Un llamado a todas las mujeres del mundo: ¡Unámonos en la lucha por el socialismo para que podamos ‘respirar’!

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En los pocos meses antes del estallido de la pandemia, muchas partes del mundo experimentaron movimientos masivos de trabajadores y levantamientos populares. A pesar de los intentos de los gobiernos de reprimir estos levantamientos con una brutalidad indignante, los trabajadores dejaron en claro que no se quedarían satisfechos con algunas pocas reformas y expresaron sus deseos de un cambio radical en el gobierno. En Irak, Irán y Líbano, las mujeres tomaron su lugar en la primera línea de las protestas contra los gobiernos y su corrupción, así como los incrementos en los costos de vida . En Francia, las mujeres organizaron las manifestaciones creativas contra las reformas propuestas en las pensiones. La demanda de “una nueva Constitución, un Chile democrático” se ha extendido por todo el mundo gracias a las mujeres chilenas que no cedieron ni un segundo a la violencia y las violaciones del poderío militar. En India, masas de mujeres alzaron sus voces por una vida humana e igualdad de género al participar en la huelga más grande en la historia del país.

En Latinoamérica; en Argentina, Chile y México, las mujeres que luchan por ‘la vida’ organizaron protestas masivas para proteger sus derechos y vidas diciendo ‘Ni una menos’. Los últimos años han sido testigos de las celebraciones del 8 de marzo en manifestaciones generalizadas de un mayor número de mujeres en todo el mundo, lo que muestra cómo las mujeres se comprometen con sus luchas.

Durante el último par de años, el mundo ha sido testigo de ataques extendidos y resistencias , especialmente en la asistencia sanitaria y los servicios sociales. Esta movilización ha surgido y crecido en respuesta a los efectos de las políticas de austeridad y las condiciones de trabajo opresivas impuestas por el capital por un largo tiempo, que son más visibles que nunca. La pandemia reveló el hecho de que la transformación neoliberal en los servicios sociales y de salud se ha convertido en un “arma homicida” en manos del capital . El mayor impacto de esta transformación es en las mujeres. Por lo tanto, trabajadoras mujeres que componen una gran proporción de estos sectores han sido la parte más aguerrida de esta movilización .

La creciente ira de las mujeres del mundo desveló la conexión entre las políticas neoliberales de los últimos 10 años, una expresión de la naturaleza asesina del capitalismo, y la violencia contra las mujeres; entre el aumento de la pobreza y las malas condiciones de vida y trabajo forzadas sobre las mujeres; entre el surgimiento de regímenes autoritarios y los ataques contra los derechos de las mujeres. Por lo tanto, las desigualdades y la violencia experimentadas por las mujeres se han enlazado necesariamente con la lucha contra el capitalismo. Masas de mujeres se han juntado en una lucha sin cuartel contra la violencia y el abuso, así como en las huelgas, resistencias y protestas callejeras.

Seguramente, cada uno de estos movimientos fue una manifestación de un desafío fundamental contra la brutalidad de la explotación capitalista. Y la respuesta posterior de la clase burguesa a la pandemia de COVID-19 justificó una vez más la ira de los trabajadores, especialmente las mujeres.

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES LLEGÓ A SU PICO DURANTE LA PANDEMIA

Ansiosos de utilizar la pandemia en la competencia imperialista, el capitalismo occidental ha ignorado por completo todas las advertencias planteadas por los científicos en los últimos años. Puso en marcha la lucha contra la pandemia cuando se constituyó en un peligro para el capitalismo occidental en sí. Así que puso en peligro la salud de millones de personas y causó la muerte de cientos de miles de personas. Ninguna de las medidas tardías apuntaba a proteger la vida humana, eran para salvar capital y asegurar su reproducción como en todas las crisis. Los capitalistas y sus gobiernos consideraron que las pruebas y el seguimiento generalizados eran demasiado costosos, por lo que abandonaron a las clases trabajadoras para que desarrollen ‘inmunidad colectiva’, mientras implementaban la cuarentena, independientemente de sus consecuencias para las mujeres.

El encierro en el hogar significó una multiplicación de la carga doméstica sobre los hombros de las mujeres, más muertes y más exposición a la violencia. Aunque no hay datos claros, en abril, durante el cual más de la mitad de la población mundial estuvo en cuarentena, los casos de violencia contra las mujeres aumentaron en un 30% en muchos países. En algunos países, por otro lado, las organizaciones no gubernamentales que brindan apoyo a las mujeres que sufrieron violencia llaman la atención sobre una disminución considerable en el número de llamadas de ayuda debido a la falta de acceso a la tecnología necesaria. Por otra parte, el cierre total o parcial de los refugios para mujeres, atrasos o cancelación de los procesos judiciales en curso, la liberación de los abusadores convictos de las cárceles debido a la cuarentena y las llamadas medidas de pandemia han atrapado a las mujeres en un infierno de violencia.

