Pyongyang, 20 de mayo (ACNC) — Los reaccionarios japoneses recurren obstinadamente a la aventura militar que amenaza la paz y la seguridad de la región.
En abril pasado, el actual gobierno japonés fundó la aviación de transporte con el propósito de despachar con urgencia al escenario de guerra la unidad especializada en la defensa de islas apartadas y otras “Fuerzas de Autodefensa”.
Hace poco, importó de EE.UU. 2 aviones de transporte Osprey para la operación de esa aviación y planea tener 17 en total dentro de 5 años próximos.
En el caso de emplazarse el Osprey que tiene la velocidad de más de 500 km por hora y la distancia de navegación de mil 600 km y puede realizar el vuelo intercontinental con la ayuda del nodriza, el país isleño tendrá la capacidad independiente de despachar con rapidez sus fuerzas armadas agresoras a cualquier parte del orbe.
Esto forma parte de su ambicioso plan de desempeñar el rol protagónico en la guerra.
Es bien conocido que el país derrotado en la Segunda Guerra Mundial se ha esforzado en todo lo posible por renacer como independientes fuerzas agresoras pese al sistema de subordinación total a EE.UU.
Diciendo que no puede cumplir la misión de aliado en el tiempo de emergencia en el contorno con su autoridad limitada al apoyo logístico a las fuerzas norteamericanas, modificó la “guía de cooperación en defensa Japón-EE.UU.” y adoptó la “ley de seguridad”. De esta manera, legalizó el aumento armamentista ilimitado y el avance a ultramar de las “Fuerzas de Autodefensa”.
Para colmo, asignó como gastos de defensa los fondos fabulosos, preparó el portaaviones prohibido por la Constitución vigente, desarrolló el misil crucero de largo alcance, importó más de 100 cazas ultramodernos tipo Stealth y lanzó el satélite de reconocimiento militar. Con tales acciones fanáticas convirtió las “Fuerzas de Autodefensa” en las agresoras que ocupan el segundo lugar después de EE.UU en el Occidente en la capacidad de ataque.
En los últimos años, da acicate a la fundación de nuevas unidades como la de operación espacial, la de guerra electrónica y la de aviación de transporte con el propósito de completar lo más pronto posible la capacidad de operación militar independiente.
Si se lleva a cabo hasta la enmienda constitucional para conceder la posición legal a las “Fuerzas de Autodefensa”, el país criminal de guerra podrá desatar en cualquier momento la nueva guerra de agresión orientada a rescatar su posición de la era imperial.
Actualmente, Japón intensifica más que nunca los ejercicios militares independientes bajo el engañoso pretexto de defensa y rescate de islas apartadas y ubica a los efectivos adiestrados en la isla Miyako y otros puntos claves para la reagresión.
Es una cuestión del tiempo la nueva agresión por parte de los descendientes de los Samuráis.
Los politiqueros japoneses colmados de militarismo piensan que la conversión de su país en el Estado bélico traerá la prosperidad nacional, pero esto es una gran equivocación.
Les costará muy caro su vana intención de realizar el añejado sueño de la “esfera de coprosperidad de la gran Asia Oriental”.