«En la cuestión nacional, los revisionistas nos acostumbran a ridículas declaraciones. pero como se suele decir… «En el país de los ciegos, el tuerto es el rey»:
«Roberto Vaquero: Yo creo que España es una nación de naciones. (…) Esto está más que inventado no es una cosa mía. (…) [Lenin] habla de Rusia en el sentido de nación de naciones». (Formación obrera; Formación de cuestión nacional, 18 de marzo de 2020)
El término «nación de naciones» es un bluf que no explica nada, y que como veremos, es utilizado indistintamente para declarar según la ocasión, que en el Estado existe una única nación, como que a la vez existen varias naciones. Reconstrucción Comunista (RC) se apunta a este esperpento teórico.
¡Pero para ello nuestro caricaturesco Roberto Vaquero se apoya en una cita de Lenin que en nada le sustenta!:
«El desarrollo económico de la sociedad capitalista nos muestra en todo el mundo ejemplos de movimientos nacionales que no han llegado a desarrollarse plenamente, ejemplos de grandes naciones formadas a partir de varias pequeñas o en detrimento de algunas pequeñas naciones, ejemplos de asimilación de naciones». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre la cuestión nacional, 1913)
Aquí lo único que Lenin está hablando, es que existen movimientos nacionales que no llegan a cuajar y desaparecen en la historia absorbidos por otros pueblos más fuertes. Efectivamente, el marxismo siempre explicó que unas naciones se forman llevando tras de sí una unión voluntaria o forzosa de otros pueblos, pero existen muchos otros paradigmas. En ocasiones ciertos pueblos sufren varios intentos de asimilación por la nación dominante, pero resisten y reafirman su identidad, llegando con el tiempo, incluso a alzarse como naciones. Por último, existen los pueblos que pese a peculiaridades iniciales, a priori no se diferenciaban esencialmente del resto de habitantes del Estado, conformando la misma nación, pero en un lapso de tiempo se crearon unas diferencias notables que dieron luz a conformarse como una nación propia.
Esto es algo que también explica Stalin dando varios casos históricos de este tipo de desarrollos:
«En Austria, los más desarrollados en el sentido político resultaron ser los alemanes, y ellos asumieron la tarea de unificar las nacionalidades austriacas en un Estado. En Hungría, los más aptos para la organización estatal resultaron ser los magiares –el núcleo de las nacionalidades húngaras–, y ellos fueron los unificadores de Hungría. En Rusia, asumieron el papel de unificadores de las nacionalidades los grandes rusos, a cuyo frente estaba una potente y organizada burocracia militar aristocrática formada en el transcurso de la historia. (…) Las naciones postergadas que despiertan a una vida propia, ya no se constituyen en Estados nacionales independientes: tropiezan con la poderosísima resistencia que les oponen las capas dirigentes de las naciones dominantes. (…) Así se constituyeron como nación los checos, los polacos, etc. en Austria; los croatas, etc. en Hungría; los letones, los lituanos, los ucranianos, los georgianos, los armenios, etc. en Rusia. (…) Así fueron creándose las circunstancias que empujaron a la lucha a las naciones jóvenes». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El marxismo y la cuestión nacional, 1913)
¿Y cuál es el destino de estos pueblos que estaban subyugadas a inicios del siglo XX pero que reclamaban su derecho a autodeterminación? Absolutamente todos los pueblos aquí nombrados por Stalin en 1913 lograron el reconocimiento de sus derechos a existir como nación.
Los soviéticos, al estudiar la formación y disgregación posterior de diferentes pueblos eslavos, anotaron varios sincretismos o asimilaciones con otros pueblos no eslavos de la zona. Estos pueblos que en algún momento estuvieron juntos, como sabemos, tomaron caminos distintos llegando a formar la nación rusa, polaca y bielorrusa. Véase el artículo de I. Derzhavin: «El origen del pueblo ruso: gran ruso, polacos y bielorrusos» de 1945.
