Guerra, imperialismo, fascismo y capital monopolista: hoy como en 1933

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Juan Manuel Olarieta.— Las guerras se han definido de muchas maneras porque, en efecto, tienen muchos rostros diferentes. En 1936 el general del Cuerpo de Marines Smedley J. Butler dio una que no es muy conocida en un libro titulado “La guerra es un pelotazo” (The War Is a Racket). Quizá si no hubiera negocios no habría tantas guerras y por ello los pacifistas deberían oponerse un poco más a los beneficios económicos que algunos obtienen con ellas.

 

Las armas y las guerras son hoy un sector económico con una parte pública, los presupuestos del Estado, y otra privada, las empresas armamentistas, es decir, que son un modelo de capitalismo monopolista de Estado, consolidado tras la Segunda Guerra Mundial en lo que Eisenhower llamó en 1960 “complejo militar industrial”.

La hegemonía mundial del imperialismo estadounidense se logró -entre otras cosas- gracias a dicho “complejo” y a la “ayuda” prestada para la reconstrucción de una Europa que en 1945 había quedado devastada por la guerra.

El formato legislativo de aquella “ayuda” fue el préstamo y arriendo, que permitía un doble negocio: alquilar mercancías a Estados Unidos con préstamos cencedidos por Estados Unidos. Durante décadas fue un mecanismo de sumisión comercial y financiera que ahora se traslada a Ucrania. Por ejemplo, la URSS, que se acogió a los préstamos y arriendos de Estados Unidos, nunca pudo devolver el dinero prestado; Rusia heredó las deudas y no las acabó de pagar hasta 2006. Estados Unidos no perdonó ni un céntimo a nadie.

Si Ucrania, que es un Estado paria desde hace muchos años, sobrevive total o parcialmente a esta guerra, jamás podrá pagar sus deudas a Estados Unidos. Ni en otros 61 años que transcurran. Siempre dependerá de la “ayuda internacional”, de los préstamos del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras sanguijuelas parecidas. Si no quiere que sus amos le cierren el grifo del dinero, siempre tendrá que hacer lo que le digan sus amos de Washington.

La ley de préstamo y arriendo no es, pues, otra cosa que un pelotazo a gran escala cuyos beneficios irán a parar a las grandes empresas armamentistas de Estados Unidos. El libro de Butler (1) se inspiró en un intento de Golpe de Estado que ensayaron esas grandes empresas y otras contra el Presidente Roosvelt en 1933. Los grandes capitalistas fracasaron entonces, pero su modelo de negocio se impuso definitivamente después de Pearl Harbour.

Es un modelo que Eisenhower calificó de “influencia total”, tanto económica, como política y espiritual que dejó su impronta con la Guerra Fría y el terror subyacente a la mera exhibición de armas nucleares, de fuerza y capacidad de destrucción. La estructura misma de nuestra sociedad, dijo Eisenhower, está configurada por el armamento, el militarismo y la amenaza de guerra.

El cuadro social y político del militarismo no quedaría completo sin tener en cuenta al fascismo, y no porque Ucrania lo haya puesto encima de la mesa ahora, sino porque en los años treinta el fascismo ya estaba en el candelero en Italia, en Alemania y… en Estados Unidos. El Golpe de Estado que intentó Wall Street contra Roosvelt trató de imponer un régimen fascista. En cualquier lugar del mundo, el imperialismo y la guerra no se pueden entender sin el fascismo.

Los grandes capitalistas nunca se ensucian las manos por sí mismos. En el golpe de 1933 (llamado “complot de los negocios” y también “de Wall Street”), la carne de cañón que utilizaron fue una organización fascista de veteranos que había combatido en la Primera Guerra Mundial, un modelo exactamente igual al de Italia y Alemania. Los golpistas ofrecieron al general Butler encabezar el derrocamiento de Roosvelt, a lo que él se opuso.

El Congreso creó una comisión de investigación, que tapó el asunto, y lo mismo hizo la prensa, encabezada por el New York Times, que se burló de Butler, calificando su denuncia como un “gigantesco engaño”. Nunca hubo nada de lo que denunció. Los nombres de los millonarios implicados en la intentona se borraron del informe final del Congreso. No puede haber fascismo, ni en Estados Unidos ni en Ucrania, porque sus cómplices siempre mantienen la boca cerrada. La versión oficial no puede digerir que los tiburones de Wall Street organizaran y financiaran un Golpe de Estado fascista en la Meca de la democracia.

“Los Camisas Grises de Nueva York se organizaron para eliminar a los ‘profesores universitarios comunistas’ del sistema educativo de la nación, y los Camisas Blancas, con sede en Tennessee, llevaban una cruz cruzada y agitaban la toma de Washington. JP Morgan Jr, uno de los hombres más ricos del país, había conseguido un préstamo de 100 millones de dólares para el gobierno de Mussolini. Se negó desafiantemente a pagar el impuesto sobre la renta e imploró a sus compañeros que se unieran a él para socavar a FDR”, o sea, a Roosvelt, recordaba recientemente The Guardian (2).

Las historietas con la que nos entretienen los farsantes que lloriquean con el fantoche de la “extrema derecha” tampoco pueden digerir el hilo conductor del Golpe de Estado de 1933 con la crisis capitalista de 1929. La guerra, el imperialismo, el fascismo y el capital monopolista son los términos de la misma ecuación, tanto si hablamos de Alemania en 1933, como de Ucrania en 2022.

(1) https://books.google.es/books?id=trl4DwAAQBAJ
(2) https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/jan/11/trump-fdr-roosevelt-coup-attempt-1930s

Fuente: mpr21.info

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