El Ejército de Israel: cuando la propaganda no puede encubrir crímenes

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Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se han posicionado como uno de los cuerpos militares con mayores acciones propagandísticas del mundo. Sus tentáculos se extienden por varias vertientes, como las historias jamás probadas —ni siquiera por la Casa Blanca— y difundidas en la prensa occidental acerca de supuestos bebés decapitados por Hamás.

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Eduardo Bautista (Sputnik).— Las campañas propagandísticas de las FDI utilizan incluso a Wonder Woman para mostrar a un Ejército israelí «feminista» y hasta se ofrecen tours que invitan a personas de cualquier país a ser «soldado israelí» por un día, como si se tratase de una aventura turística.

 

Basta con echar un vistazo a sus redes sociales para notar la envergadura de su maquinaria mediática a través de videos, animaciones, gráficas y live streamings que muestran a la guerra en Gaza y en el Líbano como nobles tareas que las fuerzas israelíes deben hacer «en nombre de todo el mundo libre», como las propias FDI lo definen.

Pero la realidad es otra: las FDI son un Ejército acusado formalmente ante La Haya de presunto genocidio, con su ministro de Defensa, Yoav Gallant, con una orden de aprehensión en su contra por la Corte Penal Internacional (CPI). Sus narrativas sobre unas Fuerzas Armadas que defienden los derechos humanos quedan eclipsadas con los más de 41.000 muertos en la Franja de Gaza y con doctrinas militares como la Dahiya, la cual consiste en la destrucción de un enemigo determinado —Hamás o Hizbulá, en el caso actual— a través de ataques masivos que no toman en cuenta a la población civil para generar terror.

«Dahiya era un poblado del sur del Líbano que fue destruido por el Ejército de Israel en 2006 para acabar con un bastión de Hizbulá, habitado por población chií. Quiere decir la destrucción de la economía y de la infraestructura con fuerza desproporcionada, matando a muchos civiles con la intención de causar un impacto disuasivo», explica el sociólogo e historiador mexicano de origen libanés, Carlos Martínez Assad, en su ensayo La doctrina Dahiya y las armas de Israel.

«Israel es uno de los Estados más militarizados a nivel mundial porque tiene la capacidad de producir, pero también de distribuir la violencia a escala global. Todo esto ha sido posible gracias a la colaboración de potencias mundiales como Estados Unidos, su principal aliado, pero también a ciertos miembros de la Unión Europea», explica en entrevista con Sputnik la internacionalista Iraís Fuentes, académica de la UNAM con una estancia de investigación en la Universidad Ferdowsi de Mashhad de Irán.

«El genocidio en Gaza está sostenido en las redes internacionales de suministro de armamento y apoyo logístico, político y diplomático [a Tel Aviv]. Y aquí hay que tener presente el papel de la empresa israelí Elbit Systems, que es el mayor productor de armas en Israel y se encarga de la mayor parte de producción y exportación de tecnología militar. Es uno de los actores centrales en la perpetuación de la violencia en Palestina, pero también en todo el mundo porque esta compañía no solo dota a las fuerzas israelíes, también exporta armas a más de 50 fuerzas militares y policiales alrededor del mundo», señala la experta.

Un soldado del Ejército israelí ajusta la punta a un proyectil de artillería de 155 mm cerca de la frontera con el Líbano en la región de Galilea, el 18 de octubre de 2023.
© JALAA MAREY

La columna vertebral del Estado de Israel

El 14 de mayo de 1948, el mismo día en el que Israel declaró su independencia, el primer ministro, David Ben-Gurión, —que antes ya había sido ministro de Defensa— anunció la creación de un Ejército nacional que conglomeraba diversas facciones de origen paramilitar e incluso a soldados de la Brigada Judía de las Fuerzas Armadas británicas. Así nacieron las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), a la par del Estado judío. O como observa la politóloga española Irene Zugasti: «Es la historia de un Ejército hecho a la medida del sionismo».

Israel, de hecho, lleva años siendo el país más militarizado del mundo, solo superado por Ucrania en 2022, de acuerdo con el Global Militarisation Index 2022, del Centro Internacional de Estudios de Conflictos de Bonn.