Tomemos como referencia el desarrollo político los magiares. En el siglo IX lograron unificar a una serie de pueblos y fundar el Principado de Hungría, el cual bajo la denominación de reino alcanzaría su periodo de esplendor y máxima extensión en el siglo XV –llegando a dominar territorios como Croacia, Serbia, Eslovenia, Transilvania, Bohemia o Polonia–. Tras la Batalla de Mohács de 1526 los húngaros verían desmembrado su reino en favor el Imperio Otomano, a partir de entonces los húngaros serán sometidos a la ocupación o vasallaje de austriacos o turcos. Tras las decisivas victorias de la Liga Santa sobre el Imperio Otomano en el Segundo Sitio a Viena del 1683 y la Batalla de Zenta en 1697, se celebraría la El Tratado de Karlowitz de 1699 donde el Reino Húngaro se restablece pero solo para entrar definitivamente en la órbita del los Habsburgo. Durante las Guerras Napoleónicas se dará la conformación del Imperio Austriaco en 1804, del cual los húngaros seguían formando parte, la opresión nacional húngara se manifestará en la fallida insurrección de 1848. Pero ahí no cesaría la lucha, las exigencias nacionales fuerzan a los austriacos en el 1867 a la formación del imperio austro-húngaro o la también llamada monarquía dual, donde Hungría sigue estando sometida a Austria en materias importantes como el ejército o la política exterior, pero a diferencia del resto de naciones del imperio, obtiene cierta autonomía y su propia representación con su parlamento. En este momento, al igual que Hungría había sufrido forzosos intentos de germanización, ellos mismos oprimían a los eslavos del imperio sin miramientos. He aquí lo complejo de estas relaciones, y lo ridículo que son los esquematismos. Tras la derrota del imperio austro-húngaro en la Primera Guerra Mundial, por fin Hungría se alzará como Estado independiente en 1918. Justo al año siguiente acontece la gloriosa revolución que conformará brevemente la República Soviética de Hungría. El resto de la historia creemos que es bien conocida por todos.
Por eso, tratar de argumentar que el desarrollo histórico-económico de España ha suprimido o frenado el avance del movimiento nacional de los catalanes, por ejemplo, o que dicho pueblo ha sido «castellanizado» culturalmente hasta perder sus rasgos, indica una ignorancia en múltiples campos, porque no es lo que estamos comprobando hoy sino todo lo contrario: asistimos a un auge absoluto del movimiento nacional catalán, y más allá de este, de la identidad nacional catalana entre su pueblo. Solo un abierto o encubierto chovinista podría negar esto.
Lenin en ningún momento teoriza que existen «nación de naciones», este término altamente contradictorio jamás ha sido utilizado por los marxista-leninistas, ni mucho menos han pretendido darle el sentido que estos revisionistas le dan. Han hablado siempre de naciones o de nacionalidades que son pueblos particularidades que no son todavía naciones, aunque a veces los marxistas han utilizado ambos términos indistintamente como ya dijimos en otros capítulos –lo cual ayudaba a la confusión–. Al hablar estrictamente de naciones, los líderes bolcheviques contemplaron que existían Estados compuestos por una sola nación –más allá de que tuvieran o no en su seno nacionalidades– y también Estados multinacionales, es decir, Estados que como mínimo contenían más de una nación, y puede que algunas nacionalidades.
Tanto Lenin como Stalin consideraron a Rusia en el segundo caso por su composición nacional tan heterogénea, donde existían grandes grupos nacionales cohesionados –como los polacos–, pequeñas minorías nacionales –los alemanes– como nacionalidades que todavía no se habían conformado claramente como naciones –los osetios–:
«Los Estados de composición nacional heterogénea –los llamados Estados multinacionales a diferencia de los Estados nacionales– son «siempre Estados cuya estructura interna es, por tales a cuales razones, anormal o subdesarrollada». (…) Rusia sigue siendo un Estado de composición nacional heterogénea…». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El derecho de autodeterminación de las naciones, 1914)
Stalin opinaba de igual forma:
«Se forman Estados multinacionales, Estados integrados por varias nacionalidades. Tal es el caso de Austria-Hungría y de Rusia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El marxismo y la cuestión nacional, 1913)
Citando el caso del zarato ruso, diría:
«Formaron unos cuantos Estados burgueses mixtos, multinacionales, compuestos generalmente por una nación fuerte, dominante, y por unas cuantas naciones débiles, sojuzgadas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Las tareas inmediatas del partido en la cuestión nacional, 1921)
Y citaba el caso de algunas de las naciones oprimidas:
«Gimen las naciones y las religiones oprimidas en Rusia, entre ellas los polacos, arrojados de su patria y heridos en sus sagrados sentimientos, y los finlandeses, cuyos derechos y cuya libertad, otorgados por la historia, han sido insolentemente pisoteados por la autocracia. Gimen los judíos, constantemente perseguidos y vejados, privados hasta de los míseros derechos que tienen los restantes súbditos de Rusia: el derecho a vivir en cualquier parte, el derecho a estudiar en las escuelas, el derecho a ser funcionarios públicos, etc. Gimen los georgianos, los armenios y otras naciones, privados del derecho a tener sus escuelas y a trabajar en las instituciones del Estado y obligados a someterse a la bochornosa y opresiva política de rusificación». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El partido socialdemócrata de Rusia y sus tareas inmediatas, 1901)
