Nuria Barbosa León.— La presencia solidaria de la Brigada Médica Cubana en Haití cultiva hazañas desde 1998, cuando el huracán Georges azotó con fuerza al país caribeño. Desde entonces, los galenos cubanos socorrieron al pueblo haitiano, como luego del sismo ocurrido en 2010, la epidemia de cólera desatada después y ahora tras el terremoto de gran magnitud del 14 de agosto.
El cirujano Pavel Castro Viejo cuenta que el día del sismo se dirigió al hospital de Aken, departamento de Nipe, a realizar su servicio de guardia, cuando sintió el movimiento telúrico, y luego las múltiples réplicas destruyendo casi toda la ciudad, incluido su lugar de trabajo.
«Lo triste de ese escenario fue que al destruirse el hospital tuvimos que atender pacientes en el suelo. Parecía que había caído una bomba sobre la ciudad. Me golpeó la impotencia de no poder operar a nadie por la falta de recursos que se encontraban atrapados en los escombros. Lo más impactante fue ver morir a dos niños, uno de cuatro años y otro de diez; solo pude aliviarles el dolor», relata el galeno a través del correo electrónico.
Para él fueron una pesadilla los días siguientes, porque recibió a pacientes con heridas múltiples. Calificó de tarea titánica lo vivido en los locales adaptados para asistir a los haitianos, «poniendo en alto una vez más el lugar bien merecido que posee nuestro país y cumpliendo con el compromiso que tenemos con la historia, con este país hermano, sin faltar a nuestro juramento de salvar vidas al precio que sea necesario».
Esa es la esencia que también defiende Teresa Cárdenas Dubrellat, licenciada en Enfermería con el perfil de instrumentista para el equipo quirúrgico, en el Hospital Comunitario de Referencia de Port-Salut: «Todos nos mantenemos con mucha preocupación por la catástrofe, pero continuamos defendiendo el honor del ejército de batas blancas que somos», dijo vía WhatsApp.