El gasto militar israelí en 2023 fue de 27.500 millones de dólares en 2023, es decir, 24% más que en 2022, según un estudio del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), publicado en abril pasado. Estas cifras convierten al Estado hebreo en el segundo país con mayor inversión en defensa de Oriente Medio, solo después de Arabia Saudita. Sin embargo, es probable que Tel Aviv ocupe el primer lugar del ranking este año tras un año de guerra en la Franja de Gaza, en el Líbano y en Yemen para supuestamente acabar con los movimientos Hamás, Hizbulá y Ansarolá, respectivamente.

En Israel, el servicio militar es obligatorio para hombres y mujeres; para ellos dura 36 meses y para ellas 32. Solo ciertos grupos minoritarios no están obligados a realizarlo, pero incluso los judíos ultraortodoxos —dedicados al estudio de la Torá todos los días— ya deben cumplir con ese requisito tras una orden de las autoridades israelíes determinada en junio pasado.

Es por ello que una de las principales prioridades de las FDI es la difusión de narrativas que enaltezcan a sus tropas como una entidad castrense progresista, protector de los derechos humanos, impulsor de las más altas tecnologías de precisión en ataque e incluso feminista.

«La propaganda israelí ha sido sumamente exitosa en la producción de esta narrativa de un Ejército moral, heroico e incluso ético, a pesar de la contradicción. Esto se conoce como la ‘doctrina de la pureza de las armas’, que se refiere a retratar a los ejércitos como entes comprometidos con categorías occidentales como la ética, la fortaleza, el heroísmo y la moral, incluso cuando estamos en situaciones extremas como el actual genocidio en Gaza», observa Fuentes, quien también tuvo una estancia académica en el Centro de Estudios de Asia y África en el Colegio de México.

Según la especialista, en redes sociales se difunde una imagen de los soldados israelíes como «protectores de la libertad y de la democracia», lo cual, dice, contrasta con la ocupación de Israel en los territorios palestinos. «Cuando hablamos del Ejército de Israel, debemos tomar en cuenta a su aparato mediático que articula una extensa cultura del entretenimiento y de las celebridades, como Gal Gadot», apunta.

Por ejemplo, algunos de los titulares de prensa mejor posicionados en Google sobre la supuesta libertad de género dentro de las FDI son los siguientes: El Ejército israelí más feminista; Así son las israelíes que forman el Ejército en guerra más feminizado del mundo: veinteañeras y con estudios; Israeli Women Fight on Front Line in Gaza, a First; Gal Gadot, del Ejército israelí a ponerse el traje de la Mujer Maravilla, y Gal Gadot: «El ejército me ha enseñado disciplina y que lo importante es el trabajo en grupo». Además, en sus canales oficiales, Tel Aviv suele presumir su participación en la Conferencia del Comité de la OTAN sobre perspectivas de género.

Pero nuevamente la realidad es otra. En enero pasado, un grupo de mujeres reclutas jóvenes, cuya única función era observar actividades sospechosas en la frontera entre Israel y la Franja de Gaza, denunciaron que nunca fueron escuchadas por sus altos mandos masculinos cuando reportaron señales como prácticas de asalto, simulacros de toma de rehenes y granjeros comportándose de forma extraña al otro lado de la valla. Todo ello, señalaron, lo informaron antes del 7 de octubre de 2023, fecha en la que combatientes de Hamás vulneraron la línea fronteriza e ingresaron a suelo israelí para matar a más de 1.300 personas y tomar a cientos de rehenes. Y no solo eso. Hace unos días, el diario The New York Times publicó un reportaje en el que, otra vez, las mujeres militares acusaron que los oficiales simplemente siguen sin hacerles caso.

«La labor comunicativa de las FDI pretende normalizar las formas de la violencia que llevan a cabo (…) Pretenden representar al otro como un ser deshumanizado cuya vida no es tan valiosa para hacer llorar», señala Fuentes.

«El Ejército de Israel es el Ejército que más se jacta de la inclusión de mujeres, pero es totalmente lo contrario, es una táctica para legitimar la militarización dentro de la sociedad. Se sirve del discurso de la igualdad de género para instrumentalizar la violencia. La inclusión instrumentalizada se usa para ocultar prácticas violentas y genocidas», concluye la experta.

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