Queda claro, que los marxista-leninistas soviéticos jamás hablaron de «nación de naciones». Sino de naciones como los rusos, ucranianos o polacos, y de nacionalidades en ascenso como los pueblos asiáticos, que con el tiempo avanzaban en su conformación como nación gracias a las nuevas posibilidades de la revolución:
«La política del imperialismo militar-feudal ruso apuntaba a estrangular la cultura de los pueblos oprimidos, a su rusificación forzada, a evitar su desarrollo como naciones distintas. Una economía primitiva atrasada, con tipos de existencia nómadas y seminómadas, vestigios de un modo de vida tribal: esta era la condición de los pueblos tadjik, turkomano, kazajo y kirguís en vísperas de la Revolución Socialista de 1917. Está claro que bajo tales condiciones no podrían consolidarse en naciones distintas. Lo mismo debe decirse de las numerosas otras nacionalidades de la Rusia zarista, los udmurtos, calmucos, komis, chuvasios, yakutos, etc., que estaban condenados en esas condiciones a la extinción. El socialchovinista alemán Karl Kautsky afirmó que la mayoría de los pueblos de Rusia, particularmente los osetios, vogulios, maris y calmucos, nunca se desarrollarían en naciones distintas, sino que serían asimilados por otros pueblos. (…) El Estado soviético hizo posible que los pueblos y tribus anteriormente atrasados, con la ayuda del victorioso proletariado de Rusia, pasaran al socialismo omitiendo la etapa capitalista de desarrollo y, sobre esta base, se desarrollarsen por primera vez como naciones independientes. El requisito previo más importante para la consolidación de las nacionalidades difusas en naciones integradas era la realización de la autonomía regional soviética: la creación de repúblicas y regiones autónomas. Los defensores de la concepción chovinista de un «gran Estado», los opositores a la liberación de las nacionalidades oprimidas, los trotskistas y bujarinitas, se opusieron a la formación de repúblicas y regiones nacionales y la consolidación de los pueblos atrasados en naciones independientes. Cínicamente sostuvieron que muchos pueblos tenían un nivel cultural muy bajo, que no podrían aprovechar su autonomía, que tal consolidación nacional traería disensión. El partido, dirigido por Lenin y Stalin, expuso y derrotó sin piedad estas maquinaciones del enemigo». (M. Chekalin; El renacimiento de las nacionalidades y la consolidación de las naciones en la URSS, 1941)
Si la teoría de la «nación de naciones» no ha sido usada por los marxistas, ¿de dónde procede? Aunque a muchos le sorprenda, la teoría de «nación de naciones» es la teoría oficial del Estado Español como se puede ver en las discusiones para redactar la Constitución de 1978. El PCE de Carrillo, de la mano de Jordi Solé Tura, opinaba que:
«Se define, en consecuencia, que España es una nación de naciones, y éste es un término que no es extraño en nuestra reflexión política y teórica como han demostrado algunos historiadores». (Diario de sesiones del Congreso de diputados, Nº66, 1978)
Por supuesto, desde 1978 hasta ahora, ha habido historiadores oficialistas que han intentado hacer calar esta idea de «nación de naciones» entre la mente de los trabajadores, pero poco han conseguido.
Desde el PSOE, Gregorio Peces-Barba Martínez salió al paso apoyando esta nueva tesis:
«La existencia de diversas naciones o nacionalidades no excluye, sino todo lo contrario, hace mucho más real y posible, la existencia de esa nación que para nosotros es fundamental, que es el cómputo y la absorción de todas las demás y que se llama España». (Diario de sesiones del Congreso de diputados, Nº66, 1978)
Esto significaba de paso traicionar lo que habían promulgado en el Congreso de 1974 sus bases, cuando se abogaba por el «reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español».
Miquel Roca, dando voz a la conservadora Unión de Centro Democrático (UCD), reconocía que este era un término nuevo, inventado:
«Nación de naciones es un concepto nuevo, es un concepto –se dice– que no figura en otros Estados o que no figura en otras realidades, quizá sí; pero es que, señores, ayer ya se decía que nosotros tendremos que innovar». (Diario de sesiones del Congreso de diputados, Nº66, 1978)
Ciertamente la «nación de naciones» era un término sacado de la manga por la burguesía española para negar el reconocimiento de estatus de nación hacia otros territorios, y por tanto, el libre derecho de ejercer la autodeterminación. Se creó esta teoría para evitar tentativas secesionistas.
El propio Pedro Sánchez explica este término queriendo dar a entender que la constitución ya satisface los derechos nacionales de esas regiones:
«El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha explicado hoy, durante su intervención en los Desayunos Informativos de Europa Press, su concepto de «nación de naciones». (…) El dirigente socialista respondía así a la pregunta de cuántas naciones tiene España y quiso dejar claro también que el concepto de nación no es «uniforme» sino «más complejo». Pedro Sánchez defendió la propuesta del PSOE de considerar a España como «nación de naciones» alegando que se trata de un planteamiento «constitucional». (Europapress; Pedro Sánchez cree que la «nación de naciones» estaría formada «al menos» por España, Cataluña, País Vasco y Galicia, 5 de septiembre de 2017)
Esa «complejidad de concepto» es la que casualmente lleva a Sánchez a colaborar en la aplicación del 155, a no admitir la soberanía de los catalanes en la práctica. La misma «complejidad de concepto» que hace que a los socialchovinistas como RC que acaben queriendo imponer su visión a otros pueblos por la fuerza y afirme que la conciencia nacional de catalanes, vascos y gallegos está en «descomposición evidente».
