Elizabeth Naranjo (Granma).— Mark Rutte, de 57 años, asumirá las funciones de secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), organismo militar cuyas intervenciones han dejado como legado un saldo triste de vidas humanas perdidas en la antigua Yugoslavia, Afganistán, Pakistán, Irak y Libia.
El político neerlandés, en relevo de Jens Stoltenberg, asumirá el liderazgo de esta estructura altamente cuestionable por sus crímenes, que fuera fundada en 1949 supuestamente para proteger a los países de Europa Occidental de la amenaza de la Unión Soviética, lo que en realidad constituyó un agravamiento de la Guerra Fría.
Pero, ¿quién es Rutte? Podríamos decir que es el menor de siete hermanos y que tiene como vocación inicial, muy alejada de la política, la de ser concertista de piano. Pero a los millones de personas que temen escuchar la palabra OTAN, en referencia a los conflictos de sus países, poco les importarán esos detalles sobre el hombre que podrá cambiarles su realidad de un día para otro.
En los años 80 fue presidente de las juventudes del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VDD, por su sigla en neerlandés), partido que lidera, desde 2006, y que constituye una formación liberal conservadora que funciona de manera intermitente, como un comodín parlamentario para formar gobiernos de mayoría.
En 1997 concentró su carrera profesional en el sector privado, lo que lo llevó a ser gerente de personal de Van den Bergh Nederland, subsidiaria de la multinacional alimentaria Unilever, en la que había obtenido su primer trabajo, tras graduarse de una licenciatura en Historia, desarrollada en la Universidad de Leiden.
En 2002 asumió el puesto de Secretario de Estado de Asuntos Sociales, en el primer gobierno de Jan Peter Balkenende, ex primer ministro de los Países Bajos, bajo cuyo mandato tomó, más tarde, el cargo de Ministro de Educación.
El neerlandés es también conocido como «Teflon Mark», por su capacidad para mantenerse en el poder pese a la dimisión de tres de sus gobiernos; o «The Trump Whisperer», el que susurra al oído de Trump, apodo alarmante para quienes saben las intenciones poco confiables del republicano.
