alfombra roja para ellas. Pronto veremos la comida sintética sin necesidad de agricultura y ganadería en nombre del planeta. O carne falsa para las clases bajas (y dirán que así se combate al hambre), si es que lo pueden pagar aunque ya hay algo similar en los Burger King o McDonalds.

El Lince

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