Por mucho que hoy los jefes de Podemos hablen de que la Constitución de 1978 supuestamente «reconoce que en España hay varias naciones», lo cierto es que la carta magna no recoge ese término, solo habla de «nación española» y de «nacionalidades históricas». Es más, aunque la constitución la reconociese como naciones de jure, ¿acaso no es cierto que la constitución prohíbe taxativamente la federación o secesión de cualquier territorio en el libre ejercicio del derecho de autodeterminación? Como comprobará el lector, la disputa sobre este término y su significado solo se usa para distraer de lo fundamental.
Sin duda aplaudimos la valentía que hay que tener para que un grupo autodenominado «comunista» reproduzca las mismas tesis que sostuvieron los padres de la constitución burguesa española, la misma que el Presidente del Gobierno.
Así de golpe y porrazo RC se ha vuelto constitucionalista en cuanto a la cuestión nacional. Así nos lo hace saber con su tono socialchovinista:
«La nación española es ya una realidad y se muestra así en todo el Estado, aunque bien es cierto que está compuesto por naciones como la catalana o la vasca, que por condiciones materiales han mantenido su identidad, idioma y coherencia en mayor o menor grado, aunque la descomposición es evidente. (…) Es innegable que el proceso de asimilación, violento o no, ha sido un éxito y que en los últimos tiempos ha sido además pacífico». (De Acero, Revista teórica del Partido Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista), Nº14, 2019)
RC, o mejor dicho Roberto Vaquero se enreda estrepitosamente. Primero afirma que España es una única nación, y luego en otros párrafos afirma que es una nación compuesta de otras naciones, cayendo en una contradicción de la cual no puede salir. Incluso teoriza que dentro de España, esas otras naciones están en «descomposición evidente»… se las califica de «naciones en decadencia», en un momento en que el nacionalismo vasco y catalán lleva albergando la hegemonía política de su región durante siglos. Con un descaro vergonzante, se atreve a negar los intentos de asimilación violenta en un momento histórico en que hemos asistido a los acontecimientos más crudos del «procés» catalán con protestas y disturbios masivos que han sido noticia en todo el mundo, ¡pero RC contra viento y marea se atreve a decir que la nación catalana lejos de ser una realidad, está en descomposición, y que el capitalismo muestra un desarrollo pacífico de asimilación entre los pueblos! ¡Ni siquiera el revisionista Carrillo se habría atrevido en su día a pronunciar tales palabras! Solo falta añadir que la cuestión nacional no es una realidad sino una entelequia fabricada por los políticos nacionalistas. He aquí como conscientemente o no, se toma el arsenal de la Escuela de Gustavo Bueno para justificar su visión de España.
Que los capitostes del nacionalismo hayan traficado con la soberanía nacional catalana, ahora pidiendo más autonomía, ahora pidiendo la independencia, luego teatralizando una «desconexión de España» y la fundación de una «república catalana» ficticia, no significa que la nación catalana esté abocada a la «desaparición» y a ser «definitivamente absorbida» por España. Más bien lo que nos demuestra la realidad es que pese a la incompetencia de los dirigentes nacionalistas para que Cataluña pueda ejercer su derecho de autodeterminación, la identidad nacional catalana ha prendido desde hace mucho tiempo. En España la tendencia no va actualmente hacia la unión sino hacia la disgregación de lo que hoy conocemos como España territorialmente y políticamente. Aunque a los comunistas nos gustaría la unión voluntaria de todos los pueblos hispánicos, la realidad es la que es, no la que nos gustaría que fuese. En esto tienen culpa los nacionalismos, pero también el vergonzoso trabajo de los revisionistas que rápidamente hacen seguidismo a uno u otro bando del nacionalismo burgués.
Históricamente los gobiernos españoles no han hecho sino azuzar esta tendencia separatista con su intransigencia en negar el derecho de autodeterminación, con sus continuos desprecios a la voluntad del pueblo catalán e imposibilitando cualquier relación cordial; el catalanismo político hace largo tiempo que también ha quedado totalmente maniatado por la burguesía, y como no podía ser de otra forma, se ha defendido creando sus mitos nacionalistas, con lo que paga con la misma moneda sin distinguir si en sus ofensas hiere los sentimientos nacionales de la burguesía o del proletariado de España.
