Los disturbios, rotura de cristales y defensa con adoquines ante las envestidas de los Mossos u otras policías, vienen tapando una realidad hiriente para el sistema: hay miles de jóvenes hartos, muy hartos y que empieza digerirse que con el «Sí se puede» del 15-M con reminiscencias gandhianas, no hay soluciones ni futuro.
El sistema y su aparato mediático no pueden digerir esta situación e invocan -como hacía un Mosso en el canal Cuatro el pasado jueves- a que si están cabreados los manifestantes vayan a las urnas. Él y sus pagadores saben que llevar a la gente que se mueve y reivindica al redil de las mesas electorales, es garantía de mantenimiento del status quo. La operación de Podemos tras el citado 15-M es ejemplo de ello. Nadie puede estar de acuerdo con la violencia, jamás las clases populares han recurrido a ella porque saben el coste que eso conlleva salvo como defensa, como herramienta ante el terrorismo de Estado y los intereses de la clase dominante de mantener sus privilegios y la explotación. Pero lo cierto es que pasan los días y no hay condena de la violencia, por ejemplo, de la utilizada en Catalunya el 1 de Octubre por querer votar, violencia que incluso S.M. el Rey apoyó sin reservas, ni de la quita del ojo de una mujer en Barcelona hace unos días, ni lo que ocurre dentro de las comisaría con los detenidos, por no decir de los males (violentos) que arrecian contra toda una generación (vivienda, empleo, emigración, desahucios, pobreza energética, desmantelamiento de la sanidad pública, precariedad…).
Que el llamado arco parlamentario no utilice jamás la palabra «violencia» para describir lo que cotidianamente ocurre, da pie a que la burguesía y su aparato mediático sí califique de «violencia» que se rompa un cajero del BBVA o un escaparate de Gucci.
