Los adalides del régimen del 78 (también llamada «democracia plena») repiten una y mil veces cosas como que la «separación de poderes» garantiza el que todos seamos iguales ante la Ley.
Es una manera de hacer buena la frase de que una mentira repetida mil veces puede parecer verdad hasta e mismo que la dice.
Estos días, que los partidos negocian sin pudor qué jueces proponen para el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial), quiénes son del PSOE y sus aliados y quiénes del PP, creerse ese axioma de la separación de poderes, es para siervos crédulos del sistema.
Un partido con mucha representación parlamentaria coloca a los suyos en la judicatura y el resto tenemos que creernos que hay independencia judicial.
Un chiste sino fuera una tragedia, porque luego son esas mismas señorías (que saben agradecer a sus mentores) los que van a juzgar a luchadores sociales y no actuar contra los suyos.
La «democracia plena» no es que haga aguas, es una farsa que en el sistema judicial se ve con una claridad asombrosa, tanto, que el aparato mediático del régimen se ve incapaz de tapar.