Pero hay más cosas que comentar. Los recientes abucheos y recriminaciones públicas del pueblo catalán hacia sus jefes: los Torra o los Rufián, los actos de repulsa hacia quienes condenaban las protestas tras animar desde la oficialidad del gobierno catalán a salir a protestar tras la sentencia del «procés», demuestran que hay una evidente brecha entre dirigentes y masa catalana, que ha habido un pequeño salto cualitativo entre los catalanes, incluido entre los independentistas, que se dan cuenta de la traición y el engaño sufridos. De igual modo, la brutalidad policial ejercida en Cataluña nuevamente contra un derecho democrático básico como es el derecho de autodeterminación de los pueblos, ha espoleado a muchos trabajadores de fuera de Cataluña para empatizar y entender su lucha, como demostraron las concentraciones y protestas esporádicas en todos los puntos de España. Situaciones que como advertimos, no podrán ser bien encauzadas sino existe un partido proletario a uno y el otro lado del Ebro. Y es que, como sabemos, en el capitalismo la cuestión nacional tiene un problema estructural, donde la burguesía opresora tratará de usar la fuerza y la cultura chovinista para retener a la nación oprimida hasta que no vea rentable la inversión de tanto esfuerzo. Mientras tanto, la burguesía oprimida, tratará de buscar concesiones momentáneas que le beneficien en un juego donde nunca se jugará el todo por el todo, donde solo se enfrentará a la nación hegemónica en el Estado cuando vea una oportunidad propicia, pero siempre estará dispuesta a la negociación y claudicación si el bolsillo lo requiere, otras veces tratará de buscar soluciones utópicas que no llevan a ninguna parte. La historia ya ha mostrado que la única clase social consecuente con la patria es el proletariado, capaz de defender consecuentemente a la nación, la única capaz de comprender que ningún pueblo que oprime a otro puede ser libre, eliminando la opresión nacional y dando voz a los pueblos desposeídos de sus derechos.
¿Qué le respondería un comunista de verdad?:
«Para justificar tan descomunal incongruencia, unos se ponen frenéticos para decirnos que de los Reyes Católicos a hoy, España es una e indivisible, que el problema catalán y el vasco y ahora el gallego, ha sido promovido, artificiosamente por los viajantes de tejidos o los accionistas de los altos hornos bilbaínos o determinados poetas esnobistas de Galicia. Otros cuando mucho, admiten la existencia de minúsculas diferencias «regionales», folklóricas, coloreadas por «dialectos» en decadencia y que en virtud de este nuevo esfuerzo intelectual no se oponen a cierto grado de autonomías administrativas bien entendidas que ni de cerca ni de lejos amenacen la integridad de la Patria. (…) Y no son pocos los que, sintiéndose ultrarevolucionarios, superinternacionalistas, proclaman a voz en grito que los problemas nacionales de Cataluña, Euskadi y Galicia, de existir son reaccionarios, armas fabricadas por la iglesia y la burguesía para asegurar aquella la integridad de su dominio espiritual, para arrancar estos a los asustados gobiernos centrales más y más altos aranceles. Y aun afirman que esos «localismos» y «particularismos» estorban o imposibilitan la necesaria solidaridad de la clase obrera, ponen a ésta bajo la inspiración y las maniobras de la burguesía. Y que en nombre de un internacionalismo bien entendido, los pueblos débiles deben renunciar a su propia razón de ser y dejarse absorber por los pueblos más fuertes. Así los socialdemócratas alemanes decían a los checos: «renunciad a vuestra pobre personalidad que poco puede daros y aceptad la superior cultura alemana que os puede dar mucho». Hitler ha completado el argumento». (Joan Comorera; José Díaz y el problema nacional, 1942)
Pero a RC esto le es indiferente.
En su nueva línea patriotera vemos eslóganes como «¡Recuperar la soberanía nacional!» Esto es gracioso, claramente un eslogan demagogo copiado de los populismos nacionalistas. ¿En qué momento España ha tenido verdadera soberanía nacional y ha sido totalmente independiente de la influencia de sus competidores imperialistas señor Vaquero? ¿En qué momento la clase obrera de sus diversos pueblos ha tenido bajo su mano el control del Estado, cuando se ha edificado el socialismo que el único régimen que permite adquirir una verdadera soberanía nacional para los explotados? Como se ve, el eslogan es falso en su propia naturaleza.
Incluso han adoptado el eslogan liberal del siglo XIX de «¡Viva España con honra!». Un eslogan cuanto menos ambiguo si tenemos en cuenta que hasta asociaciones monárquico-católicas fundaron periódicos con ese nombre, y que en el siglo XX reaccionarios como Unamuno volvieron a popularizar dicho término. Esa frase quizás pudo algo de tener sentido siglos atrás, pero hoy tiene el mismo sentido para los comunistas que el tibio «¡Viva la República!» que puede contentar a muchos anticomunistas. Este tipo de agitación demuestra que estos grupos actúan como retaguardia del republicanismo liberal, no se esfuerzan con inculcar un patriotismo socialista e internacionalista.