No es que el capitalismo internacional fuera incapaz de prever todas estas consecuencias. Todos los datos elaborados por sus organizaciones no gubernamentales afines al capitalismo mostraban los costos de esta cuarentena. Sabían muy bien que una de cada tres mujeres en todo el mundo están siendo asesinadas por su pareja actual o anterior. De acuerdo con la ONU MUJERES, 243 millones de mujeres y niñas de edades comprendidas entre 15 y 49 años fueron atacadas sexual o físicamente en los últimos 12 meses (entre julio 2018 y julio 2019). En uno de cada cuatro países a nivel mundial, no hay leyes específicamente para proteger a las mujeres de la violencia doméstica. Menos del 40 por ciento de las mujeres que sufren violencia lo denuncian, menos del 10 por ciento pide ayuda de la policía.

PANDEMIA Y DESPUÉS: EXPLOTACIÓN, MÁS EXPLOTACIÓN

La violencia contra las mujeres tiene lugar no solo en los hogares sino también en la llamada primera línea de la lucha contra la pandemia. Las mujeres, que constituyen el 70 por ciento de 136 millones de trabajadores en atención médica y trabajo social en todo el mundo, expresan un aumento significativo de la violencia en los lugares de trabajo. Todas las medidas tomadas hoy en aras de la reproducción del capital en el mundo posterior a la pandemia no significan nada más que desempleo, pobreza y trabajo informal para millones de mujeres trabajadoras. Especialmente en Asia, África y América Latina, los trabajadores informales que producen bienes y servicios para monopolios internacionales ya han perdido sus ganancias en un 80 por ciento, mientras que el número de trabajadores en pobreza se ha cuadruplicado. Las trabajadoras han sido despedidas u obligadas a tomar vacaciones no remuneradas porque los monopolios de la moda y el suministro de alimentos han detenido sus pedidos, lo que ha llevado al cierre de los lugares de trabajo. Decenas de miles de mujeres que no pudieron volver a sus hogares quedaron atrapados en otras ciudades, en una situación vulnerable frente a la pandemia, y condenadas al hambre.

Las llamadas de ‘quedarse en casa’ no significan nada para los y las trabajadores que se han visto obligados a trabajar. En los lugares de trabajo donde no se toman medidas contra la infección, el distanciamiento social es imposible, no se proporcionó equipo de protección para la salud de los trabajadores, fueron abandonados al dilema de ‘virus o hambre’. Estos son los mismos lugares de trabajo donde las mujeres son vistas como ‘trabajo secundario’ debido a las prácticas sexistas y los códigos patriarcales. Con la pandemia se profundizaron las prácticas sexistas y se incrementó la violencia en los lugares de trabajo.

EL DESEMPLEO Y LA INFORMALIDAD HAN GOLPEADO MÁS AÚN A LAS MUJERES

En los sectores más golpeados (servicios de alojamiento y alimentación, bienes raíces, negocios y actividades administrativas; industrias manufactureras; comercio mayorista y minorista), con más de 1,25 mil millones de trabajadores a nivel mundial, la proporción de mujeres trabajadoras varía del 38 al 54 por ciento . Millones de mujeres trabajadoras en estos sectores ya han participado en el ejército industrial de reserva (desempleo). Las propias instituciones alineadas con el capitalismo confesaron que un estimado de 25 millones de personas se sumarán a la cifra del desempleo estrecho del año pasado (188 millones), que es mayor que el aumento a raíz de la crisis de 2008-9 (22 millones). Ya ha quedado claro que el desempleo golpea más a las mujeres, especialmente a las mujeres jóvenes. En los EE.UU., el epicentro de la agresión imperialista-capitalista, la tasa de desempleo de las mujeres jóvenes aumentó del 7,5 al 29,8 por ciento solo entre marzo y abril.

Las trabajadoras del sector informal se encuentran entre los sectores más afectados de la sociedad. Las irregularidades aumentaron mientras que las condiciones laborales se han vuelto más salvajes en el trabajo informal donde los trabajadores migrantes constituyen una gran proporción. Las trabajadoras migrantes se vieron totalmente privadas de cualquier oportunidad de aferrarse a sus vidas, sobrevivir y construir un futuro para ellas y sus familias.

El hecho de que el tiempo de trabajo obligatorio aumentara a 12 horas por día en la India, donde la tasa de empleo informal ya era del 90 por ciento, ha demostrado cuál sería la ‘nueva normalidad’ del capitalismo en la era posterior a la pandemia, que no es más que más explotación de los trabajadores, particularmente mujeres.

En un período en el que las personas fueron apartadas de las condiciones de trabajo humanas debido a la profundización de la explotación, la mayor disminución de los salarios y el empeoramiento de la inseguridad, especialmente las mujeres trabajadoras pobres se volvieron mucho más vulnerables a la explotación y la violencia. Además de las condiciones inhumanas y de trabajo duro, la pandemia ha reproducido la carga del hogar y ha agravado todos los problemas que enfrentan las mujeres.

