El terror policial en Estados Unidos

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Un proyecto internacional de medios alternativos, Peoples Dispatch, orientado a investigar y publicar aspectos de la realidad social que no son tratados habitualmente por las grandes cadenas de comunicación ha publicado recientemente un trabajo dedicado a exponer las prácticas criminales de las policías estadounidenses y las maniobras de ocultamiento o justificación de tales prácticas a los ojos del público.

 

En lo que va del mes de julio, la policía ha matado al menos 52 personas en Estados Unidos, ha actuado con mortal negligencia en su inoperante respuesta a la masacre desatada por un tirador solitario en Uvalde, Texas.

A la gravedad de los crímenes se agrega la forma engañosa o confusa en que se comunican para ocultar o minimizar los actos ilegales que podrían estar produciéndose. Cuando se habla, por ejemplo, de un asesinato cometido a manos de un policía, se lo comunica como “un oficial involucrado en un tiroteo”, frases que muchas veces son repetidas acríticamente por los medios que se transforman así en vectores de una política de ocultamiento y desinformación. Es muy común el recurso a la voz pasiva o las expresiones neutras para ocultar el sentido de lo sucedido, así un tiroteo donde la policía abre fuego sobre un campamento de personas sin hogar se transforma en “la investigación de un tiroteo con policías involucrados en Centenial Park”. La publicación de los tres policías que mataron a balazos a una persona armada con un cuchillo es “Revelan la identidad de los policías involucrados en el tiroteo”.

A veces hasta es difícil saber quiénes son las víctimas porque no se publican sus nombres o no son identificados debidamente. En el caso de los 52 muertos en lo que va de julio, 15 permanecen sin identificar.

La policía mata por la espalda

El 16 de julio la policía respondió a una llamada que informaba sobre la presencia de un hombre armado en un aparcamiento de San Bernardino, California. Al llegar al lugar, vieron a una persona posteriormente identificado como Robert Marquis Adams con un arma en la mano que al ver a los policías acercarse hacia él, comenzó a correr alejándose del lugar sin efectuar disparo alguno. Los agentes le dispararon por la espada mientras corría matándolo instantáneamente. Los hechos fueron filmados en un vídeo y muestra que Adams en ningún momento hace movimientos agresivos ni dispara. Sólo huye.

En un comunicado donde explica lo ocurrido, después de justificar los disparos por el temor de los policías de que Adams pudiera ser un peligro para los oficiales o para terceros, la policía de San Bernardino lamenta “que nuestros esfuerzos para mantener la comunidad segura a través de una tarea policial proactiva resulten ocasionalmente en encuentros con gente armada”.

Negligencia en la masacre de Uvalde

El 24 de mayo un tirador abrió fuego en una escuela primaria en la ciudad de Uvalde, en Texas, matando 19 niños y 2 maestros. La policía local esperó una hora antes de actuar y matar al atacante.

La investigación posterior del Texas Tribune y el vídeo revelaron en toda su extensión la negligencia fatal con la que actuó la policía de Uvalde. Llegaron al lugar 376 policías que, pese a su número y armamento, estuvieron una hora y cuarto antes de tomar la decisión de ingresar a la escuela para neutralizar al asesino.

Las imágenes que se difundieron ampliamente muestran policías en los pasillos escapando de los disparos, consultando sus celulares o restregándose las manos con alcohol sanitario mientras niños aterrorizados y ensangrentados yacían en el aula.

Muchas de las víctimas murieron desangradas y es sabido que en estos casos el factor tiempo es fundamental, de hecho, el manual de entrenamiento de la policía de Uvalde dice taxativamente que “aquel personal de primera respuesta que no esté dispuesto a poner la vida de personas inocentes por sobre su propia seguridad debería considerar otra carrera”.

Terror policial en Akron, Ohio

El 27 de junio, después de una larga persecución en coche, la policía mató a Jaylando Walker, un hombre negro de 25 años, disparándole más de 60 balazos. Fue acribillado a tiros por la policía cuando corría por la calle, después de cometer una infracción de tránsito.

Como siempre, la versión de la policía fue que “los agentes creían que el joven iba armado”.

Días después, el 4 de julio, al conocerse los detalles de su muerte, se desataron fuertes protestas donde hubo cincuenta detenidos y fue declarado el toque de queda a partir de las 9 de la noche.

El 7 de julio se repitieron las protestas que fueron reprimidas con mucha violencia y durante las cuales se arrestaron muchos manifestantes, entre ellos Jaco Blake, cuyo hijo Jacob quedó paralizado luego de ser herido por la policía en Kenosha, Wisconsin. También fue detenida Bianca Austin, tía de la paramédica Breonna Taylor que fue muerta por la policía de Lousville, Kentucky, que irrumpió en su casa sin autorización judicial.