Pero esto no acaba aquí, nuestro afable personaje, dentro del giro derechista que viene sufriendo su organización con sus eslóganes nacionalistas abstractos, se queja de que:
«Cierta gente, porque muchos no son, se resiste a reconocer que España es una nación y atacan a todos los que reconocen a España como tal». (De Acero, Revista teórica del Partido Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista), Nº14, 2019)
Exacto, de hecho, si revisamos sus propios documentos, hasta hace no mucho decían:
«La mayoría de las organizaciones «comunistas» del estado afirman que España es una nación, y hablan del pueblo español, nosotros queremos refutar con todo lo expuesto anteriormente esta tesis y exponer la nuestra, que España es un Estado conformado por varias naciones y nacionalidades –o pueblos–. (…) En España no llegó a crearse ninguna nación española». (De Acero, Revista teórica del Partido Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista), Nº3, 2014)
¿RC dando bandazos ideológicos en su línea sin realizar autocrítica alguna? ¡¿Qué extraño verdad?! Roberto Vaquero, como gran historiador, nos demuestra así que en cinco años España ha pasado de ser un Estado plurinacional a una nación consolidada con algún resto que otro de particularismo en vías de desaparición.
¿Qué se decía en 2014 antes de girar hacia el socialchovinismo? Se reconocía que España era multinacional, pero bajo una teoría muy curiosa:
«Otros Partidos afirman que existe Galicia, Euskal Herria y Cataluña como naciones y el resto es España. (…) España sería a la vez una de las naciones del Estado y a la vez el Estado, el colmo del absurdo». (De Acero, Revista teórica del Partido Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista), Nº3, 2014)
Aquí, se consideraba que dentro del Estado existía la nación gallega, catalana y vasca, pero se negaba la existencia de la nación española o también llamada castellana. ¡¿Si no existe la nación española, quién oprime a estas tres naciones?! Esto tiene el mismo sentido como decir que durante el zarato ruso, la nación ucraniana y polaca existía pero la rusa no.
Eludiremos otros de los flagrantes errores históricos a los que nos acostumbra su líder en estas exposiciones por razones de extensión del presente documento.
En 2014 se dedicaban a perder el tiempo en banalidades infantiles y formalistas como relatarnos cuáles banderas reconocen y cuáles no de cada región. Cualquier comunista algo cabal sabe de sobra que existen experiencias históricas donde los revolucionarios han utilizado la vieja bandera nacional añadiéndole pequeños símbolos socialistas –Bulgaria o Albania–, del mismo modo que ha habido procesos donde se decidió renegar de la vieja bandera nacional y crear una totalmente nueva en base al ideario comunista –Rusia–. Esto es indiferente. La importancia es el contenido político-económico del sistema que esa bandera representa. La URSS socialimperialista portaba una hoz y un martillo, pero su régimen no tenía nada que ver con el de la época de Lenin y Stalin.
En aquella época RC incurría en el seguidismo clásico producto de la falta de análisis, en este caso, hacia movimientos nacionalistas, puesto que, como ellos, consideraban en aquel entonces a Valencia y Baleares como territorios integrados en los «Països Catalans», incluso se podía ver en los desfiles de RC la «estelada roja»:
«Nosotros reconocemos los siguientes pueblos dentro de España: Castilla, Països Catalans, Aragón, Euskal Herria, Galiza, Asturies, Andalucía y Canarias. Reconocemos las siguientes naciones: Catalunya, Euskal Herria y Galiza». (De Acero, Revista teórica del Partido Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista), Nº3, 2014)
Son innegables los evidentes influjos y conexiones entre estas regiones. Pero hablar en pleno siglo XXI de «Països Catalans», es decir, de la inclusión de Valencia y Baleares dentro del mismo marco que Cataluña no pasa de ser un sueño húmedo del nacionalismo catalán –en particular del viejo fascismo de Estat Catalá o entidades actuales totalmente eclécticas como Arran–, para el cual el pueblo valenciano y balear no está, ni se le espera. A los nacionalistas, se vistan de marxistas o no, no les entra en la mollera que no se puede obligar a los pueblos a renunciar a su identidad nacional porque en sus errados análisis así se desee, las ansias de imposición a causa de uno u otro interés nacionalista no cambiaran la realidad a corto plazo. Estos intentos de encaminar una simulación forzada son lanzados no solo por las formaciones políticas del nacionalismo español, que es el hegemónico en el Estado, sino también por los nacionalismos como el catalán o vasco. Algo como la transformación de la identidad nacional es un fenómeno que se cuece con lapsos de tiempo considerables, y la tendencia hoy no muestra una catalanización de estas regiones sino una castellanización con el paso de los siglos. En la actualidad, en todo caso existe un avance del particularismo del regionalismo valenciano y balear, que precisamente ha salido a flote a razón de rechazar formar parte de un futuro proyecto soberanista catalán. Esto es lo que concluiría un análisis dialéctico basado en el materialismo histórico, pero sabemos que para ellos estas palabras solo las usan de decoración.
