Elson Concepción Pérez y Elizabeth Naranjo (Granma).— Irán abandonó este martes su postura de paz ante el terror desatado por Israel en Palestina y el Líbano.
En clara respuesta a los asesinatos del líder del movimiento palestino Hamás, Ismail Haniya; el líder del grupo chiita libanés Hezbolá, Hassan Nasrallah; y el asesor militar iraní en el Líbano, Abás Nilforushan, la nación islámica lanzó una lluvia de más de 200 misiles sobre los aeropuertos israelíes de Hatzeri y Nabatin, aunque también se reportaron caídas en Tel Aviv y en las zonas de Sharon y Negev.
Los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI) emplearon por primera vez misiles hipersónicos, de los cuales el 80 % impactó contra sus objetivos en Israel, evadiendo el sistema de defensa aérea nacional, aunque eso no es lo que dicen los portavoces del país hebreo.
Sus medios de prensa publican, una y otra vez, las palabras del sangriento primer ministro de ese país, Benjamín Netanyahu, quien insiste en que la acción fue frustrada gracias a su avanzado sistema de defensa antiaéreo, tras lo cual señaló, ante su Gabinete de guerra: «Irán ha cometido un gran error esta noche, y pagará por ello. Nos atendremos a la norma que hemos establecido: quien nos ataque, será atacado».
El aviso claro de la guerra generalizada ha llegado, y desde Washington, en vez de la advertencia para detener el conflicto, el propio presidente Joe Biden ordenó a sus fuerzas militares acudir en apoyo a su subordinado israelí, y actuar militarmente para derribar los cohetes de la nación persa.
Como respuesta, Teherán ha devuelto otro mensaje: «En caso de intervención directa de los países que apoyan al régimen [de Israel], sus centros e intereses en la región también se enfrentarán a un poderoso ataque de las Fuerzas Armadas de la República Islámica de Irán», revelaron fuentes militares del país.
¿Cómo llegamos a este punto? Podría responder a esto el propio Premier israelí, quien emitió una amenaza colectiva en la propia ONU, cuando aseguró: «No hay lugar en Irán o el Oriente Medio al que no llegue el largo brazo israelí».
Con sus manos manchadas de sangre, se sintió triunfador y provocó a la República Islámica de Irán, amenazando con bombardeos y demostrando lo poco que le importa la opinión internacional, en tanto tiene el apoyo militar, diplomático y financiero del Gobierno de Estados Unidos.
Este 28 de septiembre, luego de diez años de preparación de Inteligencia, con bombas perforadoras de bunker, lanzadas desde aviones de guerra israelíes en la plena capital libanesa de Beirut, habían ya acabado con la vida del máximo líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah.
Para llegar hasta el lugar bajo tierra donde estaban los máximos dirigentes de esa estructura libanesa de resistencia, Israel se basó en las informaciones de su infraestructura de inteligencia, la que permitió al Jefe de Gabinete, al Ministro de Defensa y al Primer Ministro, decidir que querían asesinar a Nasrallah la semana pasada. El Mossad (Servicios de Inteligencia israelí) les daría el momento y el lugar para el ataque.
Solo que el crimen cometido contra el líder de Hezbolá también tuvo la etiqueta Made in usa, por cuanto se utilizaron 85 bombas antibúnker GBU-31, de fabricación estadounidense, capaces de penetrar varios pisos de hormigón.
Nada raro resulta entonces que el presidente Joe Biden, tras conocer la noticia, declarara: «la muerte del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, es un acto de justicia». Similar apreciación hizo la aspirante a presidenta, por el Partido Demócrata, Kamala Harris.
Mientras, el Estado sionista sigue atacando al Líbano, donde ya se reportan más de un millón de personas desplazadas; a la vez que ejecuta los criminales ataques contra la población palestina de Gaza y Cisjordania, en los cuales los palestinos muertos superan la cifra de 41 000.
