Juan J. Sánchez (Unidad y Luha).— Se agudiza la crisis general del modelo de producción y cambio del capitalismo. Y a esta agudización que pone de manifiesto que el sistema capitalista toca a su fin histórico, le acompaña, como no puede ser de otra forma en la dictadura del Capital, la implementación y práctica de la represión como herramienta de la lucha de clases. Nadie debe perder del horizonte que estos niveles de represión, como siempre se han manifestado en las páginas de la lucha de clases, tiene su mayor aplicación y escenificación, allá donde las contradicciones, capital -trabajo, se manifiestan con toda crueldad y sin disfrazarse, en los centros de trabajo. ¿Pero esta represión se lleva a cabo sin organizar los mecanismos?, ¿la patronal y sus lacayos de los gobiernos, la aplican de forma desorganizada? La respuesta es nítidamente clara: ¡NO! En el despertar del proletariado y masas populares, esta represión es aplicada de forma quirúrgica, comenzando por eliminar de la ecuación a las y los obreros y sindicalistas más comprometidos con la justa causa de derrotar al capital y su dictadura. Para lo cual el capital aplica todas sus capacidades, políticas y económicas.
Las fuerzas políticas al servicio del Capital ejercen principalmente su labor desde los gobiernos a su servicio. Podemos ver cómo actúan la socialdemocracia y los liberales de todo pelaje, a quienes solo les diferencia la retórica populista que usan los unos y los otros. Gobiernos que, desde la aprobación de leyes, impiden que obreras y obreros puedan ejercer libremente sus derechos; leyes que siempre están orientadas a mejorar las condiciones de explotación que pueda ejercer sin cortapisas jurídicas la patronal; leyes que garantizan al capital la compra de fuerza de trabajo a bajo precio, desvalorizando, decreto tras decreto, el valor de dicha fuerza. Medidas éstas que facilitan la extracción de plusvalía, con la que aumentar la tasa de beneficios del capital. Sin olvidar la gestión y uso de cuerpos represivos públicos y privados, con los que amedrentar y reprimir violentamente a la clase obrera y sectores populares.
Las fuerzas económicas, propiedad sagrada de la burguesía, ejercen su poder a través de la compra. ¿Qué pueden comprar? ¡TODO!. Sí, todo: desde la fuerza de trabajo de las y los obreras, y todo lo demás necesario para la producción y cambio de las mercancías. Pago de los servicios políticos mencionados incluidos.
El Capital puede comprar (y lo hace) los instintos más miserables del ser humano, que ha sido o se ha dejado corromper. Con el poderoso Don Dinero, la burguesía ha comprado y sigue comprando a los que, definimos como aristocracia obrera: personas que, desde su miserable individualismo y su egoísmo enfermizo, solo piensan en satisfacer sus más indignos vicios. Sí, vicios y no necesidades, que de esto ya hemos discutido y concluido que, lo que estos miserables vendidos pretenden es vivir siendo una caricatura del burgués que los mantiene; por lo que no dudan en traicionar a sus compañeras/os. Debemos de comprender que, un traidor es aquel que, debido a su lugar ante los medios de producción o cambio, jamás pasará de ser un asalariado, mejor o peor remunerado, pero lamentablemente para ella o él, tiene definido su lugar dentro de las clases: será una o un obrero hasta que expiren, amén. Pero sus miserables aspiraciones no les hacen dudar a la hora de alinearse con el explotador. Y si la partida lo requiere, ¿por qué no?, con el opresor.
Estas y estos traidores intentan, y en ocasiones consiguen, (más de las que desearíamos), jugar un papel central en las políticas que ponen en práctica determinadas organizaciones políticas y sindicales. Y en estos momentos de caída acelerada de la tasa de ganancias, el Capital intensifica la compra de los sujetos más corrompibles. Debemos de comprender que, esta realidad, en la que sujetos sin conciencia de clase se dejan corromper, está más allá de los valores espirituales de unos individuos u otros. Esta acción está sujeta a valores materiales y es producto de la lucha de clases. Pero, para enfado y angustia de la burguesía, millones de obreras y obreros jamás se dejarán corromper.
Quizás sea correcto afirmar que estamos ante un nuevo ciclo revolucionario, ya que asistimos a una intensificación de la lucha de clases: se recuperan, lenta pero imparablemente, niveles de conciencia proletaria y con este despertar, como es normal, el Capital afila sus herramientas políticas, jurídicas, policiales, etc., con las que intensificar la represión.
En el estado español, se han abierto las puertas de los tribunales y las prisiones (nunca se cerraron) de la dictadura del Capital, con la intención de encerrar en ellas, al obrero, a sus representantes políticos y sindicales, que han tomado la decisión de levantar el puño y confrontar contra la explotación y represión del capital.
Lo más peligroso para la burguesía, y esta lo comprende, es que haya sujetos políticos que pretenden que el proletariado y sectores populares recuperen formas y modelos genuinos de organización obrera, denunciando el Pacto Social, la fraternidad entre clases. Son multitud de ejemplos los que demuestran lo que afirmamos; los más significativos, son todas las movilizaciones que se están llevando a cabo en defensa de los intereses de obreras/os en activo o jubilados y la puesta en marcha de estructuras de unidad obrera organizadas.
La burguesía y sus lacayos, conscientes del peligro que para sus intereses engendra la recuperación del movimiento obrero, activan la maquinaria represiva. Algunos de los casos más conocidos son: el de La Suiza, una pastelería de Xixón, en el que se sentencia a tres años de cárcel a una trabajadora y cinco sindicalistas; el juicio del caso Frankfurt, donde a la trabajadora que denunció por acoso sexual de su jefe, y a otros militantes de CNT-AIT, les piden 2 años de cárcel y 30.000 euros de multa; la sentencia contra sindicalistas de CTA por defender su derecho a la reunión y protesta; juicios y sentencias de compañeros del CTM por la huelga del metal en Cádiz; el juicio a las 3 del SAT, a quienes la Junta de Andalucía pide 5 años de cárcel, etc. Son muchos más los procesos represivos que se están llevando a cabo en los tribunales de la dictadura del Capital, tendríamos que publicar un libro para poder mencionar todos.
Lo que se ha dado por denominar represión contra el sindicalismo, en su esencia es represión política-policial contra las posiciones revolucionarias. Represión que se irá intensificando en la medida en que el despertar de la conciencia de clase avance y millones de obreras y obreros comprendan que son clase para sí. Es necesario que, millones de obreras y obreros se organicen y pasemos de la mera y puntual protesta, a la confrontación política contra la burguesía y sus lacayos. Debemos debatir en los centros de trabajo todas las cuestiones políticas que nos afectan como clase, para posicionarnos claramente frente a ellas y plantear nuestra propuesta, para hacer avanzar ese estado de conciencia y organización obrera.
Es urgente derrotar al capitalismo- imperialista. Es urgente iniciar la construcción de la sociedad socialista.