Andrey Manchuk.— Hace 77 años comenzó una batalla en los alrededores de la localidad de Brody, donde se enfrentaron el Decimotercer Cuerpo del Cuarto Ejército Panzer de la Wehrmacht y las tropas del Primer Frente Ucraniano. Esta batalla, considerada una fase clave de la operación Lvov-Sandomierz, fue crucial para la liberación de Ucrania occidental. Es más, esta batalla ocupa un lugar especial en la historia de Ucrania. Al fin y al cabo, llevó a la derrota de las principales fuerzas de la División Galizien de las SS, la principal formación colaboracionista de nacionalistas ucranianos, que activamente lucharon del lado de la Alemania Nazi que perdió la guerra.
Los nazis trataron de imponer una larga y obstinada defensa contra el Ejército Rojo. Sin embargo, el comando militar soviético dirigido por Iván Konev preparó una pinza con dos golpes simultáneos contra la agrupación militar alemana “Norte de Ucrania”, comandada por el mariscal de campo Walter Model, puede que el más brutal y obcecado de los comandantes del Tercer Reich. La Tercera Guardia y el Decimotercer Ejército debían tacar las posiciones alemanas desde Volinia en dirección a Rava Russka. Y los 60º y 38º ejércitos avanzaban hacia ellos desde la zona recientemente tomada de Ternopol hacia Lviv. Después, las divisiones de tanques debían avanzar para rodear y destruir a las tropas alemanas en la zona de la ciudad de Brody.
El comando alemán había preparado tres nuevas líneas de defensa a la vez. Una de las líneas de tiro, la llamada línea de la zona fortificada, estaba ocupada por la 14ª División Galizien de Granaderos de la Waffen SS. En aquel momento, esta unidad, creada en 1943 fundamentalmente a partir de población grecocatólica de Galizia, contaba con alrededor de 15.000 miembros. La división acababa de llegar al frente desde Neuhammer, donde las unidades habían recibido un entrenamiento militar intensivo. Los generales de la Wehrmacht creían que la población local de nacionalistas ucranianos les ayudaría a contener al Ejército Rojo. Al fin y al cabo, los propagandistas diligentemente describían a los soldados los horrores del terror bolchevique en las tierras liberadas de Ucrania occidental y apelaba a repeler el avance de la horda bolchevique.
Pero la efectiva defensa no funcionó. La batalla de Brody terminó con una rápida y desastrosa derrota de las tropas alemanas y de la división de las SS formada por hombres ucranianos. Tres días después del inicio de la batalla, el 60º Ejército rompió el frente por una estrecha línea de entre 4 y 18 kilómetros de ancho y los ejércitos de tanques de Pavel Rybalko y Dmitry Leluyshenko inmediatamente avanzaron por ella.
El uso de grandes formaciones de tanques en una franja tan estrecha -y en condiciones de desesperados contraataques enemigos- es considerado único en la historia de las operaciones soviéticas en la Gran Guerra Patria. Las formaciones blindadas superaron las posiciones alemanas, se adentraron 50-80km y rodearon a toda la agrupación de ocho divisiones alemanas en Brody, entre ellas la 14ª División de las SS Galizien. Su derrota terminó el 22 de julio: la Wehrmacht perdió a alrededor de 30.000 soldados alemanes muertos, entre ellos su comandante de corps, el general Arthur Hauffe, y más de 17.000 soldados alemanes fueron capturados por las tropas soviéticas.
La División Galizien de las SS quedó prácticamente destruida por las unidades del Primer Frente Ucraniano y perdió a alrededor de 9600 soldados entre muertos y desaparecidos. Según su Jefe del Estado Mayor, Wolf-Dietrich Gaike -todas las posiciones de mando en la unidad colaboracionista estaban ocupadas por oficiales alemanes-, no más de 500 soldados y oficiales de bajo rango escaparon del sitio, que posteriormente se unieron a los miembros de unidades auxiliares que no habían participado en la batalla. Prominentes generales alemanes como Wolfgang Langue, Friedrich Wilhelm von Mellenthin valoraron negativamente las capacidades de combate de la división ucraniana y subrayaron especialmente su pánico al uso de los sistemas de artillería soviéticos Katyusha.
El final de la batalla de Brody creó las condiciones para la posterior liberación de Lviv. Al mismo tiempo, esta operación salvó a la principal ciudad de Ucrania occidental de la destrucción que la amenazaba. Las principales fuerzas alemanas derrotadas en sus alrededores fueron incapaces de imponer la batalla urbana contra el Ejército Rojo como había planeado inicialmente Model. Es más, no hubo terror antiucraniano en los territorios liberados, contrariamente a lo advertido a la población local por miembros de OUN. Al contrario, las unidades de la retaguardia del Ejército Rojo ayudaron a restablecer las infraestructuras y a restablecer la vida económica de los residentes de Galizia tan rápido como fue posible para evitar así la devastación, el hambre y las epidemias que siempre acompañan a la guerra.
Pero en la batalla de Brody hubo otro episodio menos conocido aunque importante para la memoria histórica, hechos documentados de cooperación entre la Wehrmacht y miembros del Ejército Insurgente Ucraniano (UPA), a los que ahora se intenta presentar como luchadores contra el nazismo.
“El comando alemán fue informado de la presencia de unidades de UPA en la zona de Brody. El 15 de julio, cuando las tropas alemanas estaban al borde de la destrucción, se hizo un intento de contacto de los rebeldes para realizar operaciones de combate contra el Ejército Rojo”, dice honestamente la Wikipedia ucraniana. Y es verdad, el teniente-coronel de las SS Román Dolinsky dejó escrito en sus memorias la cooperación entre Galizien y UPA, subrayando que uno de los iniciadores de esos contactos fue Fritz Freitag. Y escribió también que los restos de las SS se unieron tras la batalla con las unidades de UPA. Este detalle en sí mismo refuta el mito de propaganda sobre la naturaleza “antinazi” del movimiento nacionalista ucraniano.
Esta fecha debería conmemorarse en Ucrania. Sin embargo, hoy en día está olvidada y la propaganda nacional ucraniana abiertamente ignora la historia de la humillante derrota de los colaboracionistas ucranianos. Aunque sea especialmente necesario contársela a la nueva generación de ucranianos.
