Como en toda gran crisis, y esta es gigantesca, el objetivo de las clases dominantes es que los de abajo no tengamos una idea clara de lo que sucede; precisamente, porque lo que nos tienen preparado es que carguemos con sus duras consecuencias y quieren, además, que no rechistemos.

Por eso Pim Pam Pum quiere, más que nunca, que la puntería sea certera.

Mucho antes de la aparición de la pandemia se estaba anunciado el estallido de otra gran crisis capitalista. El Coronavirus ha servido para arrancar la máscara que ocultaba una sociedad putrefacta.

Las frías estadísticas toman cuerpo y sangre en los barrios obreros. Las largas jornadas de trabajo, (hoy si, mañana no se sabe) a cambio de salarios de miseria se combinan con la desesperación de quienes no encuentran nada. Las recomendaciones de la distancia de seguridad son un insulto escupido en la cara de quienes se aglomeran en el metro y en el Cercanías y, al volver a casa se hacinan en pisos de 40 metros cuadrados; la amenaza de desahucio, y de cortes de luz, de gas o de agua; el dolor por los familiares perdidos, muertos como animales en centros de mayores que ya eran vertederos de ancianos a mayor gloria del lucro privado; la indignación por las listas de espera en sanidad; la angustia por la vuelta al cole, la compra de libros y de ¡dos mascarillas diarias por cada criatura! y, la desesperación ante el hambre que asoma ya en miles de hogares.

Merece especial mención un hecho que entre tanta tragedia pasó desapercibido y tiene la virtud de mostrar – precisamente en momentos de gran desastre – quién manda de verdad y a quién obedecen los gobiernos. En plena escalada de mortalidad por Covid 19 – el 21 de marzo se superaba el millar de muertos diarios – y cuando se veían escenas dantescas en los hospitales públicos, el Gobierno publica el primer Decreto de Alarma. En él – como es sabido – se atribuyeron competencias a las fuerzas represivas propias de un Estado de Excepción y fueron aplicadas con disciplina militar. Lo que no se conoce tanto es que ese Decreto tenía un artículo 131 que facultaba al ministro de Sanidad para (copiamos textualmente del BOE):

a) Impartir las órdenes necesarias para asegurar el abastecimiento del mercado y el funcionamiento de los servicios de los centros de producción afectados por el desabastecimiento de productos necesarios para la protección de la salud pública.

b) Intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres, explotaciones o locales de cualquier naturaleza, incluidos los centros, servicios y establecimientos sanitarios de titularidad privada, así como aquellos que desarrollen su actividad en el sector farmacéutico.

c) Practicar requisas temporales de todo tipo de bienes e imponer prestaciones personales obligatorias en aquellos casos en que resulte necesario para la adecuada protección de la salud pública, en el contexto de esta crisis sanitaria.

Ninguna de estas medidas, que facultaban al Ministro de Sanidad a poner al servicio de la salud de la población todos los recursos necesarios, se adoptó. Ni se intervinieron hospitales privados, ni industrias farmacéuticas – cuando estaban faltando medicamentos necesarios para tratar el Covid -, ni se obligó – como hicieron Alemania o Gran Bretaña – a fabricar respiradores a empresas metalúrgicas o a empresas textiles a producir masivamente equipos de protección.

La desesperación y la impotencia – por ahora – es el material altamente inflamable que se recalienta cada día en Vallecas, Carabanchel, Usera, Parla, Fuenlabrada, etc. Nombres diferentes para una misma clase obrera que está reconociéndose a sí misma, y con ello a sus enemigos, y a la que se la intenta confundir con el escarnio del fascismo. Un discurso criminal de quienes – como buenos mamporreros del capitalismo – quieren hacernos creer que las trabajadoras y trabajadores inmigrantes, explotados entre los explotados, son los culpables de nuestras desgracias.

Y ese discurso arrecia precisamente porque cada vez es más fácil oír las carcajadas de quienes se reparten los beneficios y de los políticos que facilitan los negocios: hoy Ministro/a, Consejero/a o Presidente/a y mañana miembro de los Consejos de Administración de las empresas agraciadas.

La lista de los últimos saqueos2, al resguardo de la «emergencia», es ya larga: la fusión Bankia – Caixa Bank y el dinero público del rescate volatilizado con la mirada complaciente del gobierno «progre», los nuevos hospitales de financiación pública y gestión privada, los rastreadores de Indra, las PCR de Ribera Salud, las vacunas compradas a multinacionales farmacéuticas (quién asegura su calidad ante las dimensiones del negocio)3 y sin que nadie hable de países con laboratorios públicos como Rusia, Cuba o China. Además no deberíamos olvidar que, sin enemigo alguno a la vista, y en pleno desastre social, económico y político, se ha mantenido el gigantesco gasto militar de 20.000 millones de euros al año. Con la mitad, 10.000 millones de euros anuales, se podrían contratar 100.000 médic@s y 100.000 enfermer@s, o profesores o aumentar las pensiones o construir viviendas sociales o….

Que no nos vuelvan a estafar. Ya vimos que, así, no «Podemos».

Ya se están retomando las movilizaciones ante los Centros de Salud. Unas repiten por enésima vez lo de todos contra el PP, olvidando que si Ayuso ha podido hacer tanto desastre es porque el PSOE apoyó leyes que se lo permiten y su gobierno con Podemos no las ha derogado. Otras como las que convoca la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad (CAS) exigen la derogación de esas leyes, la expropiación de la sanidad privada y la creación de una industria farmacéutica pública, entre otras cosas.

Lo que es clave en estos tiempos, en los que la situación aparece descarnadamente como de vida o muerte, es decir, o ellos o nosotros, es tener bien claro que a quien hay que rescatar es al pueblo y que, eso sólo lo puede hacer el pueblo mismo.

Por eso, como decíamos al principio, es clave apuntar bien para que las luchas obreras y las movilizaciones populares no acaben, otra vez, empantanadas en las urnas a la búsqueda de algunos listos que resuelvan nuestros problemas.

Red Roja está llamando a las organizaciones obreras y populares a impulsar un frente común4 que enarbole como bandera salvar al pueblo y no al capital. En ese camino, urge la unificación de todos los sectores en lucha, de forma que hagan suyo un conjunto mínimo de medidas que, sin ser de ningún sector en particular, lo son de todos: una alternativa política común que apunte claramente a la disputa del poder real, sin el cual ninguna de las medidas que cualquier sector plantee tendrá garantías de obtenerse y mantenerse.

A nuestro juicio, pero abiertos al debate, estas medidas deben ser:

1. Expropiación de la banca privada.

2. Negativa a pagar la llamada “deuda pública”.

3. Ruptura con los dictados de la UE.

4. Intervención de las grandes empresas de producción y distribución.

5. Planificación racional y democrática de la economía.

1 Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19. https://boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-3692

2 «La crisis del covid como oportunidad de negocio» https://www.casestatal.org/es/2020/09/la-crisis-del-covid-como-oportunidad-de-negocio/

3 «Las vacunas contra el Covid-19: los gobiernos, una vez más, a los pies de las multinacionales farmacéuticas»

4 «Hacia un Frente de Salvación Popular» https://redroja.net/comunicados/hacia-un-frente-de-salvacion-popular/

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