Crisis (camuflada) de Occidente, ascenso (silenciado) de los BRICS

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M. Caracol (InSurGente).— La semana pasada, el Banco Mundial publicó sus últimas Perspectivas Económicas Globales. Según el lobby oligárquico, nos estamos “estabilizando”… por no decir estancando. Solo el avance de BRICS como China o India (y también de Indonesia) ha evitado unas cifras de auténtica catástrofe. La inflación coyuntural motivada por la Covid se ha transformado en crónica, merced a una política de sanciones suicida por parte de fantoches como el jardinero Borrell. Este año será el tercero consecutivo de ralentización económica, algo agravado por un encarecimiento del crédito; esos tipos altos que, decían, frenarían la inflación.

Al igual que tras la crisis de 2008, tras la recesión de 2020 tampoco se ha restaurado la tendencia de crecimiento anterior. Por algo la tirana del FMI Kristalina Georgieva habló de esta década como “los tibios años veinte”. Pero ¿para todo el planeta? No. La India está creciendo al 6 % anual y China al 5 %. En cambio, la locomotora alemana experimenta un desastre total, con cinco trimestres de contracción de los últimos doce y solo un trimestre por encima del 1 %. Casi una vuelta a las cifras de 2020 (las de la pandemia). En los últimos cuatro años, los salarios reales de los trabajadores alemanes se han desplomado un asombroso 6 %. Para colmo, de momento solo la farsa de la ultraderecha está canalizando la frustración, mientras la “izquierda” (realmente existente) juega al ecologismo con jovencitos de los barrios pudientes.

El resto del «mundo libre» tampoco es precisamente un “jardín” borrelliano. Japón está permanentemente estancado y la Eurozona en su conjunto sufrió un otro retroceso en 2023. La economía británica presenta los peores datos del G7, rivalizando con Italia. Por otro lado está el caso de EE UU, ganadora neta del incendio bélico de Europa: la economía que mejor funciona del G7. Ahora bien, incluso esta economía estuvo en recesión técnica (dos contracciones trimestrales sucesivas del PIB real) en 2022. En 2023 presentó un crecimiento modesto, seguido de una desaceleración significativa en el primer trimestre de este año.

Presumen los yanquis (como Pedro Sánchez) de la bajada del desempleo, pero los puestos creados son precarios y con salarios de miseria: los contratos a tiempo parcial aumentaron en EE UU en 286.000 en mayo, mientras los trabajos a tiempo completo caían en 625.000. En los últimos doce meses, los trabajos a tiempo completo se han reducido en 1,1 millones, mientras que los empleos parciales han aumentado en 1,5 millones. El número de estadounidenses que necesitan dos trabajos para llegar a fin de mes llegó a los 8,4 millones en mayo: ha aumentado en 3 millones desde 2020. El “americano” de clase trabajadora tendrá que conformarse con su cacareado “sueño”, mientras no barra a los chupópteros de Wall Street para transformar su realidad.

Por otro lado, la inflación se ha vuelto pegajosa en todo el mundo, con precios que han aumentado en promedio un 20 % desde el final de la pandemia; de hecho, las tasas han dejado de descender y, en algunos países, se están incrementando de nuevo. La tasa de inflación de la Eurozona sigue por encima del objetivo del BCE del 2 %: aumentó en mayo al 2,6 % interanual. El propio BCE descarta que se cumpla su objetivo de inflación antes de 2026. La Reserva Federal yanqui, por su parte, coincide, avisando de que la inflación se mantendrá en EE UU en torno al 3% hasta dicho año.

Los altos tipos de interés se traducen en altas tasas hipotecarias para los hogares y altos costes para muchas empresas pequeñas, que van a la quiebra. Las ganancias de los Siete Magníficos tecnológicos son inmensas, vale; pero el resto de las empresas no financieras se hunden. El 42 % de las pequeñas empresas con capitalización de EEUU no son rentables. Por tanto, el capitalismo ya no interesa a todos los empresarios, sino solo a su fracción más exclusiva (sobre todo, la financiera), a costa del resto y de las ilusiones del “emprendimiento”.

La respuesta de Trump a esto es atacar (como Biden, pero más aún) las exitosas exportaciones chinas. Para que luego nos cuenten milongas sobre el libre mercado. De hecho, quieren imponer más aranceles y sanciones a los productos del gigante socialista asiático: Trump amenaza con establecer, si llega al gobierno, un impuesto del 10% a todas las importaciones en EEUU y un impuesto del 60% sobre los productos procedentes de China. De este modo, el pato Donald planea compensar su prometida (y reaccionaria) eliminación de los impuestos a los rentistas, a los que, al igual que Biden, sirve como lacayo.

Pero, en mitad de este panorama, el Banco Mundial, en su maravilloso informe, encuentra un remedio para la crisis occidental: exportarla, una vez más, al tercer mundo. De hecho, afirma cínicamente estar proponiendo un remedio… para las economías del Sur global: abrir sus economías “al mercado” (es decir, al capital transnacional de la oligarquía norteña) y exportar sus materias primas sin proteccionismo alguno. Todo ello hipócritamente, mientras los yanquis se atrincheran detrás de sus crecientes tasas arancelarias.

Finalmente, exigen a África y Latinoamérica “disciplinar el gasto público”, mientras Occidente dedica miles y miles de millones para financiar dos escaladas bélicas. Por desgracia para ellos, pero por suerte para la dignidad del género humano, ya no estamos en los años 80, en los que el Sur obedecía a los mandatos de lobbies psicóticos como el FMI o el BM. ¿Quién les seguirá el rollo ahora, existiendo alternativas comerciales (los BRICS) precisamente obligadas a girar hacia el Sur por aranceles y sanciones que, desde luego, son mucho más occidentales que “liberales”?

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