La policía de Denver dispara al bulto

El 17 de julio, Jordan Waddy, un joven de 21 años inició una pelea callejera en Denver, provocando disturbios que motivaron la intervención policial.

Al llegar, los policías fueron recibidos con insultos por parte de algunas personas, por lo que abrieron fuego indiscriminadamente sobre la multitud provocando heridas a seis de los presentes. En su descargo posterior, los oficiales alegaron que Waddy representaba un peligro significativo para la seguridad, aún cuando no se pudo comprobar que el joven hubiera hecho disparo alguno durante los incidentes. Fue el tercer tiroteo en que la policía de Denver fue protagonista en el transcurso de una semana.

Impunidad

Cualquiera puede buscar crímenes cometidos por las policías de Estados Unidos para percatarse del nivel de impunidad de que gozan los pistoleros. Incluso pueden matar a un ser humano solo “por pensar que alguien porta un arma” para usarla contra el agente, aunque no existan evidencias de tal acto.

Otra imagen de las muertes que suceden a diario en los Estados Unidos la expone en un informe preliminar la organización UnidosUS, de conjunto con varios investigadores, académicos, militantes y familiares de latinos que perdieron la vida por las brutales prácticas de la policía, principalmente sobre personas de raza negra.

Para realizar dicho informe, analizaron ocho bases de datos nacionales que recogen los casos de personas muertas a manos de la policía, pudiendo verificar que entre 2014 y el 2021, en solo 6 años, un total de 15.085 personas perdieron la vida estando bajo custodia policial o en encuentros con sus agentes y de esos 2.653 eran latinos, situación que marcar el sentimiento discriminatorio y racista existente en la mente de la policía yanqui.

También disparan contra los niños

En las cifras de víctimas de la policía hay decenas de niños. En mayo 2022 un policía de Chicago le disparó tres veces por la espalda a un niño de 13 años desarmado, provocándole un daño medular irreversible. Los testigos del hecho afirman que el menor tenía las manos en alto cuando la policía abrió fuego contra él. El policía declaró que “pensó le estaba apuntando con un arma”.

La cámara corporal de policía no estaba encendida en el momento del tiroteo, y solo fue activada casi un minuto después de que terminó el tiroteo, situación que permite sospechar la mala intención del policía para disparar contra el niño negro, sin dejar un registro que evidenciara su actuación criminal.

Los estudios realizados indican que los niños de raza negra tienen 6 veces más probabilidades de morir por disparos de la policía, que los blancos.

En marzo 2021, Adam Toledo, de 13 años y Anthony Álvarez, de 22 años, en diferentes acciones murieron a manos de la policía de Chicago. Ambas muertes dieron lugar a protestas de miembros de la comunidad, para exigir cambios en las prácticas y políticas de la policía de Chicago.

En California, el 19 de abril 2021 el joven de origen latino Mario González Arenales, de 26 años, murió bajo custodia policial en Alameda, California, después de permanecer inmovilizado durante unos cinco minutos en un parque local, por métodos similares que causaron la muerte de George Floyd, en Minneapolis.

En mayo 2019, en las afueras de la ciudad de Monroe, al norte de Luisiana, el joven Ronald Greene murió a manos de la policía, aunque los agentes informaron que había muerto en un accidente automovilístico. Dos años después, el vídeo del cámara corporal obtenido por la agencia de prensa Associated Press, prueba que Greene estaba con vida y se le escucha disculparse con los agentes, argumentar que estaba asustado y suplicar misericordia a los policías.

En la grabación obtenida, se oye a Greene llorar, después de ser golpeado mientras aún estaba en el suelo y uno de los policías ponerle las esposas, mientras otro lo patea varias veces. Además, se escucha a un policía decir: “Tengo sangre por todas partes, espero que este tipo no tenga el SIDA”. Mientras Greene continuaba sollozando, uno de los agentes lo arrastraba. Murió camino al hospital.

Investigadores estatales de la Florida, debaten este mes de julio, la posibilidad de presentar cargos penales contra dos policías de Opa-Locka, quienes, en el año 2020 de forma brutal arrastraron por unas escaleras a un menor de origen latino con una enfermedad mental, previamente fue esposado y aturdirlo con un disparo de pistola eléctrica, hechos grabados con un teléfono móvil.

Los agentes ignoraron las súplicas del padre para que se marcharan y arrastraron al joven enfermo por los cinco escalones de la entrada de la casa.

Son miles los casos de abuso y muertes que causan sus policías, pero para Estados Unidos no hay acusaciones en la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. La OEA, o el Parlamento Europeo, no aprueban resoluciones condenatorias y campañas mediáticas por tantos crímenes.

No hay dudas de que el racismo y el terror policial forman parte fundamental de la cultura estadounidense.

Fuente: mpr21.info
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