Ernesto Estévez Rams.— «Nos volveremos a ver / no sé dónde, no sé cuándo/ pero sé que nos volveremos a ver un día soleado», cantaba Vera Lynn a las tropas británicas durante la Segunda Guerra Mundial. Su popularidad fue tal, como voz de aliento a los soldados que luchaban contra el enemigo fascista, que le llamaron el sweetheart de las fuerzas armadas. La canción titulada We’ll meet again se volvió un himno para todos, «iluminando las horas más oscuras de la resistencia británica». Estaba casada con Harry Lewis, un músico judío que tocaba el clarinete y el saxofón en la orquesta de Ambrose, donde Vera entró en 1937 como cantante. Lewis luchó en las fuerzas aéreas británicas durante la guerra. Bert Ambrose era también judío, de ascendencia polaca y, junto a Vera, organizaba sesiones de recaudación para financiar la huida de niños judíos de la Alemania nazi.
Vera había nacido como Vera Margaret Welch en un barrio obrero de Londres a un año de finalizar la Primera Guerra Mundial, tomó su nombre artístico del apellido de soltera de su abuela. Durante la guerra, en un programa radial, Sinceramente tuyo, cantaba extractos de cartas de familiares y queridos a los soldados en el frente. Su amigo, el comediante Harry Secombe, bromeaba diciendo que Churchill no había derrotado a los nazis. Vera los cantó hasta su muerte. Como resultado de su popularidad, fue atacada por, según sus críticos, «minar la moral de los soldados» con su voz sobresentimental y su acento cockney, el dialecto de los obreros y los barrios humildes de Londres. Vera respondió a las críticas enfatizando en que «son los millones de cockney los que están luchando en esta guerra».
A pesar de ser la primera artista británica en tener, en 1952, un hit número uno en las listas de EE. UU., la BBC no la contrató por varios años después de la guerra, pues consideraba que su estilo estaba «fuera de moda». Sin embargo, para 1955, la BBC la regresó en la recién estrenada televisión comercial y su éxito fue lo suficientemente robusto como para aguantar la invasión del Rock and roll y la llegada de los Beatles en los 60. Hay una versión de Fool on the Hill cantada por Vera.
Aunque no siempre evidente, el rock británico hereda mucho de todas esas tradiciones musicales que le precedieron. No siempre como influencia musical directa, a veces solo como espíritu general de los tiempos. En su evolución, el rock no fue ruptura caída de la nada, sino aterrizada en muchas y diversas fuentes de origen. Entendiendo ese pasado es que se comprende que, en su desarrollo, el rock británico tuvo la tendencia temprana de derivar hacia formas más elaboradas de música con evidentes nexos con la música de concierto, las obras largas donde las canciones eran vistas como parte de un conjunto. El rock progresivo es un invento británico que sacó de la vereda al rock del decaído imperio, para llevarlo a caminos de creación más trascendentes. Discrepando de su contraparte norteamericana, le dio a la anécdota musical un contexto musical y literario donde sentirse grande. Para algunos, Sgt peppers lonely heart club band es el primer álbum de genuino progressive rock de la historia.
Es en ese contexto donde nacen bandas, hoy legendarias, como Emerson, Lake and Palmer, Genesis, Yes, Jethro Tull, King Crimson y Mike Oldfield, que incorporaron una elaboración musical con claras influencias clásicas en su manera de tocar. Al otro lado del océano, grupos como Kansas, Rush y Frank Zappa, sobre todo el primero, tuvieron sus etapas progresivas con obsesión técnica por los instrumentos y un cuidado extremo en el sonido que producían. Pero en Estados Unidos no llegaron a corriente principal. Nunca de audiencias masivas, el rock progresivo se constituyó en la élite de un conjunto de géneros agrupados bajo la etiqueta de rock. Quizá este nunca tuvo periodo más sublime.
Tres años antes de que Reagan llegara al poder abriendo las puertas a la ola conservadora cuyos ecos llegan hasta hoy, Roger Waters, cantante de la agrupación que define por sí sola un tipo, Pink Floyd, en 1978, compuso, para el álbum The Wall, la canción Vera. En la película de igual nombre al álbum, Pink, desilusionado, recuerda a Vera Lynn mientras mira en la televisión la película La Batalla de Bretaña. Una breve canción en uno de los últimos álbumes conceptuales de una era: apenas dura poco más de un minuto.
