En Reino Unido el dinero para las energías ‘limpias’ procede de las ‘sucias’

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Reino Unido es otro ejemplo de que la descarbonización es sinónimo de nuclearización. Con el pretexto climático, el gobierno de Londres quiere relanzar la construcción de nuevos reactores nucleares, al tiempo que cierra las viejos centrales eléctricas en señal de su compromiso con la reducción de las emisiones de gases “de efecto invernadero”.

Para 2050 quiere cerrar cinco de sus seis centrales eléctricas y, al mismo tiempo, que el 25 por cien del suministro energético proceda de la energía nuclear. Deberá triplicar su potencia nuclear, hasta alcanzar 24 gigawatios.

Pero Europa es un Continente en crisis. Las viejas potencias no tienen un céntimo. Un país europeo arruinado ha puesto sus planes nucleares en manos de una empresa europea, la francesa EDF, que también está arruinada.

Cuando un gobierno como el de Londres tiene muchos y muy buenos planes, no tiene dinero para ejecutarlos. Los proyectos nucleares británicos enfrentan dificultades financieras. Tienen que encontrar fondos, para lo cual los británicos han pensado en… Emiratos Árabes Unidos.

Las desventuras nucleares de EDF en Reino Unido comenzaron cuando ganó la licitación para levantar la instalación de las unidades Sizewell C y Hinkley Point.

En 2012 EDF fue seleccionada para supervisar la construcción de la central nuclear de Hinckley Point, compuesta por dos reactores de tipo EPR. El presupuesto inicial se fijó en 13.000 millones de libras esterlinas y el inicio de las obras estaba previsto para 2017. En 2015 EDF firmó una asociación financiera con la empresa china CGN, en la que EDF poseía una participación de dos tercios contra uno de CGN.

El cuento de la lechera naufragó. La fecha de inicio de la construcción se retrasó y el coste del proyecto aumentó. El año pasado el coste subió a 32.700 millones y los chinos han decidido no seguir poniendo más dinero. EDF se quedó sola ante el peligro, con un riesgo económico cada vez mayor y en busca nuevos socios que tengan los bolsillos llenos.

A la central de Sizewell C le ocurre lo mismo. La construcción aún no ha comenzado y GCN también se ha retirado del proyecto. El gobierno de Londres ha tenido que comprar la mitad de las participaciones y asumir la financiación del proyecto. En enero inyectó 1.300 millones de libras esterlinas para mantenerlo a flote mientras busca nuevos inversores privados.

Dos empresas han sido seleccionadas: Centrica, el mayor proveedor de energía de Reino Unido, y Emirates Nuclear Energy Corporation (ENEC), la empresa nuclear pública de Emiratos Árabes Unidos.

Centrica ya tiene una participación del 20 por cien en las cinco centrales nucleares operativas de Reino Unido. Pero la de ENEC es atípica. El año pasado el gobierno se acercó a Mubadala, el fondo de Abu Dabi gestionado por el jeque Mansur bin Zayed Al Nahyan.

Mubadala es el accionista principal de la española Cepsa y minoritario en Enagás. El interés emiratí por la energía nuclear refleja una estrategia vigente desde hace varios años que va más allá de las fronteras. ENEC es el principal patrocinador de la central nuclear de Barakah en Abu Dhabi, con una capacidad de 5,6 GW, que puede satisfacer hasta el 25 por cien de las necesidades eléctricas de Emiratos. Fue la primera central nuclear del mundo árabe y Emiratos fue el primer país de la región en dedicarse a la energía nuclear.

En 2009 el país del Golfo adoptó un plan de desarrollo que incluía un componente nuclear. Hoy Emiratos Árabes Unidos mantiene su política de diversificación energética, mientras Kuwait lo abandonó y Arabia saudí lo lanzó muy tarde, en 2018, y su puesta en funcionamiento no está prevista hasta 2036.

En consecuencia, al menos en Reino Unido, el dinero para las energías “limpias” procede de las “sucias”.

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