“El cine es un arte”: 65 años de una frase que marcó el destino del ICAIC en Cuba

Del 22 al 31 de marzo, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) celebra el aniversario 65 de su constitución, con un programa de estrenos audiovisuales, ciclos temáticos que muestran la armonía entre el cine y otras artes como la danza y la literatura, y la reposición de icónicos documentales y obras de ficción.

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© Foto : Unsplash / Denise Jans

Danay Galletti Hernández (Sputnik).— Para Alexis Triana, actual presidente del ICAIC, los fundadores de esa organización lograron que “las cámaras participaran de cada hecho social trascendente, la salida de ese arte a los lugares más recónditos, el reflejo de una nación que emergía con todos y para el bien de todos, la representación y el acompañamiento al pueblo”.

 

En declaraciones a Sputnik, señaló que esa filmografía e, incluso, la realizada antes de 1959 permanecen y, por tanto, el gran deber de la entidad es mostrarla a las nuevas generaciones de cubanos y latinoamericanos, de ahí que la jornada de conmemoración comenzara con la proyección de la cita restaurada Cancionero cubano, de 1939, donde interviene el músico Ernesto Lecuona.

El ICAIC nació tras la puesta en marcha de la Ley número 169—firmada por el líder Fidel Castro, entonces en el cargo de primer ministro— bajo la premisa de que: “el cine es un arte” y la finalidad de organizar, establecer y desarrollar la industria cinematográfica, desde criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana.

Al establecer los principios de la institución, su presidente durante varias décadas (en diferentes momentos), Alfredo Guevara definió que el cine en la nación caribeña debía tener filmes artísticamente válidos, con fisonomía nacional y carácter genuino, ser inconformista en la búsqueda de la autenticidad, barato y comercial.

En la década inicial, el organismo impulsó la materialización de clásicos dentro del audiovisual en la mayor de las Antillas como El Noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por Santiago Álvarez, primero de su tipo en el orbe y luego declarado como Memoria del mundo por la UNESCO; así como, las películas Memorias del Subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, y Lucía, de Humberto Solás.

¿Cómo hacer cine hoy?

Otro de los desafíos, puntualizó Triana, es lograr que se hagan, distribuyan y proyecten obras audiovisuales en las circunstancias económicas, sociales y políticas contemporáneas, en este sentido, “tenemos limitaciones, muchas de ellas como consecuencia del bloqueo estadounidense, pero también debemos romper una inercia instalada que no comprende que cambió el país “.

Según Triana, las productoras independientes graban hoy más materiales fílmicos que las instituciones estatales, por ello, establecieron alianzas recientes con el Instituto Nacional de Deporte y Recreación (INDER) para la creación conjunta del filme Teófilo; la televisión cubana para el rodaje de la película El Camino e instituciones internacionales.

“Alrededor de 15 países de la región, en los últimos 10 años, implementaron nuevas leyes sobre el cine, incentivos fiscales y buscan la manera de estimular la realización cinematográfica. La isla no puede quedarse atrás, debe acompañar este momento con nuevas fórmulas, empeños, estructuras y maneras de distribuir y difundir. Estamos en un proceso de refundación”, agregó.

Mencionó el festival Screen Cuba: Películas para cambiar el mundo, acontecido del 9 al 22 del presente mes en Londres, Inglaterra, y convocado, entre otros, por la organización benéfica Fondo de Música para Cuba y la Campaña de Solidaridad en Reino Unido para la recaudación de financiamiento destinado a proyectos en curso del ICAIC y la restauración de cintas clásicas.

Asimismo, aludió a la exposición de 25 carteles de filmes de la mayor de las Antillas en la sede diplomática de La Habana en Madrid, España, que pertenecen a una colección incluida desde mayo de 2023 en el Registro Internacional de la Memoria del Mundo de la Unesco, consagrado a la preservación, acceso y protección del patrimonio documental de la humanidad.

Luego de esta conmemoración, el instituto organizará una muestra de cine ruso, informó Alexis Triana, a partir de una donación de clásicos procedentes de esa nación euroasiática y la visita de actores y directores que traerán creaciones contemporáneas, entre ellas, Cheburashka (2023), de Dmitri Diachenko; Desafío (2023), de Klim Shipenko y Aire (2024), de Alexéi German.

Igualmente, el Fondo Estatal de Cine de Rusia y el ICAIC firmarán un acuerdo de cooperación bilateral, ello “se inserta en el diálogo natural que el instituto tiene con el mundo”.

Más de seis décadas de historia

Cuando triunfa la Revolución el 1 de enero de 1959, Manolo Pérez Paredes (1939), Premio Nacional de Cine (2013), fundador del ICAIC y del Comité de Cineastas de América Latina, pertenecía a uno de los tantos cineclubs presentes en la mayor de las Antillas en aquella época, espacios consagrados, sobre todo, a la instrucción teórica, el debate y la crítica cinematográfica.

“Al principio, lo más importante era convertir al cine en un instrumento de formación y conocimiento cultural e histórico, más allá del entretenimiento. Comencé en el Ejército Rebelde, integrado en su mayoría por campesinos y obreros agrícolas, con bajo nivel educacional, como responsable de la selección de las películas que se visualizarían en los campamentos militares”, recordó a Sputnik.

Director de reconocidos filmes como El hombre de Maisinicú (1973) y Páginas del diario de Mauricio (2006), Pérez Paredes reconoció que fue una etapa “hermosa y soñadora” y evocó cuando en ese mismo año Ernesto “Che” Guevara llevó al escritor Nicolás Guillén a su comandancia en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña para que le recitara poemas a los soldados.

Unos meses después de la fundación del ICAIC, Manolo ingresa a su colectivo como asistente de dirección, “la manera más rápida de aprender a hacer cine con aquellos profesionales con mayor experiencia práctica especialmente en la realización de documentales, entre ellos, Julio García Espinoza, Tomás Gutiérrez Alea, Alfredo Guevara y José Massip”.

La institución fue creada por cineastas que “no eran funcionarios a los cuales le asignaron una tarea, eran jóvenes con preparación cinematográfica y cultural” y desde una concepción global “no se trataba solamente de hacer películas, también resultaba preciso instruir a los espectadores y atender la producción, distribución y exhibición”.

Igualmente, emergió como un organismo autónomo, pues respondía de manera directa a la dirección del país; sumado a ello, se nacionalizaron o compraron los cines y las compañías extranjeras de comercialización, fundamentalmente, estadounidenses, y la adquisición de filmes provenientes de España, Francia, Italia, Japón y las naciones socialistas.

En paralelo, comienza la construcción de espacios para la proyección de películas y el impulso del denominado Cine Móvil, iniciativa promovida por el entonces director de la Cinemateca de Cuba, Héctor García Mesa, a finales de 1961 con la idea de llevar esa manifestación a las regiones excluidas antes de 1959 de la dinámica cultural.

“Al ICAIC llegamos personas muy diferentes, pero todos vivimos la conmoción de esos años. Algunos emigraron por disímiles razones. Sin embargo, los fundadores combinaron el principio con la amplitud, con un criterio muy abierto sobre la diversidad, no eran dogmáticos”, aseguró el también director de Río Negro (1977) y Del otro lado del cristal (1995).

Durante varias décadas, además de materiales de ficción, Pérez Paredes dirigió documentales como: Cinco Picos (1961), Caimanera (1962), Pueblo de Estrellas Bajas (1963), Era Nikel Co (1963), Grandes y chiquitos (1966), Del otro lado del cristal (1995), Che Guevara: donde nunca jamás se lo imaginan y La Solidaridad Internacional (2004).

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