«No se me permite contactar con mis hijos»: La carta del periodista Pablo González desde la cárcel polaca en la que sigue detenido

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El reportero se encuentra en prisión desde fines de febrero, acusado de presunto espionaje a favor de Rusia.

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El periodista español Pablo González, quien cumplió 200 días en prisión en Polonia desde que fue detenido el 28 de febrero pasado, acusado de espiar para Rusia, denunció su situación ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. «Soy directa y personalmente víctima de la violación de la Convención de Derechos Humanos», escribió en una carta, presentada el 13 de septiembre, a la que accedió Público.

 

El reportero, quien tiene doble nacionalidad española y rusa debido al origen de sus padres, contó que ni siquiera se le permite hablar por teléfono con sus hijos. «Apenas tengo contacto con mis familiares y amigos. No se me permite contactar con mis hijos menores de edad», sostuvo, y explicó que «las autoridades polacas alegan que no pueden autentificar quién se encuentra al otro lado del teléfono, y se necesitaría un intérprete para saber de lo que se habla».

«Además, como viven en otro país, en España, y yo estoy detenido en Polonia, sufro una mayor presión psicológica y una mayor sensación de soledad», continuó, a la vez que detalló que la única forma de comunicarse con ellos es a través de cartas que «se abren y son traducidas» y «necesitan al menos un mes y medio para llegar a sus destinatarios», lo que hace que el contacto con sus hijos «sea imposible».

González fue detenido cerca de la frontera polaca con Ucrania mientras realizaba su trabajo de fotoperiodista, acusado de espionaje. En un primer momento, fue llevado a un penal de Rzeszów y en la actualidad se encuentra en Radom, una ciudad ubicada a 40 kilómetros al sur de la capital, Varsovia. A fines de agosto, el tribunal regional de Przemysl decidió prorrogar por otros tres meses la prisión preventiva.

Un preso «peligroso»

Las condiciones de detención denunciadas se agravaron porque las autoridades de la prisión de Radom lo clasificaron «injustamente como ‘prisionero peligroso'», lo que habilitó a tomar medidas que violan la Convención de Derechos Humanos, según argumentó el español.

Entre otros hechos, denunció que es obligado a llevar esposas cuando deja su celda, y es sometido a vigilancia y cacheos permanentes. En ese sentido, afirmó que «la celda y el baño son monitoreados constantemente por cámaras, lo que provoca una gran incomodidad y sensación de humillación por la falta de intimidad». Además, el reportero reveló que es obligado a desnudarse varias veces por día para que le realicen minuciosas inspecciones.

En la carta, enviada al Tribunal Europeo, detalló también que dentro de la celda está solo, por lo que afirmó que fue «sometido a un aislamiento excesivo, injustificado y prolongado» no solamente de su familia, sino también «del mundo exterior e incluso de otros internos», ya que no está autorizado a estar en zonas comunes cuando hay otros presos en el lugar. Por eso, consideró que esta situación no le permite «olvidar, ni por un momento, la depresión y la soledad de la prisión».

Otro elemento que da cuenta de la situación en la que vive desde hace meses es el estado de la celda, que tiene las ventanas «permanentemente cerradas» y sin ventilación, mientras que «los cristales están tapados con láminas translúcidas que limitan el acceso de la luz y no permiten que se vea el exterior». Por último, reveló que cuenta con un solo grifo del que sale agua fría la mayor parte del tiempo, ya que la caliente «se abre esporádicamente cuando a los funcionarios de la prisión les da la gana», y que solamente está autorizado a bañarse una vez por semana.

 

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