La esperanza de vida ha descendido en Estados Unidos en seis de los últimos siete años; entre 2014 y 2022 se han perdido casi tres años de esperanza de vida. La última vez que la esperanza de vida cayó varios años consecutivos fue durante la Primera Guerra Mundial, dice el Financial Times (*).
La causa fundamental de la morbilidad en Estados Unidos es el aumento de la obesidad, aunque hay otras, como el negocio de la sanidad. Más del 40 por cien de los adultos estadounidenses son obesos, y la cifra sigue aumentando. Más de la mitad de los adultos estadounidenses padecen una enfermedad crónica, la mayoría de ellas asociadas a la obesidad: diabetes, hipertensión y enfermedades cardíacas.
Son los mismos factores que explican, al menos en parte, la tasa de mortalidad anormalmente alta durante la pandemia. Casi dos tercios de los estadounidenses que fueron hospitalizados con un diagnóstico de “covid” tenían al menos una enfermedad previa.
En una audiencia en el Congreso, un general del Cuerpo de Marines declaró que 2021 fue “el año más difícil de la historia del reclutamiento”, principalmente porque los jóvenes estadounidenses no son capaces de superar las pruebas físicas del ejército.
Las corrientes reformistas quieren integrar la obesidad en la sociedad estadounidense, como si fuera un fenómeno normal. El pretexto es el de no discriminar a los gordos. La sociedad debe aceptar la obesidad con naturalidad, como si fuera algo que las personas pueden elegir libremente. Forma parte de la “diversidad social”.
Por el contrario, la obesidad es consecuencia de uno de los grandes emblemas del “estilo de vida americano”, la comida basura, que a su vez es consecuencia de la pobreza. Las zonas más pobres de Estados Unidos se denominan, con razón, “desiertos culinarios” porque la comida sigue siendo un privilegio de los que más tienen, mientras la comida basura es barata.
Los comedores escolares se encargan de que los malos hábitos nutricionales arraiguen desde la infancia.
El problema en Estados Unidos tiene que ver tanto con la falta de prevención como con el acceso a una atención médica privada. No hay sanidad, excepto para quien se la pueda pagar, debiendo tener en cuenta que es una de las más caras del mundo.
Los enfermos que pueden contratar un seguro privado se pelean con las aseguradoras desde la cama de hospital o para que les paguen tal o cual tratamiento.
(*) https://www.ft.com/content/6ff4bc06-ea5c-43c4-b8f7-57e13a7597bb