España, salarios de miseria

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Kike Parra (Unidad y Lucha).— La mayoría de quienes formamos parte de la clase trabajadora, no nos planteamos cuestiones como lo que son o representan los salarios. Tampoco analizamos datos macroeconómicos que nos digan si es conveniente para el bien general o no su actualización y revalorización, ni las consecuencias que ello podría tener en otras esferas de la economía.

 

Actuamos de forma intuitiva, a pesar de haber perdido con “la cultura” del consenso y el pacto, parte del ADN revolucionario que nos caracterizó en otras etapas históricas. Sabemos que mayor salario significa menor beneficio para el patrón y que este último, se optimiza con menores sueldos.

Gran parte del Trabajo perdió la noción colectiva de clase, se dejó convencer por la idea de que la paz social ampliaba de forma interclasista la base de lo común, asumiendo con fe irracional y pseudoreligiosidad una suerte de casa única o patria abstracta. Si la empresa gana, el país progresa y al final la totalidad gana. Una visión espectral y fantasmagórica del “win to win”. La fuerza del ilusionismo propagandístico de un sistema que manipula, somete y aliena a la mayoría social.

En cualquier caso, a pesar de que los datos muestran otra cosa, aparentemente en las últimas décadas se han mantenido ciertos estándares de vida que han propiciado esta paz social. Una parte importante del pueblo trabajador aún puede sostener sus hogares, llega a fin de mes, con mayor o menor dificultad e incluso puede disfrutar de ciertas vacaciones en una playa benidormí o emular al famoseo en Marbella. Disfrutamos largo tiempo a expensas de otras miserables vidas.

Es el disfrute de los que pueden, porque el ser “individual” ha ganado espacio al “colectivo” y solidario. Sin embargo, es esa misma concepción vital la que está impidiendo mantener estos estándares de vida y que paulatinamente se estén degradando. Los derechos que no se defienden se pierden. Que las negociaciones sean de tú a tú es algo reivindicado constantemente por el pensamiento económico liberal y que consiguió con el beneplácito de unos sindicatos sometidos y cooptados por la lógica del sistema. Una sogatira trucada para trabajadores y trabajadoras.

Entre los méritos del pacto social podemos citar que en 2004, por tomar los últimos 20 años, en España la media salarial fue de 20.045 € anual, es decir 1.670 euros al mes. Hoy, año 2024, es de 25.896,82 €, 1849,77 mensuales. Una subida nominal, por tanto, del 29,19 %. Todavía el salario bruto español está un 21% por debajo de la media de la UE-27.

Sin embargo, esta subida salarial nominal tiene su contraparte con la desvalorización real que representa la pérdida de poder adquisitivo. En esos últimos 20 años, los españoles han perdido casi un 15 % de poder de compra solo en alimentación. Desde 2007, el IPC ha subido un 36,1%.

La mayor desvalorización de la fuerza de trabajo se aprecia en las capas medias. Este fenómeno de polarización avanza a medida que el capitalismo se deteriora, con lo que el incremento de la explotación se ceba en aquellos sectores de la clase laboral donde mayor apropiación es posible, incrementando así, el empobrecimiento de la base trabajadora.

España es el país europeo que tiene más porcentaje de trabajadores en riesgo de pobreza, el 15,2 %, según el informe Gastos de Supervivencia de las Familias, elaborado por el Observatorio de Gestión Pública del Ilustre Colegio Oficial de Gestores Administrativos de Madrid (Icogam). 3,5 millones de empleados en activo se encuentran en España en situación de pobreza laboral; es decir, tienen una remuneración por debajo del 60 % de los ingresos medianos.

Esta situación no va a mejorar dentro del capitalismo, ni en España ni en el mundo. Las dificultades que este sistema tiene para mantenerse en funcionamiento precisan, por un lado, apropiarse mediante la mercantilización, de toda la riqueza colectiva, en un proceso de desposesión permanente, lo que supone deteriorar, para su posterior acopio, los distintos servicios públicos: sanidad, educación, asistencia social, seguridad… Esto también incide en una pérdida de capacidad adquisitiva o salarios indirectos para la mayoría social. Un servicio público que no se presta, se paga y consume en la esfera de lo privado, detrayéndose de cubrir otras necesidades.

Un claro ejemplo es el de la sanidad. El número de españoles con póliza privada de salud aumentó un 40% en la última década fruto de la saturación (degradación) de la red pública sanitaria. El gasto sanitario privado per cápita en España en 2016 fue de 540 €, mientras que en 2022 ya fue de 671 €, lo que representa una subida de más del 24 %.

Por otro lado, el sistema necesita incrementar la sobreexplotación, entendiendo por tal, el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, algo habitual que afecta sobremanera al sector de la clase extranjera, pero que se extiende a la nativa (jóvenes, mujeres) y a cada vez más sectores económicos. Las rentas del capital aumentan su peso con respecto a las del trabajo lo que se refleja en un incremento de la miseria.

En 2022, último año con datos disponibles, 4,3 millones de personas no pudieron pagar sus facturas energéticas en tiempo y forma, según un estudio de la Universidad Pontificia Comillas. El 13,3% de los hogares españoles experimenta inseguridad alimentaria, según datos de un estudio impulsado por la Universidad de Barcelona y apoyado por la Fundación Daniel y Nina Carasso. Según Cruz Roja, una de cada nueve personas pasa hambre literalmente en España. El Instituto Nacional de Estadística concluye que un 59 % de los hogares españoles tiene algún problema relacionado con la vivienda; asequibilidad, habitabilidad, el entorno o la inseguridad…

Y en última instancia, nos viene un futuro inmediato inquietante. La transición de los “felices años” de una economía regada por el dinero de los “Fondos de Recuperación” a la triste realidad de su devolución, de la moratoria de los Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) a la vuelta a las políticas de austeridad y recortes; de la “Pax Americana” al presupuesto de guerra y con ello, el desmantelamiento de todos los servicios públicos y por tanto, también el fin de las tímidas medidas sociales (suspensión temporal de desahucios, IVA reducido alimentos… ) que hipócrita y temporalmente el gobierno del PSOE/UP puso en marcha para no cambiar nada.

Ante esta realidad, no nos queda otra que recuperar la conciencia y percepción de clase. La fuerza de lo colectivo frente a nuestra individualidad. La consigna de paz, pan, trabajo y libertad frente a la crisis general de un capitalismo que nos arrastra al abismo.

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