Bianchi.— (*) Fregolismo: de Leopoldo Frégoli (1867-1936), italiano, actor de variedades, que creó el transformismo (sinónimo de mutación rápida, material o moral).
A veces me pregunto qué se le pasará por la cabeza a Pablo Iglesias Turrión cuando le llaman, sobre todo la derechona, «comunista». Parto de la base de que quienes lo dicen saben que no lo es, y de que el propio Iglesias también -una tautología- lo sabe, es más: cuando tuvo la ligera sospecha de que pudiera acaso serlo, huyó despavorido de tal probabilidad como gato escaldado. Entonces, ¿por qué no dice, sencillamente, que él no es comunista ni por el forro (ya llamó «perdedores» a los comunistas hace unos pocos años)? Los comunistas que lo son de verdad, sin disfraz ni vacuna, lo tienen a gala y se muestran orgullosos de serlo, no se ocultan , como se lee en el Manifiesto Comunista. No es el caso de quien nos ocupa, desde luego, pero no se molesta en desmentir a quien le achaca serlo como si de un insulto se tratara:»es un puto comunista».
A los fachas no les gusta que se lo llamen, aquí todo dios es demócrata. A los comunistas no les importa que les digan, pues eso:comunistas. No lo toman como un desprecio, salvo que se diga con mala baba. Cuando se llama comunista a alguien que no lo es, el primero en negarlo es el propio sujeto interpelado: «yo no soy rojo, se confunde usted». Y si te quiere perdonar la vida añadirá, «pero no tengo nada contra ellos», así, con elegancia torera. Pero Iglesias no afirma ni niega, ni siquiera con la cabeza, nada. Deja hacer y decir, como si no fuera con él. Su mente calculará los réditos en votos. Si me llaman «comunista», eso servirá para atraer a cierta clientela nostálgica que se siente comunista, y no seré yo quien les desengañe ya que ni podría ni sabría hacerlo y menos con el casoplón que me he agenciado, de modo que está bien que se lo crean. Y a los que me lo dicen como un venablo, ni contestar pues saben ellos mismos que es falso, pero no me importaría que se creyeran sus propias mentiras pues viniendo de ellos, del facherío, refuerza mi imagen de «progre». Casi estoy por decir que me son necesarios, como a Sánchez amenazar con el espantajo de la extrema derecha en las últimas elecciones asustando al personal.
Iglesias ha dado pruebas sobradas de que de comunista tiene lo que servidor de obispo, pero aún así ni se inmuta cuando le «acusan» de serlo. Si lo fuera sacaría pecho. Pero no. ¿Por qué? No se me ocurre otra explicación, más o menos plausible, de que sabe que forma parte de un juego (funkspiel, en alemán) en el que todos juegan un papel, un rol, y él, un fregolista con palique, un simulador profesional, un transformista, piensa sacar el mayor beneficio personal en este circo a costa de su dignidad colgada en un armario y almario, con ele. Es un «ganador».
Buenas tardes.