Obligado cambio de discurso

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A lo largo de los últimos días ha quedado claro un significativo cambio en la estrategia de comunicación de Ucrania, que se ha trasladado también a la prensa occidental. Desde que comenzara en febrero de este año la intervención rusa, los principales medios de comunicación habían protegido a Ucrania de responder por el número de bajas y las pérdidas reales que estaba suponiendo la guerra. Desde las primeras semanas de la guerra, las autoridades ucranianas prohibieron difundir imágenes de los daños causados por los bombardeos rusos, tratando así de limitar el daño informativo que estaba suponiendo la propagación de imágenes de las infraestructuras ucranianas destruidas por los misiles rusos.

La retirada rusa del norte de Ucrania hizo pensar a políticos, periodistas y expertos que el final de la guerra podía estar cerca y que el colapso ruso podría incluso producirse en la batalla por Donbass. Siempre dispuesto a ver un inminente descalabro ruso, Anders Åslund escribía a finales de mayo en el influyente Foreign Affairs un artículo titulado “Putin va a perder esta guerra” y afirmaba de forma tajante que era cada vez más improbable que Putin fuera a lograr su objetivo de “liberar Donbass del control de Kiev” y llamaba al mundo a prepararse para la inestabilidad que supondría la “humillante derrota” de Rusia. La publicación del artículo, previsiblemente escrito mucho antes, coincidía con una serie de avances rusos en Donbass que han supuesto un cambio de iniciativa en la batalla y la consiguiente adaptación del discurso informativo de Kiev.

Las dificultades que las tropas ucranianas están teniendo en Donbass ha limitado al norte de Járkov y Jerson las posibilidades de obtener victorias que presentar como puntos de inflexión en busca de un cambio de iniciativa en favor de Ucrania. Tras unas semanas de éxitos reales e imaginarios -la llegada de las tropas ucranianas a la frontera rusa fue escenificada en busca de una victoria para la propaganda-, la situación ha vuelto a complicarse para las tropas ucranianas en esa zona. En el sur de la región, las tropas rusas avanzaron desde Izium y estos días han logrado controlar localidades importantes para el avance sobre Slavyansk como Svyatogorsk o Krasny Liman.

También en la región de Jerson se han sobredimensionado los éxitos de los constantes intentos de contraataque ucraniano. Pero tampoco ese limitado éxito ha impedido que Ucrania busque victorias informativas que no se corresponden con la realidad. En abril, Kiev y sus socios, en este caso el Reino Unido, trataron de presentar la ciudad como territorio “disputado” en lugar de bajo control ruso, con la esperanza de recuperar el control de la ciudad de forma prácticamente inminente. Casi dos meses después, la ciudad de Jerson, como la ciudad de Melitopol, que ejerce de centro regional de la parte de Zaporozhie capturada por las tropas rusas, se mantiene bajo control de la Federación Rusa, que ha comenzado a dar los mismos pasos que ya diera en Donbass: introducción de la zona rublo, inicio del pago de pensiones y del proceso de recepción de peticiones de pasaportes rusos. En vísperas del Día de Rusia, que se celebra hoy, 12 de junio, los primeros residentes de Jerson y Melitopol recibieron ya sus pasaportes rusos.

La consolidación de la situación en los centros urbanos de Jerson y el sur de Zaporozhie -al margen de las ofensivas ucranianas al norte de Jerson y el infructuoso intento ruso de avanzar sobre Guliaipole hacia el norte de Zaporozhie- ha causado preocupación en Bankova, fundamentalmente por la colaboración de las élites económicas con las nuevas autoridades. La ausencia de guerra y destrucción en las ciudades, las facilidades que supone la reducción de los precios de productos tan importantes como el combustible, el inicio del pago de pensiones rusas y la posibilidad de garantizar la cosecha de este año, en duda en muchas zonas de Ucrania, hace temer a Kiev que, en unos meses, la vida económica de la región mire más hacia Sebastopol, Donetsk o Moscú que hacia Dniepropetrovsk o Kiev. En busca de ese escenario, las autoridades rusas no solo han recuperado los monumentos soviéticos conmemorando la victoria en la Segunda Guerra Mundial, sino que se han colocado carteles que anuncian que “Rusia está aquí para siempre”, con lo que Moscú trata de remarcar que una retirada pactada, que habría sido posible en caso de un acuerdo en las primeras semanas de la intervención rusa, ya no está sobre la mesa.

Pero el punto decisivo para la necesidad de actualizar la estrategia de comunicación de Kiev ha sido el estado del frente de Donbass, principal batalla de esta guerra y donde se concentran algunas de las mejor entrenadas y armadas unidades del Ejército Ucraniano, que se enfrentan a unas tropas combinadas de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa y de los ejércitos de la RPD y la RPL, unidades de la Guardia Rusa y soldados de la compañía privada Wagner. Aunque sin aumentar su agrupación y sin realizar una movilización siquiera parcial en Rusia, las tropas rusas y republicanas han logrado infligir serias pérdidas en las tropas ucranianas en Donbass, primero en Mariupol y después en Popasnaya, Rubezhnoe, Severodonetsk e incluso Krasny Liman.

Es ahí donde se concentra ahora la batalla y la destrucción y también donde se juega cómo continuará la guerra. La estrategia rusa ha quedado clara: frente a la posibilidad de intentar embolsar a toda la agrupación de Donbass avanzando desde Izium y Donetsk, se ha optado por un avance más lento, ciudad a ciudad, avanzando desde Popasnaya y Rubezhnoe al este y desde Izium y ahora Krasny Liman al norte. Mucho más pobladas y fortificadas, las zonas de las afueras de Donetsk y Gorlovka han supuesto mínimos avances.

Por la parte de Ucrania, dos son las posturas en pugna a lo largo de las últimas semanas. En este tiempo, desde antes incluso de la caída de Mariupol, Valery Zaluzhny, comandante en jefe del Ejército Ucraniano, propuso a Zelensky retirar las tropas de la primera línea (de Severodonetsk y Lisichansk hacia Kramatorsk-Slavyansk, a lo largo de la línea azul que muestra el mapa publicado por el canal de Telegram Rezident) para crear un frente estable y desde el que poder enfrentarse con más garantías a las tropas rusas. Su opción buscaba salvar las vidas de los soldados de esas unidades con el objetivo de plantar cara a Rusia desde una posición de fuerza, especialmente a medida que fueran llegando los suministros extranjeros, especialmente la artillería de largo alcance

Pero frente a esta opción defendida por la autoridad militar y que contaba con el apoyo de Estados Unidos, se ha impuesto la opción de la Oficina del Presidente -ahora mismo el único Gobierno del país-, apoyada por el Reino Unido, que en estos meses se ha destacado como el socio más beligerante de Ucrania. Es más, el propio Boris Johnson se jactó de haber trasladado a Volodymyr Zelensky que, aunque Ucrania aceptara los términos que Rusia planteaba en las negociaciones, Occidente no lo haría. Un paso más en el intento occidental de hacer descarrilar cualquier intento de resolución diplomática al enfrentamiento entre Ucrania y Rusia.

La opción de Ermak, Zelensky y Johnson supone luchar hasta el final por cada localidad de Donbass con el objetivo de retrasar al máximo el avance de las tropas rusas. No se han cumplido las palabras del inicio de la contraofensiva que Oleksiy Arestovich presagiaba para junio, pero esa sigue siendo la esperanza de quienes defienden esta estrategia basada en la confianza en que las armas occidentales equipararán las fuerzas, especialmente en términos de artillería, y Ucrania podrá comenzar a recuperar territorios perdidos. Sin embargo, Kiev lleva meses recibiendo refuerzos de armamento de Occidente y esos avances no han supuesto ningún cambio sustancial en el frente. Es más, las grandes victorias de Ucrania como el hundimiento del Moscva, se han realizado con armamento ucraniano. Tampoco las dificultades rusas para atravesar el río Seversky Donets se han debido a la artillería occidental, sino a la artillería ucraniana.

Sin embargo, ese es el argumento fundamental del discurso ucraniano, que esta semana ha sido adoptado rápidamente por la prensa sin necesidad de explicar por qué durante tres meses se ha ignorado el dato de bajas y pérdidas ucranianas y se ha sobreestimado el dato de bajas rusas para dar una sensación de victoria ucraniana a pesar de los avances rusos. Y si hace unas semanas The New York Times exigía a Ucrania un toque de realismo con unos objetivos que pudiera cumplir en lugar de buscar una improbable victoria completa contra Rusia, el discurso ha tomado un giro hacia un catastrofismo que, igual que el triunfalismo de marzo, tampoco se corresponde con la realidad.

En un artículo publicado el viernes en The Guardian, Vadym Skibitsky, alto cargo de la inteligencia militar, alerta sobre la dramática situación de las tropas ucranianas, aspecto que en estas últimas dos semanas se ha convertido en la base del discurso ucraniano. Tras ocho años de guerra y de construir lo que tanto Poroshenko como Zelensky han calificado del “ejército más fuerte de Europa”, Ucrania alega ahora carecer de la artillería suficiente para luchar contra Rusia. Sin embargo, la falta de proyectiles no ha sido un problema para bombardear a diario esta semana barrios residenciales de la ciudad de Donetsk que carecen de objetivos militares con ataques que no buscan tampoco avances territoriales. “Ahora todo depende de lo que nos den”, alega Skibitsky, que afirma que “Ucrania tiene una pieza de artillería por cada 10 o 15 que tiene Rusia”, continúa, olvidando que la agrupación rusa en Donbass es limitada y no cuenta, ni mucho menos, con todos los medios del Ejército Ruso.

Esas palabras han sido suficientes para que gran parte de la prensa llame la atención sobre el déficit de proyectiles y piezas de artillería del Ejército Ucraniano, que realmente es uno de los más grandes de Europa y que de ninguna manera depende de los suministros occidentales para continuar la guerra. Con escasa distancia entre las partes en conflicto en Donbass, la artillería occidental, cuya ventaja es la posibilidad de disparar desde mayor distancia, difícilmente podría suponer la diferencia que Zelensky trataba de alegar esta semana en la lucha por Severodonetsk, calificada por el presidente ucraniano de decisiva para el devenir de la batalla por Donbass.

Los medios con los que Ucrania cuenta, sumados a los suministros extranjeros -que en solo tres meses han conseguido dejar bajo mínimos las reservas occidentales- serían suficientes para luchar contra cualquier ejército europeo, explicaba el ministro de Defensa Oleksiy Reznikov. Eso sí, a pesar de tres meses de constantes alegaciones de falta de preparación del Ejército Ruso, que ya en marzo iba a dejar de disponer de misiles y había perdido tantos tanques que comenzaba a utilizar tanques de los años ochenta (que sí utilizan las milicias, esos ejércitos a los que Ucrania no ha podido derrotar en ocho años), el ministro admite que los medios con los que cuenta Ucrania son suficientes para luchar contra Rusia.

En su entrevista a The Guardian, Skibitsky afirma algo obvio: “Esta es una guerra de artillería”. Lo fue desde 2014 y lo ha seguido siendo desde la intervención rusa. Ha sido la artillería la que ha causado gran parte de las bajas en Bucha o Irpin, tal y como verificaron incluso medios occidentales, los daños en Mariupol, Rubezhnoe o Severodonetsk y la que se cobra a diario las vidas de civiles en Donetsk, Gorlovka o, como esta semana en zonas de la retaguardia como Stajanov. La insistencia en la artillería y la superioridad rusa en este aspecto se debe únicamente a exigir un mayor y más rápido suministro occidental, especialmente de proyectiles de largo alcance con el que poder atacar, no solo Severodonetsk esté donde esté la línea del frente, sino Jerson, la isla de las Serpientes, o incluso Crimea u otros territorios rusos. Una opción que Joe Biden, más moderado que su homólogo británico, trata de evitar.

Con el mismo objetivo, esta semana se ha resaltado especialmente el elevado número de bajas ucranianas. Si Volodymyr Zelensky afirmó que Ucrania pierde entre 60 y 100 soldados al día otros oficiales han dado cifras aún más altas: el ministro Reznikov repitió la cifra de 100, Mijailo Podoliak la elevó a entre 150 y 200 y Oleksiy Arestovich ha llegado a mencionar en las últimas horas unas cifras de entre 200 y 300. Esas cifras pondrían las bajas ucranianas entre 1800 y 9000 soldados al mes, a los que habría que sumar los desaparecidos (que no computan en las cifras de fallecidos) y los numerosos heridos. De continuar en esa tendencia, y nada indica que vaya a cambiar, esos datos harían difícilmente sostenible para Ucrania mantener un conflicto que desde Kiev se ve como una guerra larga en la que pretende recuperar por lo militar los territorios perdidos desde el 24 de febrero.

Sin ninguna intención de apelar a la diplomacia en busca de una salida negociada, Ucrania continúa alegando que la artillería occidental supondría el punto de inflexión que desequilibraría el conflicto en favor de Ucrania. Con artillería occidental de largo alcance, la batalla por Severodonetsk se ganaría en unos días, alegó el gobernador de la parte de Lugansk bajo control ucraniano Serhiy Haidai. Y en dos o tres días más, las fuerzas especiales limpiarían la ciudad de tropas rusas.

En riesgo de perder la batalla decisiva, pero al mismo tiempo a punto de ganar la guerra, el cambio de discurso de Ucrania busca únicamente garantizar el constante suministro de financiación y armamento -puede que a largo plazo también de combatientes- que no peligre con el paso del tiempo para evitar así una negociación y un compromiso que cada vez se sugiere con más frecuencia desde los mismos medios que, hasta hace unas semanas, no ponían en duda la victoria ucraniana. Esa postura ucraniana, unida a la determinación rusa de tomar las regiones de Donetsk y Lugansk y de no abandonar los territorios capturados en Jerson y Zaporozhie, garantiza la continuación de la guerra, la muerte y la destrucción física y económica de Ucrania y de Donbass.

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