Es un hecho empíricamente comprobable que los países que se enfrentan al dominio estadounidense nunca serán considerados como regímenes legítimos apoyados por sus propias poblaciones. Tampoco nos dirán nunca que cumplen con los estándares democráticos, aunque jamás se expliciten claramente cuáles son. El dominio absoluto de los medios de comunicacion corporativos mundiales por parte del hegemón, ha logrado que las poblaciones de los países occidentales interioricen estas falacias de forma generalizada hasta el punto de que su asunción llega a abarcar todo el abanico del pensamiento mayoritario oficial, ya sea de izquierdas o derechas. Aunque se trate poco menos que de un dogma de fe de dudosa veracidad, para las opiniones públicas del norte rico es una verdad incuestionable y universal a la que no es necesario aplicar el escrutinio de la razón: si un gobierno se opone al imperio, es una dictadura, fin de la cita.
Así se construyen a fuego lento las cosmovisiones de los pueblos de Europa y Estados Unidos. Tenemos el mejor sistema de gobierno posible, alcanzamos las mayores cotas de libertad del planeta y vivimos inmersos en unos estados de bienestar inalcanzables para el resto del mundo. De ahí nace, por ejemplo, la metáfora del jardín amenazado por la selva salvaje que quiere invadirlo. Al margen de que prefiera mil veces el orden natural de la selva a la simple geometría y uniformidad del jardín, detrás la ocurrencia de Josep Borrell, el político socialista español, subyace un detestable supremacismo de quien se cree superior al resto del mundo y sólo deja entrever su escasa formación y su exigua capacidad intelectual. Y pensar que llegó a postularse como la alternativa de izquierda del PSOE…
Si aplicásemos un poco de contexto a esas creencias políticas mayoritarias en el occidente colectivo, veríamos que el menguante bienestar que poseemos se lo debemos, literalmente, al robo de las riquezas de todo el planeta mediante el uso de la violencia. Nos daríamos cuenta de que el bienestar de unos pocos es la pobreza y la opresión de muchos. Nos han hecho creer que nuestra democracia es el menos malo de los sistemas posibles, aunque eso del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo sea poco más que un espejismo en el que cree una población narcotizada y zombificada por la industria de la comunicacion y el entretenimiento. Mantener vivas esas ilusiones es necesario para que, a pesar de todo, nos dispongamos ciegamente a defender como propio un sistema diseñado para enriquecer a una casta cada vez más rica que vive a costa de empobrecer a la inmensa mayoría. Nuestra democracia es el sueño de un tirano.
En este contexto podemos entender cómo toda declaración que parta de líderes enfrentados al imperio será considerada falsa por principio, sus argumentos serán falaces, sus pruebas, inventadas; sus actos estarán dirigidos por planes arteros y su intención siempre será hacernos daño como colectivo, ya que estará guiada por el odio o incluso la envidia. Así son las gafas de ver que ha construido la política, los media y los gobiernos para sus súbditos durante decenios. Las mismas que permiten que se asuma con naturalidad que se socialicen las pérdidas de los ricos y se privaticen sus ganancias dentro de nuestro propio país. Las mismas gafas trucadas que provocan que veamos bien que se bajen los impuestos al 1% de los que más tienen y se suban al resto de la población.
¿A qué viene todo esto? —os preguntaréis tras leer toda esta larga diatriba.
Pues tiene relación, como en muchas otras ocasiones anteriores, por el disparatado tratamiento comunicacional dirigido contra el proceso político de Venezuela en la prensa y la política española, europea y estadounidense.
