Los aliados de la OTAN se debilitan

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Los planes de militarización global auspiciados por la OTAN y los de prolongar la guerra en Ucrania se ven interferidos por crisis políticas en varios países europeos

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Alberto Acevedo.— A la sofocante ola de calor y de incendios que soportan el viejo continente y buena parte de los Estados Unidos y Canadá con un elevado costo en daños materiales, vidas humanas y destrucción de ecosistemas, se suma una ola de inestabilidad política debido a un entrecruzamiento de factores diversos, que curiosamente afectan a los principales socios de la OTAN y debilitan el frente anti ruso, alentado por el Pentágono en su desesperado esfuerzo por soportar en sus hombros al ya debilitado presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski y su corrupto régimen neofascista.

Las expresiones de crisis económica, política y social, emergen como agua que se escapa entre los dedos. La más reciente es la que vive Italia, con la renuncia del primer ministro Mario Draghi, después de que se rompió la coalición de gobierno que lo soportaba, el parlamento le negó un voto de confianza, y el mandatario se vio obligado a abandonar el cargo, mientras el presidente Sergio Mattarella se veía impelido a disolver el parlamento y convocar elecciones anticipadas.

Italia es la tercera economía de Europa y uno de los principales socios de la OTAN. Draghi había asumido importantes compromisos de asistencia militar al régimen de Zelenski, y por consiguiente se embarcó en la aventura de las sanciones a Rusia, presionadas por la Casa Blanca desde Washington.

Cunde la mala racha 

Antes de su renuncia, el primer ministro italiano se había visto obligado a aplazar una serie de reformas sociales urgentes, para atender diversas crisis que sacuden el país, como la de la pandemia del covid-19, la inseguridad energética, y los efectos de la situación en Ucrania. Esta conjunción de factores sume al país en el caos, en momentos en que Europa se prepara para una recesión sin precedentes y la llegada del invierno, sin el suministro del gas ruso, una situación inédita, que va a costar vidas humanas.

Un destino similar acompaña al primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, que ha debido presentar su renuncia después de sucesivos escándalos de corrupción. El mandatario británico, por razones de protocolo, permanece en el cargo hasta el momento en que su partido, el conservador, se ponga de acuerdo en el nombre de la persona que habrá de sucederlo.

Una particularidad de la crisis británica es que, en un ramillete de seis o siete aspirantes al cargo de primer ministro, absolutamente todos son aún más de derecha que el mandatario caído en desgracia, y entre las promesas que empiezan a esbozar figura la rebaja de salarios de los trabajadores del sector público, a los que califican como una rémora.

Escenario preocupante

Está el aplazamiento de recortes fiscales, el incremento de las privatizaciones y una serie de medidas económicas que sin lugar a dudas aumentarán el desempleo.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, no ha renunciado. Apenas acaba de iniciar su segundo mandato, después de unas elecciones en las que ganó, sí, pero con una votación considerablemente menor a la obtenida en su primera administración.

El proceso electoral ha dejado un escenario preocupante y peligroso. Un país que políticamente está dividido en tres bloques: Uno el ganador en los comicios, que representa al gobierno de Macron, en realidad la minoría política más grande, de acuerdo a los resultados de las urnas. Un segundo bloque es el de la extrema derecha, que lidera la parlamentaria Marine Le Pen, con un programa nacionalista y xenófobo.

Régimen autoritario

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Y un tercer bloque, el de la izquierda, unida en torno a la figura de Jean-Luc Mélenchon, que se convirtió en la segunda mayoría en las elecciones legislativas.

En la idea de relegar a un segundo plano el acumulado electoral de la izquierda, se produce una complacencia del macronismo con la derecha, que roza en la complicidad. El ascenso de la extrema derecha marca un cambio de época que, sin romper con el neoliberalismo, pone de presente la posibilidad de que, entre ambos, se consolide un nuevo régimen autoritario, que restrinja las libertades políticas y limite los derechos sociales en pos de austeridades derivadas de la ortodoxia económica.

Turquía es uno de los socios más importantes de la OTAN. Pero cada vez le resulta un socio incómodo a la Alianza Atlántica. El presidente de esa nación Recep Tayyip Erdogan se opuso al ingreso de Suecia y Finlandia a la OTAN, y terminó imponiendo a la alianza militar una serie de condiciones que favorecen sus intereses políticos y su liderazgo en la región.

Piedra en el zapato

Aceptó finalmente el ingreso de las dos naciones europeas a la alianza militar, pero se ha apartado de algunas orientaciones atlánticas. Ha dicho, por ejemplo, que de ninguna manera se sumará a las sanciones contra Rusia por su participación en el conflicto de Ucrania. Algunos analistas occidentales aseguran que Erdogan se convierte cada vez más en “una piedra en el zapato” para la administración Biden en Estados Unidos.

Quedaría por mencionar a Alemania, el socio más importante de la comunidad europea, no solo desde el punto de vista económico sino militar. Las noticias que llegan de ese país no son alentadoras. La recesión en marcha, la crisis de alimentos, la crisis energética, la de salud derivada de la pandemia, golpean con fuerza a la primera economía del viejo continente.

Ahora acaban de declarar una emergencia con miras al invierno que se avecina, pues Alemania se estremece ante la escasez de gas, por la reducción de suministros por parte de Rusia, como respuesta a las sanciones impuestas por Occidente.

Segunda humillación militar

El gran hacedor de la trama de la guerra, el gran titiritero del caos generalizado que invade a Europa, los Estados Unidos, no se encuentra mejor que sus socios europeos. En medio del unanimismo de la gran prensa corporativa, que en general reproduce los folletos de la OTAN en torno a la crisis de Ucrania, resulta revelador un artículo reciente del rotativo Asia Times, con sede en Hong Kong, uno de los medios más destacados de ese continente.

Señala el rotativo que la Casa Blanca se equivocó totalmente al promover la extensión de la guerra en Ucrania. Ahora Estados Unidos debe afrontar un doble desastre: una recesión en casa y una segunda humillación militar en menos de un año. Pues luego de la derrota en Afganistán, ahora sufrirá la humillación de tener que salir de Ucrania con el rabo entre las patas.

Sin lugar a dudas, este panorama general debilita en gran medida a los socios de la OTAN y resiente el boicot a Rusia y los plantes de revertir la situación en Ucrania en favor de Washington.

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