Haití: no es con las armas que se rompen los ciclos de violencia

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Grupos criminales han tomado el control en grandes zonas del pais, siendo protagonistas de numerosos y crecientes episodios de violencia, que han provocado más de 2 500 muertos

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Grupos criminales han tomado el control de grandes zonas en Haití. Foto: Prensa Latina

Raúl Antonio Capote (Granma).— La crisis de gobernabilidad que sufre Haití, agravada desde el magnicidio del presidente Jovenel Moise, en julio de 2021, que dejó al país en un vacío institucional, parece no tener solución, al menos no de la forma en que se ha enfocado salir de esta.

Desde principios de este año, grupos criminales han tomado el control de grandes zonas del país, incluyendo un 90 % de su capital, Puerto Príncipe. Las pandillas armadas han sido protagonistas de numerosos y crecientes episodios de violencia, que han provocado más de 2 500 muertos.

Los grupos criminales son cada vez «más fuertes, más ricos y más autónomos», y el tráfico ilícito de armas y municiones es uno de los «principales motores» de su expansión territorial.

Estamos viendo en Haití el resultado agravado de los problemas de desigualdad, de pobreza, de falta de protección a la niñez y a la juventud, que son comunes en el resto de América Latina.

La solución al caos y la ingobernabilidad parecía alcanzar un camino positivo a partir del 25 de abril pasado, luego de la renuncia del primer ministro, Ariel Henry, cuando se creó un Consejo de Transición, apoyado por la Comunidad del Caribe (Caricom).

Los grupos violentos le impidieron a Ariel Henry regresar al país desde marzo, cuando se encontraba de visita oficial en Kenia, en busca de ayuda de las fuerzas de seguridad de esa nación africana, para lidiar con la crisis interna.

Después de consumada la renuncia, fue juramentado el Consejo integrado por los representantes políticos de la sociedad civil, que tomarían las riendas del país caribeño.

Sin embargo, el Consejo, no comenzó su gestión con el tino que se esperaba. El nombramiento para el puesto de primer ministro de Fritz Bélizaire, quien fungió como ministro de Deportes durante la segunda presidencia de René Préval, entre 2006 y 2011, no contó con el voto unánime de los miembros.

Como respuesta, los consejeros que votaron en contra plantearon la posibilidad de impugnar la designación, acción que, de llevarse adelante, podría fracturar a la recién constituida coalición política.

El nombramiento fue considerado como «complot tramado contra el pueblo haitiano» por varios de los grupos de la sociedad civil que están representados en el órgano de gobierno.

Es de señalar que la reunión de los consejeros se realizó en un ambiente complejo, bajo la amenaza constante de las pandillas que prometieron descarrilar la juramentación, si no se permitía a los grupos armados participar en las conversaciones para establecer el nuevo gobierno.

 

LAS ARMAS NO SON LA SOLUCIÓN

Equipos militares estadounidenses comenzaron a llegar a Puerto Príncipe esta semana, para montar la logística que utilizará la misión de seguridad keniana con el fin combatir a las bandas criminales, lo que fue confirmado por el subsecretario de Estado de EE. UU., Todd Robinson.

El Departamento de Defensa estadounidense ha destinado alrededor de 200 millones de usd a material y equipos de seguridad, más la asesoría del Pentágono, para alcanzar los objetivos de pacificar el país.

También el Gobierno de Surinam anunció que desplegará en Haití sus fuerzas militares para colaborar con la seguridad en el proceso de transición.

Haití ha sido víctima de una larga sucesión de intervenciones militares foráneas y de «ayudas humanitarias» que, lejos de representar una salida a los problemas del país, los han agravado y perpetuado.

Debemos recordar que América Latina y el Caribe es zona de paz, como dicta la proclama firmada por los Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en enero de 2014, en la II Cumbre en La Habana, hace ya diez años.

Ese documento propugna el compromiso permanente con la solución pacífica de controversias, a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza en nuestra región.

 

LA DEUDA DEL COLONIALISMO CON EL PUEBLO HAITIANO

Cualquier persona que se acerque al «problema haitiano» debe dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Quiénes pueden estar interesados en mantener los ciclos permanentes de violencia y caos en Haití?

El «problema» comenzó, recordemos la historia, después de que Haití obtuviera su independencia en 1804, cuando el Barón de Mackau, enviado del rey de Francia, entregó al presidente de la joven República, en ese momento, Jean-Pierre Boyer, la Ordenanza de Carlos X el 17 de abril de 1825.

Esa ordenanza obligaba a Haití a pagar grandes compensaciones a la potencia colonial, entre ellas una reducción del 50 % en los aranceles de importación franceses y el pago de 150 millones de francos, a cambio de su reconocimiento como nación independiente y para evitar una invasión militar.

El país tuvo que solicitar préstamos a bancos franceses, con tasas de interés elevadas, para poder pagar, y no fue hasta 1947 cuando logró saldar la cuenta, nada menos que 122 años después.

La enorme sangría de recursos impidió a la nación caribeña construir la infraestructura necesaria para su desarrollo socioeconómico, imposibilitó construir escuelas, hospitales, carreteras, viviendas.

No podemos olvidar el papel desempeñado por Estados Unidos en el infortunio de Haití: la ocupación militar, de 1915 a 1934, el apoyo brindado por Washington a las dictaduras brutales de François y Jean-Claude Duvalier, y las prácticas injerencistas del siglo XXI.

La solución del «problema haitiano» pasa por el respeto irrestricto a la soberanía, por la no injerencia en sus asuntos internos y por una colaboración eficaz, solidaria y desinteresada con el pueblo de esa hermana nación caribeña.

Si se dejan a un lado las prácticas hegemónicas de las grandes potencias, se puede avanzar sinceramente en el camino de la paz.

Un primer paso sería que la antigua metrópoli devolviera la llamada deuda de la independencia, como lo solicita un conjunto importante de organizaciones de la sociedad civil haitiana.

La comunidad regional, más que nada la Comunidad del Caribe (Caricom), debe ofrecer sus buenos oficios, tanto económicos como técnicos, y proveer asistencia donde haga falta.

Romper los ciclos de violencia y detener el caos son cuestiones vitales para la isla caribeña, y no es con armas que se quiebran esos ciclos.

Haití no es colonia de nadie. Debe cesar la visión «protectora» y discriminatoria de las antiguas potencias coloniales. El pueblo haitiano es capaz de gobernarse por sí solo y decidir su destino.

Fuente: granma.cu

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