Sea por la terminal que sea (TV, internet, radio…) el sistema nos hace llegar su información, lo demás lo despachan fácil: es «marginal», «acientífico», «filoterrorista» o «conspiranoico», siempre hay adjetivos para la disidencia. Sin embargo, en una sociedad dividida en clases, es fácil suponer quién está detrás de cada noticia y cuáles son sus objetivos, y la situación que atravesamos de confinamiento es perfecta para que nos hagan llegar el mensaje. Y este es, como siempre y en todas las horas, interesado. Pese a ello, en estos días de pesar, hay contradicciones que vale la pena reseñar.
A esta altura del proceso infeccioso no sabemos si las mascarillas son buenas o malas, han cambiado y recambiado la opinión los científicos, la OMS y los ministros de Sanidad hasta llegar a un punto de hombros encogidos que resulta insólito; mientras, los sanitarios tienen problemas para conseguirlas y los empresarios hijos de la usura especulan en el mercado negro. No sabemos tampoco si el aire es o no transmisor del virus, unos días sí y otros no; hay científicos opinando unas cosas y otros la contraria. Los famosos test tienen un porcentaje de acierto tan ridículo que someterse a ellos resulta hasta peligroso, pese a ello parecen empeñados en sondear a parte de la población para (como si de una encuesta de usted a quién vota o qué programa de TV vio anoche), si sale negativo, repetírselo (¿hasta que por fin sea positivo?), y en caso de que de que de positivo leve, invitar a una reclusión concentrada (tipo apestados del 2020). La vacuna salvadora por la que rezan los accionistas de los laboratorios, para que la lotería caiga en su cuenta bancaria y no en la del otro, encima con el halo de inmaculado producto científico. Los guantes disuaden o no al bicho es otra cuestión que depende quién hable es o no es. El propio confinamiento es causa de disputa, salva vidas nos dicen pero hay países que en las últimas horas van a levantarlo (Austria, Dinamarca…) pese a estar en la contaminada Europa y ser miembros de la UE. Los respiradores son causa marxista (de los hermanos), las Comunidades autónomas se pelean por quién da con el mejor proveedor y los recibe a buen precio, y todos descubrimos el saqueo que se hizo de la sanidad pública y los y las responsables que nadie cita y que tampoco irán a la cárcel por homicidio ¿involuntario?
Mientras, el poder vive su sueño dorado: gente en sus casas sin poder salir a la calle, protestando (llegado el caso) en instagram y en las ventanas, «organizadas» apenas en los whatsapp; el ejército, la guardia civil y la policía patrullando las calles; el Estado pagando nóminas de empresas que dan beneficios, y armándose -de paso- para una vuelta de tuerca como solo el capitalismo sabe dar contra los trabajadores.