El PCE denuncia el encarecimiento de los costes en la recogida de basuras y limpieza viaria de Ponferrada

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NOTA DE PRENSA

PCE EL BIERZO.— El Partido Comunista de España en El Bierzo cree que la División en lotes del contrato de basuras y limpieza de Ponferrada supondrá un incremento en el coste que repercutirá de manera directa en la ciudadanía.

Los comunistas opinan que “el Gobierno de Ponferrada va hacia la deriva” y que tuvo en sus manos “municipalizar el servicio, mejorarlo y hacerlo más barato”. El PCE recuerda que la municipalización del servicio era un punto de acuerdo entre el PSOE y Podemos, a los que acusa de “ejecutar las políticas del PP”. La formación insiste que de “entre todas las opciones se ha escogido la más cara” y cree que “se ha licitado de esta forma para contentar a las empresas adjudicatarias”.

El PCE también critica que el nuevo contrato asume el “Convenio provincial” para los trabajadores en lugar del Convenio privado firmado en 2004, algo que según dicen supone “un retroceso en los derechos adquiridos”. Alegan que este punto provocará a la plantilla perder salario, días de vacaciones, así como la antigüedad. Según el PCE también quedan anulados los acuerdos plenarios de mejoras conseguidas en 2017.

Isabel Maroto, secretaria política del PCE en El Bierzo cree que el gobierno ponferradino “puede retrotraer las decisiones tomadas en pleno y rectificar el despropósito. Les invitamos a rectificar por el bien de la ciudad y de las y los trabajadores del servicio”. Maroto pone a disposición de los trabajadores “a la militancia del PCE” y dice que “acompañaran a la plantilla hasta que el gobierno municipal rectifique”. Maroto también incide en que “para tomar esta decisión no se ha contado con la plantilla” y que “mientras prometían municipalizar el servicio, lo privatizaban a escondidas”, cuestión que “merece un rechazo de plano”, concluye.

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Miguel Hernández… «Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye.»

«Ya sabéis, compañeros en penas, fatigas y anhelos, que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad burguesa. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, al reunirnos, en la sabrosa satisfacción de comer como en familia. Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de significación extraña de nuestro modo de ser revolucionario. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos en su vida de espectro por uno de nosotros, durante los veinticinco días que ha conllevado consigo mismo, con la paciencia de un muerto efectivo, allá, en la ultratumba de esta cárcel. El hambre que he traído de aquella trasvida fantasmal a esta otra vida real de preso: el hambre que he traído, y que no se me va de mi naturaleza, bien merece el recibimiento del tamaño de una vaca: Eso sí; como poeta, he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás, el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferiré unas nobles canas. Quedamos, pues, en que hoy me ha correspondido a mí ser pretexto para afirmar, sobre una sólida base alimenticia, nuestra necesidad de colaboración fraterna en todos los aspectos y desde todos los planos y arideces de nuestra vida. Hoy que pasa el pueblo, quien puede pasar, por el trance más delicado y difícil de su existencia, aunque también el más aleccionador y probatorio de su temple, quiero brindar con vosotros. Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxima a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero, ahora, en este mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo. No hay vaso que pueda contener sin romperse la sola bebida que cabe en un puño: el odio. El odio desbordante que sentimos ante estos muros representantes de tanta injusticia: el odio que se derrama desde nuestros puños sobre estos muros: que se derramará. El odio que ilumina con su enérgica fuerza vital la frente y la mirada y los horizontes del trabajador. Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que este odio no sea el del instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye. Vamos, pues, a brindar». Miguel Hernández

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