El costo de defender públicamente la Revolución cubana, para un artista español, puede ser muy alto. El actor Willy Toledo estuvo diez años sin ser contratado en cine y televisión por no retractarse de sus declaraciones sobre Cuba.
Pero si alguien, como el cantante Joaquín Sabina, manifiesta -no es la primera vez, lo lleva diciendo ya 15 años- que un día lo fue pero “ya no puedo ser amigo de la Revolución cubana”, su opinión genera titulares y amables entrevistas, y se gana una enorme campaña de publicidad gratuita para su nueva gira de 29 conciertos y para el estreno de una película sobre su vida.
Negocio redondo para alguien que necesita pagar una deuda con Hacienda de dos millones y medio de euros, según una sentencia reciente.