Aunque sea costeada por la clase obrera, en los países capitalistas la policía trabaja para sus dueños: el gran capital. Esto es una evidencia que como tal no admite discusión. Lo estamos viendo estos días en Francia, donde los uniformados tratan de aplacar las legítimas protestas del pueblo contra la imposición de una reforma de pensiones por parte del gobierno de Emmanuel Macron. Pero a veces, como en esta ocasión, la policía no puede evitar sentir la humillación y el miedo que habitualmente inflige ella al pueblo. CRS acorralados y en cobarde retirada, poesía de la buena, poesía en movimiento.