LA RABIA CONTRA LA AGRESIÓN CAPITALISTA ESTÁ CRECIENDO

No hay duda de que los trabajadores y las mujeres están respondiendo a la brutal cara del capitalismo. En Asia y América Latina, miles de mujeres condenados al desempleo y el hambre organizan o se unieron a las protestas, aún durante la pandemia. Por otra parte, los levantamientos y protestas populares que iniciaron antes de la pandemia se reanudaron en el Líbano y la India, a las que se añaden las protestas contra el racismo y la pobreza iniciadas en los EE.UU. y esparcidas a muchas partes del mundo. La atrocidad de la muerte de Floyd libera la rabia que la gente ya sentía como resultado de los efectos de los problemas causados por el capitalismo que se intensificaron durante la pandemia .

La pandemia de coronavirus dejó a las mujeres con los problemas ya existentes y nuevos cargos sobre sus hombros en sus países, ciudades, calles y hogares . Pero también ha hecho visible y agudo el origen de todos estos problemas: la ‘normalidad’ del capitalismo es esclavitud para las mujeres. Y la misoginia existe en la naturaleza del capitalismo mismo. Esto se ha hecho evidente por si solo en la pandemia.

Bajo las condiciones brutales del capitalismo neoliberal, la voluntad de las mujeres de proteger sus vidas y tener una vida digna se convirtió en una lucha de vida o muerte. Con la pandemia actual, la máscara del capitalismo ‘amigable con las mujeres’ ha caído y su rostro misógino se ha hecho evidente.

Los poderes políticos y las mentalidades que están dispuestas a subordinar a las mujeres utilizaron la pandemia para acelerar sus planes de atacar los derechos de las mujeres. Si bien intentaron restringir el derecho de las mujeres a la representación política, restringir el derecho al aborto, suspender las leyes y convenciones que aseguran los mecanismos de protección contra la violencia y aumentar la represión sobre las organizaciones de mujeres, se volvió de vital importancia decir ‘Nosotras no renunciemos a nuestras vidas y derechos.’

¡UNÁMONOS EN LA LUCHA POR EL SOCIALISMO Y DESTRUYAMOS EL CAPITALISMO MISÓGINO!

Hoy en día, todas las preparaciones del capitalismo para la ‘nueva normalidad’ van acompañadas de más explotación del trabajo y los cuerpos de las mujeres, así como la exacerbación de las condiciones de esclavitud. Usando su capacidad para ocultar los efectos de las crisis, los gobiernos nos confrontan con una serie de prácticas que varían desde el uso de fondos públicos para suprimir las posibles protestas hasta el encrudecimiento de los regímenes de opresión. Los trabajos, los derechos y el futuro de millones de mujeres están en riesgo. Es el curso de la lucha de clases que determinará lo que ha de suceder en la ‘nueva normalidad’, período durante el cual nos enfrentaremos a una nueva ola de desempleo masivo, al deterioro de los derechos sociales, bajando forzosamente los salarios para hacer subir las tasas de ganancia, e incrementar las presiones sobre la fuerza de trabajo.

Las mujeres de todo el mundo, con diferentes idiomas, creencias y colores están experimentando consecuencias comunes impuestas por el sistema capitalista, que trata de arrebatar su fuerza de trabajo y sus cuerpos. Los pueblos, los oprimidos, las clases explotadas y las mujeres de diferentes países se influyen mutuamente para encontrar formas de salir de este proceso. Las mujeres que alzan su voz en América Latina resuenan con sus hermanas en África; la creciente ira en los Estados Unidos inspira a la gente en Europa; y las luchas emergentes en el Medio Oriente fortalecen el cambio en Asia. Las mujeres trabajadoras del mundo saben que el capitalismo no puede aportar ninguna ‘bondad’, ‘bienestar’, ‘prosperidad’, ni puede prometer un soplo de aire fresco . ¡El mundo no puede respirar! Para poder respirar, no podemos depender de la promesa incumplida de ‘igualdad de oportunidades’ que hace el capitalismo; debemos destruir este sistema de explotación que es la base misma de la opresión de las mujeres .

El socialismo es la única manera de respirar, contra todo lo que asfixia las mujeres, es decir, la violencia, la inseguridad en el mundo del trabajo, la desigualdad de remuneración, las crisis económicas, las guerras, la homofobia, las políticas de inmigración xenófobas, la colonización, la destrucción de la naturaleza, y el neoliberalismo!

¡Fortalezcamos nuestra unidad y solidaridad, y luchemos para despejar nuestro camino a poder respirar!

Que las mujeres nos organicemos y luchemos juntas por todos nuestros derechos; del derecho a la educación al derecho a la salud, del derecho a la vivienda a detener la destrucción ecológica, de la lucha contra la violencia a la protección a la mejora del derecho a la igualdad, de mejores condiciones laborales al derecho a la igualdad salarial, de la igualdad de derechos civiles al derecho a representación política equitativa, alcemos juntos la voz por todas nuestras demandas para unir y fortalecer la lucha de las mujeres por la igualdad en todos los ámbitos de la vida.

Comité Coordinador CIPOML

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