Más países asiáticos desean unirse a Rusia y China en la expansión del grupo BRICS

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Mientras el presidente ruso Vladímir Putin y el primer ministro chino Li Qiang concluían reuniones separadas en el sureste asiático esta semana, los dos socios del BRICS encontraron una región interesada en sumarse al grupo, escribe 'Bloomberg'.

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El medio estadounidense describió la interpretación del bloque por parte de los países que aún no son miembros como «una protección contra las instituciones lideradas por Occidente».

 

El primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, declaró, previo a la visita de Li, su intención de ser candidato al BRICS después de que el bloque duplicó su tamaño a comienzos de este año.

Bangkok anunció el mes pasado su propia candidatura de adhesión. El bloque «representa un cuadro de cooperación sur-sur del que Tailandia desea formar parte hace mucho tiempo», dijo la semana pasada a los periodistas el ministro de Relaciones Exteriores, Maris Sangiampongsa.

Otra nación fue Indonesia, considerada una de las principales favoritas a la adhesión en 2023, antes de que el presidente Joko Widodo dijera que no tomaría una decisión precipitada.

También se pronunció Vietnam, que recibió la visita del presidente Putin el miércoles 19 de junio. Hanói ha seguido el avance del grupo con «gran interés», como afirmó la emisora estatal Voz de Vietnam el mes pasado.

BRICS, alternativa a la influencia global de EEUU

Los BRICS atraen a esos países al ofrecer acceso a financiamiento, pero también fortaleciendo el apoyo político local independiente de la influencia de Estados Unidos, escribe el medio.

Para los países que procuran mitigar los riesgos económicos de la intensificación de la competencia EEUU-China, la adhesión a los BRICS es un intento de superar algunas de esas tensiones.

Sin embargo, también es una forma de señalar la creciente frustración con el orden internacional liderado por el país norteamericano y con instituciones clave que permanecen firmemente bajo el control de las potencias occidentales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), según Bloomberg.

«Algunos de nosotros, incluidas personas como yo, pensamos que necesitamos encontrar soluciones para la injusta arquitectura financiera y económica internacional. Por lo tanto, el BRICS sería probablemente una de las formas de equilibrar algunas cosas», dijo el exministro de Relaciones Exteriores de Malasia, Saifuddin Abdullah, citado por el rotativo.

Para Putin y el presidente chino Xi Jinping, el interés en el grupo BRICS también muestra su éxito en repeler los intentos de Estados Unidos y sus aliados de aislarlos.

El grupo, que durante años estuvo conformado por apenas cinco miembros, se expandió a nueve en enero de este año con la inclusión de Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía y Egipto.

El impulso de sumar nuevos miembros continúa y, a pesar de los esfuerzos de Estados Unidos y Europa para impedir que los países negocien con Moscú, representantes de 12 países no miembros participaron en el Diálogo de Ministros de Relaciones Exteriores del BRICS que se realizó este mes en Rusia.

Entre los asistentes se encontraban viejos enemigos de Washington, como Cuba y Venezuela, pero también países como Turquía, Laos, Bangladesh, Sri Lanza y Kazajistán, detalla el medio.

Una alianza que sobrepasa lo geopolítico

Tras la expansión de este año, el BRICS planea invitar a países no miembros a participar en su próxima cumbre en la ciudad rusa de Kazán, en octubre.

El simple hecho de acoger el evento le da a Moscú la oportunidad de mostrar al mundo que no está totalmente aislado por la oposición occidental al conflicto en Ucrania.

Además, los beneficios potenciales de la adhesión al BRICS van más allá del aspecto geopolítico. Los miembros del bloque acordaron reunir 100.000 millones de dólares en reservas en moneda extranjera, que podrán prestarse entre sí durante emergencias.

El grupo también fundó el Nuevo Banco de Desarrollo, conocido como Banco del BRICS —una institución inspirada en el Banco Mundial— que aprobó casi 33.000 millones de dólares en préstamos, principalmente para proyectos relacionados con agua, transporte e infraestructura, desde que inició sus operaciones en 2015.

Ese conjunto de inversiones sería útil en el sureste asiático, en donde el financiamiento oficial para el desarrollo se ha reducido a un mínimo de 26.000 millones de dólares en 2022, de acuerdo con un informe publicado este mes por el Instituto Lowy, con sede en Sidney.

Otra atracción para la adhesión, de acuerdo con Saifuddin de Malasia, es el sentimiento negativo residual en relación con instituciones como el FMI, que ha impulsado medidas de austeridad por las que, en ocasiones, se culpa a la región por el empeoramiento de las dificultades económicas provocadas por la crisis financiera asiática a finales de la década de 1990.

«Cada vez hay menos margen de maniobra para los países más pequeños. Al adherirse a organizaciones como el BRICS, los países están señalando que quieren ser amigables con todas las partes, no sólo con Estados Unidos y sus aliados», apuntó Ong Keng Yong, antiguo secretario general de la Asociación de las Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), citado por el medio.

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