El Estado de Alarma alimenta a las bestias.

Publicado:

Noticias populares

La campaña del “fin del mundo” a que nos someten día y noche los medios masivos de desinformación y las instituciones públicas de todos los niveles y en todos los países del mundo, todos ellos instrumentos de dominación ideológica y política del poder fáctico (oligarquía financiera y empresarios), está inoculando el pánico y el sálvese quien pueda entre las masas.

Cuando las propias instituciones y empresarios dejan morir a los ancianos en los hospitales y residencias por no dotarlos de recursos, medios de protección y suficiente personal, cuando se echa de los hospitales a personas de más de 90 años enfermas “porque no tienen sitio”, o se desahucia a ancianos enfermos del corazón, ¿qué tipo de sociedad refleja esto? ¿La del “bien común” al que apelan cuando nos prohíben salir a la calle siquiera para tomar el aire o la del sálvese quien pueda?

Este régimen, basado en la ley de la selva, empezando por los que la dirigen, engendra un lumpen-proletariado sin conciencia de clase que se pliega ante los ricos (aplaudiendo a los explotadores como Amancio Ortega) y se ceba con los débiles, como en este caso ha ocurrido con unos ancianos contagiados por coronavirus.

Tras tomar el control de la residencia de Alcalá del Valle donde se encontraba el foco del contagio la Junta de Andalucía, lo primero que se les propuso, sin informar a las familias, fue llevarlos a un campamento militar en la Línea o Algeciras, según denunciaba el alcalde de Alcalá del Valle. Ese es el trato indigno y humillante que merecen según las instituciones unos ancianos que, junto a los niños, por su mayor fragilidad, deberían recibir más atención, cuidado y cariño que nadie.

Tratándolos como apestados, no es raro que algunas bestias desclasadas también se negaran a aceptarlas por el supuesto riesgo de contagio, a pesar de que la mortalidad, especialmente entre los jóvenes es muy baja. Pero así es el miedo que inocula este régimen: irracional y cegador.

Pero además, el Estado, que se ceba con cualquier vecino que se le ocurra romper el cerco al que nos están sometiendo, aunque sea simplemente por salud mental (ya sabemos que lo que menos le importa es nuestra salud), se queda de brazos cruzados ante esas bestias desclasadas que se muestran tan valientes con los más frágiles. En el vídeo siguiente se muestra cómo ante el grupo de criminales la policía permanece impasible:

Para confirmarlo uno de los cafres que graba el vídeo reconoce que “la policía no lo está regañando” porque “sabe que lleva razón”.

Muchos nos decían a los comunistas hace años que hasta que la gente no lo pasara muy mal no había nada que hacer. Las crisis se está llevando a mucha gente por delante y el régimen está más quebrado que nunca, pero sin una organización que genere conciencia de clase, que le muestre al proletariado el bosque y no los árboles, cómo acabar con las cadenas que la oprimen, la clase obrera seguirá bajo el dominio ideológico del burgués que impone la ley de la selva, el sálvese quien pueda y sacará a pasear a sus bestias pardas de entre el lumpen-proletariado marginal que pisotea al débil y se arrastra por su amo.

Acabemos con el capitalismo antes de que acabe con nosotros
Socialismo o barbarie
Comité Provincial del Partido Comunista Obrero Español (P.C.O.E.) en Cádiz

DEJA UN COMENTARIO (si eres fascista, oportunista, revisionista, liberal, maleducado, trol o extraterrestre, no pierdas tiempo; tu mensaje no se publicará)

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Últimas noticias

Miguel Hernández… «Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye.»

«Ya sabéis, compañeros en penas, fatigas y anhelos, que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad burguesa. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, al reunirnos, en la sabrosa satisfacción de comer como en familia. Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de significación extraña de nuestro modo de ser revolucionario. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos en su vida de espectro por uno de nosotros, durante los veinticinco días que ha conllevado consigo mismo, con la paciencia de un muerto efectivo, allá, en la ultratumba de esta cárcel. El hambre que he traído de aquella trasvida fantasmal a esta otra vida real de preso: el hambre que he traído, y que no se me va de mi naturaleza, bien merece el recibimiento del tamaño de una vaca: Eso sí; como poeta, he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás, el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferiré unas nobles canas. Quedamos, pues, en que hoy me ha correspondido a mí ser pretexto para afirmar, sobre una sólida base alimenticia, nuestra necesidad de colaboración fraterna en todos los aspectos y desde todos los planos y arideces de nuestra vida. Hoy que pasa el pueblo, quien puede pasar, por el trance más delicado y difícil de su existencia, aunque también el más aleccionador y probatorio de su temple, quiero brindar con vosotros. Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxima a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero, ahora, en este mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo. No hay vaso que pueda contener sin romperse la sola bebida que cabe en un puño: el odio. El odio desbordante que sentimos ante estos muros representantes de tanta injusticia: el odio que se derrama desde nuestros puños sobre estos muros: que se derramará. El odio que ilumina con su enérgica fuerza vital la frente y la mirada y los horizontes del trabajador. Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que este odio no sea el del instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye. Vamos, pues, a brindar». Miguel Hernández

Le puede interesar: