Sólo a través de la organización comunista acabaremos con las clases sociales

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La negación de las clases sociales siempre ha sido una constante por parte de la clase explotadora: la capitalista. A ésta le encanta decir cosas tan insultantes e inaceptables como que “tenemos que remar juntos, porque vamos en el mismo barco”. Lo que nunca dicen es que, mientras ella va a todo confort en la parte más cómoda y lujosa, los explotados movemos la embarcación remando en condiciones infrahumanas, la mayor parte de las veces.

 

Tampoco la socialdemocracia, parte inherente del capitalismo y defensora a ultranza del mismo, reconoce, claramente al menos, la existencia de las clases sociales. El reformismo utiliza términos tan engañosos como ridículos: casta, los de arriba y los de abajo, gobiernos decentes (como si los gobiernos capitalistas pudieran serlo)… y demás idioteces con tal de no reconocer abiertamente la lucha de clases.

No cabe duda de que los ricos existen porque existen los pobres. Y eso es así no porque en el mundo no se poseen los recursos suficientes para que todos sus habitantes puedan vivir con dignidad, sino porque están en manos de unas pocas personas que viven muy por encima de lo que les corresponde a base de explotar al grueso de los pobladores de nuestro maltratado planeta.

Últimamente se escucha o se lee muy a menudo “que los ricos paguen más impuestos” o “que paguen más las grandes fortunas”.

Obsérvese de que no se habla de erradicar la riqueza y, por ende, la pobreza (es decir, las clases sociales), sino de que la distancia entre ésta y aquella sea un poco, sólo un poco más corta. ¿Gesto humano por parte de los explotadores? En absoluto. En todo caso, lo que les mueve es el miedo a que la clase explotada (la obrera) tome finalmente conciencia (estamos tardando demasiado) y se subleve.

Esta es una propuesta del reformismo o socialdemocracia, que su papel siempre ha sido el de facilitar las ingentes ganancias del gran capital y repartir limosna a los y las damnificas por sus políticas favorables a las élites del capitalismo.

Una interesada propuesta del reformismo o socialdemocracia que, por cierto, nunca acaban de materializar ni a nivel autonómico ni de todo el Estado. ¡Ni eso son capaces de llevar a la práctica!

Pero, ¿qué esperar de quienes cuando hablan de República o Gobierno eliminan la palabra socialista y la reemplazan por la palabra “decente”? Nada, en absoluto.

A quienes empecinados esperan algo de ellos y de ellas sólo hacerles una sincera recomendación: esperen sentados.

Harían bien, sin embargo, en sumarse (ojalá que de manera consciente) a quienes luchan por la organización comunista; la única manera que tenemos, los y las explotadas de alcanzar un mundo nuevo, libre de clases sociales.

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