Entre tanta maraña de ideas confusas RC decía algo cierto en 2014 que ya ha abandonado: España es plurinacional o multinacional, aunque llegaban a esa conclusión acertada por casualidad, como le pasa muchas veces a los charlatanes.
Como hemos dicho, esto también es soltado al aire continuamente por el PSOE de tanto en tanto, como se observó en 2017 con aquello de «España es plurinacional», para que al día siguiente Pedro Sánchez hable de España como «única nación», a la semana siguiente nos intente enfundar el término rocambolesco de «nación de naciones» para caer en gracia a toda las partes, y continúe el show de la ambigüedad y la demagogia sin posicionarse a favor sobre el derecho a decidir –incluyendo la secesión– de esos movimientos nacionales, que son una realidad evidente aunque le pese a estos personajes públicos.
El proletariado no aguanta a personajes que no hablan claro, que no explican las cosas de forma sencilla, y que encima no hacen autocrítica cuando cambian de posición.
Cada día se confirma que Roberto Vaquero va camino de superar a fascistas vestidos de rojos como Santiago Armesilla.
Como sabemos, RC es una agrupación dirigida por un jefe de tendencias lumpen. Si por algo se ha hecho conocida ha sido por pintar las sedes de los partidos con los que está enemistado, llegando incluso a atacar las casas de los particulares en sus campañas de acoso e intimidación. Los nacionalistas vascos de Bildu denunciaron públicamente una pintada de RC sobre su sede en Navarra que clamaba: «Viva la República Federal Española» [*].
Suponemos que en esto también ha sido trasladado mecánicamente de su concepto sobre cómo combatir al resto de grupos políticos… ¡a base de pintura!
«El nivel de concienciación en RC sobre la profesionalización de los cuadros y guardar al partido de problemas innecesarios era tal, que en 2014 llegaron a subir en la web de la célula de Mallorca –actualmente inactiva– varias fotos de los grafitis realizados con las siglas del partido como puede verse en su [post], y para más inri, entre esas fotos se registraba la agresión a una sede de Izquierda Unida (IU) como puede verse en esta foto [aquí]. (…) Graciosamente, Reconstrucción Comunista no tiene un solo material refutando la deriva política de IU. Para ellos el revisionismo solamente se combate a golpe de pintura. (…) [Ex militante de RC]: Recientemente han sido conocidos por haber acosado hasta la extenuación a un simpatizante del PCE (r). Los contactos iniciaron a través de una militante de RC, tiempo después quedaron para tomar algo y allí le estaban esperando dos militantes más para intentar agredirle (*). Poco después le buscaron en su casa y le animaron a bajar para volver a intentar agredirle (*). El siguiente paso fue pintarle las calles de su barrio y el portal de su edificio (*), también denunció el verse perseguido desde un coche al salir del trabajo por estos elementos (*). Una vez denunciado públicamente este hecho en redes sociales y repudiado por todos los antifascistas, el señor «F» y compañía cambiaron de táctica a la de hacer pintadas en su lugar de trabajo, pero esta vez para disimular que los ataques eran de RC pasaron a hacerle esvásticas (*)(**). No defenderé la línea política del PCE (r) ni de ningún otro grupo revisionista, ya que la repudio profundamente, pero no puedo al menos que sentir vergüenza por estos «métodos de confrontación» de mi ex organización. En otro orden pero en el mismo sentido: se han visto recientes denuncias similares con pintadas de RC en pisos de particulares, con el objetivo de amedrentar a sus víctimas (*). Esto se les está yendo de las manos, ya que supone exponer aún más sus acciones, que no pueden ser calificadas sino de lumpen. No hay más ciego que el que no quiere ver». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)
Lo mismo cabe decir en este caso sobre el nacionalismo vasco, donde históricamente RC siempre ha hecho un análisis totalmente seguidista sobre el fin del fenómeno de ETA, un análisis no muy diferente del relato que hicieron filoetarras como Bildu o el PCE (r), no dedicando una sola exposición argumentada para derribar este mito de la izquierda abertzale: «El desarme y la próxima disolución de ETA y las posturas seguidistas de siempre».
