Pandora papers: parasitismo y descomposición del capitalismo

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Recientemente se dio a conocer el resultado de una investigación hecha en 117 países por 600 periodistas del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, a la cual denominaron Pandora Papers (Papeles de Pandora), y que básicamente, consistió en filtrar casi 12 millones de documentos confidenciales de empresas financieras que involucran a políticos de alto nivel, artistas, deportistas, literatos, curas y grandes magnates que usan los llamados paraísos fiscales para evadir impuestos en sus países de origen y lavar capitales procedentes de negocios ilícitos.

Se conocieron nombres de personas muy famosas a nivel mundial, que acuden a los paraísos fiscales, tales como Shakira, Julio Iglesias, Mario Vargas Llosa, entre otros; de representantes del régimen uribista y de los políticos de los partidos burgueses de Colombia, aparecen nombres como Andrés Pastrana y César Gaviria (expresidentes), Lisandro Junco Riveira (Director de la Dian), Martha Lucía Ramírez (actual vicepresidente), Enrique Peñalosa (exalcalde de Bogotá), entre otros.

La burguesía y sus representantes políticos, son expertos en hablar basura para comprometer en teoría a «toda la sociedad» a la hora de hacer los sacrificios, pero en realidad, descargan sobre el lomo de la clase obrera y la pequeña burguesía arruinada los efectos de la crisis, obligando a los más pobres a pagar costosos impuestos mientras a los grandes capitalistas les entregan billones a montones con la mentira de generar empleo, como lo hace la reforma tributaria aprobada recientemente, y uno de los motivos del poderoso levantamiento social del 28 de abril.

Mientras miles de trabajadores asalariados y pequeños propietarios son golpeados por el régimen uribista con la reforma tributaria, que los obliga a pagar onerosos impuestos con la declaración de renta, en nombre del «progreso social», del «desarrollo del país», de la “equidad social” y demás palabrería hipócrita, los grandes capitalistas hacen maromas leguleyas y financieras para evadir impuestos y ocultar sus multimillonarias ganancias en los paraísos fiscales. Impuestos para los pobres y dádivas para los ricos, medidas draconianas contra los trabajadores y protección legal a los grandes evasores. Tal es la lógica de la burguesía imperialista y de los burgueses y terratenientes en Colombia.

Pero pandora papers, no solo muestra el descaro de los grandes capitalistas evasores de impuestos y el lavado de dineros de negocios oscuros, como el hecho de que el mismísimo recaudador de impuestos en Colombia, el director de la DIAN, sea un evasor. También pone de manifiesto el parasitismo de la burguesía y la gigantesca brecha entre la inmensa mayoría, de quienes sostienen la sociedad con su trabajo y son llevados cada vez más a la miseria, y la ínfima minoría holgazana cada vez más opulenta y ociosa, indicado a su vez el parasitismo y descomposición del capitalismo imperialista, cuyas clases dominantes no deben seguir dirigiendo los destinos de la sociedad y deben ser barridas con la revolución de los trabajadores.

Por eso, cuando salen a la luz investigaciones como pandora papers, todos salen a justificar la procedencia de sus fortunas y la legalidad de sus negocios, porque le temen al pueblo trabajador que ya está hastiado de ser bestia de carga. Le temen a que cualquier día el pueblo diga ¡Basta Ya! Y se decida destronarlos. Sienten horror ante los pasos de unidad, organización y lucha de los oprimidos y explotados; pues en la medida en que estos tomen conciencia de su papel en la sociedad y de su misión histórica, su fin se acerca: el capitalismo será destruido y con él, los lujos y privilegios de que gozan. Saben que cuando el proletariado dirija la sociedad bajo la dictadura de los obreros y campesinos armados, también llegará el «castigo» más temido por los capitalistas holgazanes: tendrán que trabajar para poder comer; y allí, ya no podrán esconderse en los «paraísos» de la corrupción y de la impunidad.

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Miguel Hernández… «Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye.»

«Ya sabéis, compañeros en penas, fatigas y anhelos, que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad burguesa. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, al reunirnos, en la sabrosa satisfacción de comer como en familia. Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de significación extraña de nuestro modo de ser revolucionario. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos en su vida de espectro por uno de nosotros, durante los veinticinco días que ha conllevado consigo mismo, con la paciencia de un muerto efectivo, allá, en la ultratumba de esta cárcel. El hambre que he traído de aquella trasvida fantasmal a esta otra vida real de preso: el hambre que he traído, y que no se me va de mi naturaleza, bien merece el recibimiento del tamaño de una vaca: Eso sí; como poeta, he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás, el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferiré unas nobles canas. Quedamos, pues, en que hoy me ha correspondido a mí ser pretexto para afirmar, sobre una sólida base alimenticia, nuestra necesidad de colaboración fraterna en todos los aspectos y desde todos los planos y arideces de nuestra vida. Hoy que pasa el pueblo, quien puede pasar, por el trance más delicado y difícil de su existencia, aunque también el más aleccionador y probatorio de su temple, quiero brindar con vosotros. Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxima a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero, ahora, en este mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo. No hay vaso que pueda contener sin romperse la sola bebida que cabe en un puño: el odio. El odio desbordante que sentimos ante estos muros representantes de tanta injusticia: el odio que se derrama desde nuestros puños sobre estos muros: que se derramará. El odio que ilumina con su enérgica fuerza vital la frente y la mirada y los horizontes del trabajador. Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que este odio no sea el del instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye. Vamos, pues, a brindar». Miguel Hernández

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