Según los medios de desinformación masiva, en la República Bolivariana no hay libertad de prensa porque se han cerrado los medios opositores a punta de pistola, cuando la inmensa mayoría de ellos son privados y contrarios al gobierno del país. Pero la realidad es brutal, los últimos medios de comunicacion que se han prohibido en fechas recientes han sido RT y Rossiya Segodnya, medios rusos que desmontan a diario las fake news vertidas por los medios de EEUU, el país democrático por excelencia… Atendiendo al discurso oficial, tampoco hay democracia en Venezuela, a pesar de que se presentan a las elecciones muchos más partidos que en Estados Unidos, donde las leyes de facto obligan a que solo haya dos formaciones políticas en el gobierno, cuyos diputados y senadores se compran y se venden al mejor postor a empresas y lobbies a los que deben más obediencia que a sus partidos. Nos dicen también que el sistema electoral venezolano es vulnerable a la manipulación, a pesar de que fue definido por una fundación del establishment de EEUU como uno de los más seguros del mundo por sus capas concurrentes de protección y verificación independiente. Por cierto, todavía estamos esperando ver las actas de las elecciones usamericanas del año 2.000 en las que Bush se declaró vencedor sobre Al Gore.
A pesar de todo, la ministra española Robles o el racista de Borrell se atreven a tildar de dictadura a Venezuela. Justo como el resto de los medios corporativos españoles, que se dedican a dudar al unísono de los complots paramilitares desarticulados por la República Bolivariana y a negar la naturaleza intrínsecamente violenta de la ultraderecha opositora del país.
El tratamiento informativo dado a los dos nacionales detenidos en la selva venezolana roza el patetismo más ridículo. Según la falsimedia, se trata de dos amigos, viajeros impenitentes, tomados como rehenes o chivos expiatorios porque simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Vamos, que bien podrían protagonizar un episodio de la casposa serie Españoles por el Mundo. Aún no se tienen todos los datos, ya que la investigación está en curso pero sí que hay algunas evidencias interesantes que pueden darnos algunas pistas acerca de los hechos.
Los detenidos, Basoa y Martínez, fueron vistos junto a una base militar fronteriza a la que fotografiaban visiblemente nerviosos, al menos eso dicen periódicos de este país. Provenían de un punto caliente de la selva colombiana, en las cuencas del Amazonas y el Orinoco, bien conocido por el contrabando de drogas y armas, pero también por ser un lugar habitual de infiltración de narcoparamilitares y mercenarios colombianos que atentan sistemáticamente contra Venezuela, sus políticos e infraestructuras. En cualquier caso, es un lugar muy peligroso donde apenas transitan turistas a pesar de los innegables valores naturales, paisajísticos y antropológicos del área. A nadie en su sano juicio se le ocurriría caminar por ese zona tan caliente sin guías locales o sin el apoyo de empresas especializadas. Mucho menos dedicarse a fotografiar sitios militares para llevarse un recuerdo a casa. Pero a pesar de todo, la prensa española resalta que los susodichos estaban allí porque son grandes aficionados a la ornitología y al ecoturismo, puro flowerpower. Jamás prestarán crédito alguno a Venezuela, como sí hicieron con Polonia cuando detuvieron sin cargos a Pablo González.
Conforme pasen los días, seguramente iremos conociendo más y más detalles concretos. Si buscamos paralelismos con la secuencia del levantamiento de la información sobre la traición de Edmundo González, a medida que se eleve el tono de las denuncias contra el gobierno de Venezuela, iremos conociendo el contenido de los móviles de Basoa y Martínez, su agenda, sus movimientos vía GPS, sus contactos, llamadas e incluso sus confesiones. Y en ese instante se podrá hablar de si son espías, mercenarios, miembros del CNI, agentes desestabilizadores o ecologistas pajaritólogos. Aunque seguramente que poco cambiará por muchas evidencias que se presenten. Lo más probable es que políticos y medios españoles mantendrán su apriorístico análisis a capa y espada, pues son de los no dejan que la realidad les prive de un rédito político.
El monopolio occidental de la mentira solo puede enfrentarse con la fuerza de la verdad, con una credibilidad sostenida que se gane a pulso la confianza de la opinion pública. Por eso los medios antagónicos, aún siendo pequeños, son tan molestos para los monopolios informativos oficiales que, si de algo carecen es de credibilidad. De ahí la dureza de la batalla emprendida contra ellos, una persecución en la que no dudan sacrificar incluso las libertades y los derechos humanos fundamentales que dicen defender de manera universal. De hecho, los medios menos creíbles del occidente colectivo son los norteamericanos y los españoles, por este orden, según recogen estudios académicos que se publican anualmente en cooperación con medios de comunicación. No es casualidad.