Que un partido que se ha llenado la boca de hablar de autodeterminación se dedique ahora a poner pintadas donde impone una solución en este caso al pueblo vasco y pretende ofender abiertamente el sentimiento nacional de los vascos, es una prueba simple pero definitiva de su doctrinarismo sobre la cuestión nacional, y que demuestra que en la práctica son unos reaccionarios y chovinistas como la mayoría de revisionistas.
El mismo despropósito se llevó a cabo en Cataluña bajo la tapadera que últimamente llevan de moda, el llamado «Frente Obrero». Para aquel entonces, parece que a RC la estelada roja no le agradaba y fue sustituida en sus agitaciones únicamente por la bandera republicana de España y sus nuevos eslóganes sobre la unidad del Estado. Como era de esperar, los nacionalistas catalanes de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) tardaron menos de un día en responder a las provocaciones chovinistas de RC en un tono similar (*).
Ante todo este tipo de acciones, los usuarios de RC mostraban orgullosos en internet su gran gesta con diversos comentarios y mofas. Esto ha sido saludado por otros grupos e individuos de la «izquierda» española nacionalista, en especial de los apóstoles de Gustavo Bueno. Así veríamos a Santiago Armesilla, este gran chovinista español que se autodenomina «marxista» aplaudiendo dichas acciones de RC [*], comentando emocionado que:
«Algo empieza a cambiar en España…». (Twitter; @armesillaconde, 11 de abril de 2019)
Respecto a las ideas de RC, debido a que Armesilla es un gran «unitarista-jacobino», como él se define:
«Solo discrepo en lo de federal». (Twitter; @armesillaconde, 11 de abril de 2019)
Aclaremos conceptos y situaciones que algunos parecen no entender.
Negar el auge de la conciencia nacional de los pueblos pero querer adjudicar a tu partido como «la única organización consecuente a la hora de defender el derecho de autodeterminación» es una broma, sobre todo mientras se trata de imponer un federalismo acompañado de campañas que hieren el orgullo nacional de otros pueblos, como justamente hace RC. Ello supone tratar de imponer un federalismo unitario, forzoso, que nunca calará en los pueblos.
De la misma forma que negar la federación como posible respuesta de los pueblos en la ejecución del derecho de autodeterminación como hace Armesilla, es negar tal derecho de autodeterminación en sí. No digamos ya, de aquellos que como él, directamente se niegan a celebrar un futuro referéndum donde los pueblos elijan la libre federación, secesión o la fórmula que crean precisa. No existe mayor chovinismo.
Por último, el revolucionario catalán, gallego o vasco que se niega a hacer propaganda para estrechar los lazos y luchas de su pueblo con los otros del Estado, aquel que simplemente combate el chovinismo castellano y aboga mecánicamente por la separación de su territorio, muy seguramente estará combatiendo la opresión nacional desde otro nacionalismo, pero no como un internacionalista, por tanto, no puede autodenominarse seriamente como comunista. Es más, si dicha situación se prolonga cuando ya la clase obrera tome el poder y el régimen socialista ha suprimido la vieja opresión nacional que impedía a su nación desarrollarse, dicha demanda separatista estará fuera de lugar y será objetivamente hablando contrarrevolucionaria.
Santiago Armesilla ha mostrado más recientemente su afinidad ideológica con RC cuando refiriéndose a su frente-tapadera de FO, lo alabó públicamente [*]:
«Ahora mismo, el Partido extraparlamentario mejor situado para hacerle la competencia a la izquierda indefinida es el Frente Obrero (FO), que son ya más de 1500 militantes. El PCE son 8000. Además, FO camina lento pero seguro a postulados marxista-leninistas acertados en materia nacional, etc». (Twitter; @armesillaconde, 15 sept de 2019)
Más allá de la batalla de cifras entre agrupaciones oportunistas, como conclusión tenemos que si Armesilla reconoce que le gusta RC por su giro en materia nacional, si Abascal dice que se inspira en Gustavo Bueno –como Armesilla– en cuanto a su concepto nación y patriotismo, si el propio Gustavo Bueno colaboraba con Abascal en la fundación de plataformas abiertamente chovinista como DENAES… ¿Qué podemos decir? ¿Qué los «extremos se tocan»? No. Que entre fascistas de diversos colores y siglas se entienden. Incluso yendo más allá, el líder de Vox y RC, Abascal y Roberto Vaquero respectivamente, comparten algo más, disfrutan del mismo modo de vida: ser unos parásitos que viven del cuento a través de diversos chiringuitos. Véase nuestros documentos:
-Equipo de Bitácora (M-L); Las elecciones, la amenaza del fascismo, y las posturas de los revisionistas, 2019.
-Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017.
Esto certifica que RC por mucho que exprima su oportunismo al máximo para reclutar de todos los lados posibles, solo aviva su eclecticismo, que actúa como fuerza centrífuga». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero, 2020)