Si la era Reagan inauguró al neoliberalismo como contraofensiva global, económica y política, del capitalismo monopolista de Estado, su reflejo en la música fue aplastante. mtv fue la pasarela donde se exponían los resultados de la línea de producción de Ford llevada a la industria musical. El videoclip mainstream terminó destrozando la pieza musical, como Walt Disney termina cercenando la imaginación de los infantes, al quitarles el derecho de hacerse su propia imagen de los héroes y heroínas de los cuentos infantiles, y forzarles estereotipos masticables y, más importante aún, repetitivos con solo cambios de vestuario. Con la tiranía del videoclip, se acabaron obras largas y orgánicas para elevar la anécdota, ahora no solo musical, sino visual, a su coronación. Cabalgando sobre un prestigio bien ganado, se sustituyó el desenfado orgánico de Robert Plant sobre el escenario, con la impostura de unos seudopayasos disfrazados de kabuki que ni entendían el teatro japonés, ni tampoco al rock como forma extramusical de contrahegemonía.
El glamour fue al rock lo que el disco se volvió para el soul. No se trataba de una forma musical dentro del género, sino de una manera falsa de asumir el hecho que rebasaba lo meramente musical. Fue la venganza de la hegemonía del capital sobre el susto contrahegemónico de los 60 y parte de los 70. El fraude de la fiera domesticada.
Para cuando llegó la segunda mitad de la década del 80, el glamour rock había barrido a lo progresivo de la escena musical del rock. Las grandes obras que pretendieron con variable éxito rebasar las limitaciones de la pieza más o menos feliz, para hacer álbumes como conceptos únicos desde el primero hasta el último título, habían sido sustituidos por lentejuelas aspirando a la gran escena. Por la cuña glamour entraron sin piedad las huestes de la industria de enlatados, destrozando lo que con todo cuidado se había logrado construir al margen de las condescendencias y el rechazo a servir pastos para públicos complacientes. La masacre fue casi total: Genesis terminaba siendo Phil Collins; elp se reencarnaba en Asia y el Heat of the moment no alcanzó para revivir al fenecido; Yes naufragaba en Owners of a Lonely Heart; California se volvía If you leave now, pareciendo que les imploraba a sus seguidores que no los abandonaran por prostituirse. El final countdown a lo que todo ellos representaban se los dio Europa.
Pudiera argüirse que el rock progresivo fue víctima de sí mismo, al agotarse en su grandiosidad, buscando oligofrénicamente la trascendencia casi mística en cada esfuerzo, lo que terminó agotando a los músicos y a los oyentes. Pero hay mucho más a esta historia que lo exclusivamente musical. Podemos darle todas las vueltas que queramos, pero el mercado termina siendo a la larga enemigo del arte.
Vera murió el 18 de junio de 2020 a los 103 años, cuatro meses antes, la Organización Mundial de la Salud declaró a la COVID-19 una pandemia global. En medio de ella, apenas hace unos meses, como tantos músicos reducidos a sus casas, Roger Waters retomó los instrumentos, se buscó acompañamientos remotos y grabó una sesión casi unplugged de música. El viejo, con guitarra acústica. A pesar de ser obras anteriores, algunas de Pink Floyd y otras de otros, el resultado es una sesión que rememora aquellos tiempos en que el rock era de hacer cosas que no cupieran en envueltos de papel como los McDonald’s. En apariencia un homenaje de nostalgias, pero que al terminar con el We shall overcome the Pete Seeger se vuelve un canto de esperanza, como aquel que Vera cantaba a los soldados empeñados en derrotar al fascismo y defender su patria.
La segunda pieza de la sesión es Vera, cantada de tal suerte que se te hace un nudo en la garganta: «¿Hay alguien aquí que recuerde a Vera Lynn? / recuerde como decía / nos encontraremos otra vez / un día soleado / Vera, Vera / ¿Qué ha sido de ti?».