Elson Concepción Pérez (Granma).— Desde aviones de guerra y navíos de Estados Unidos y Gran Bretaña, portadores de bombas y cohetes, este viernes se lanzaron 73 cruentos ataques contra ciudades de Yemen, incluyendo su capital Saná, así como Al Hudayda, Taiz y Dhamar.
El pretexto aludido por las potencias atacantes es el de «castigar» posiciones del movimiento de los hutíes, una acción que aviva la pólvora ya incendiada en el Oriente Medio, donde Israel, con todo el apoyo del Pentágono, masacra a la población palestina de Gaza y otras ciudades, en las que ya han perecido más de 30 000 civiles, entre ellos unos 5 000 niños.
Los hutíes de Yemen han decidido no permitir la llegada de barcos con destino a Israel, hasta tanto se garantice siquiera un cese al fuego y ayuda humanitaria a Gaza.
Pero esa solidaridad activa de Yemen no es permitida por quienes, desde Washington o Europa, se aferran a sostener al Gobierno sionista de Israel, cuya declarada misión está encaminada a convertir en cenizas a las ciudades y la población palestinas.
Esta vez, Joe Biden, presidente de Estados Unidos, ni siquiera consultó al Congreso de su país, además de obviar –como ha ocurrido siempre– a la ONU, aunque fuese para avisar que se lanzarían ataques aéreos y navales contra poblaciones de una de las naciones más pobres del mundo.
Su decisión fue enfática: «bajo mi orden se han bombardeado varios objetivos en Yemen».
Es como decir: por qué y para qué voy a consultar al Congreso o avisar al Consejo de Seguridad, si de todas maneras lo voy a hacer.
Sería mucho pedir al mandatario «demócrata guerrerista», conocer y tener en cuenta que está bombardeando a una nación que es considerada por la onu como la más difícil a nivel mundial para la vida de un niño. Allí, cada nueve minutos, fallece un pequeño menor de cinco años, a causa de desnutrición y enfermedades curables.
Sería prudente pasarle al presidente Biden, y a sus asesores para la guerra y la muerte, un informe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que cifra en no menos de 20 millones los yemeníes que padecen hambre y desnutrición.
Por su parte, el secretario de Defensa del Reino Unido, Grant Shapps, declaró a The Times que su país iba a atacar la infraestructura de los hutíes.
El viceministro de Asuntos Exteriores de Yemen, Hussein al Aziz, denunció que su nación «fue objeto de un ataque agresivo y masivo por parte de buques, submarinos y aviones de guerra estadounidenses y británicos. «Sin duda, Londres y Washington tendrán que prepararse para pagar un alto precio por esos ataques», advirtió.
Como inmediata reacción internacional por tan deplorable hecho, Rusia solicitó realizar una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. También instó a la comunidad internacional a «condenar enérgicamente el ataque a Yemen, sin el mandato de Naciones Unidas».
Por su parte, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, condenó los ataques de Estados Unidos y de Gran Bretaña con un «uso desproporcionado de la fuerza», y advirtió que «están ansiosos por convertir al Mar Rojo en un mar de sangre».