Victor Lucas (Unidad y Lucha).— La crisis estructural del capitalismo también ha incidido en Cuba de forma directa. El hecho de desarrollar un proceso socialista desde el triunfo de la revolución en 1959 no ha significado estar al margen de las crisis capitalistas; de una u otra forma, Cuba también ha soportado (y sigue soportando) las contradicciones del capitalismo, porque es imposible aislarse del sistema hegemónico todavía en el planeta.
Pero las condiciones pueden cambiar a partir de la desesperante situación del imperialismo, que está empleando cruelmente la guerra para evitar lo inevitable: su defenestración histórica.
El imperialismo norteamericano decretó la guerra contra la Revolución sin darle oportunidad del mantenimiento de relaciones respetuosas desde la soberanía de un pueblo que había conseguido su verdadera independencia. La fórmula utilizada fue el bloqueo financiero, económico y comercial que impuso con carácter extraterritorial.
La hostilidad, más allá de la injerencista “Enmienda Platt” de comienzos del XX, se estructuró sobre la base de la Doctrina Monroe y el sacrosanto Destino Manifiesto que justifica la “elección” de un pueblo escogido para tan gran ¡designio divino!; así, todo vale para no contrariar al arquitecto del mundo provisto del don de la omnisciencia.
La guerra, financiada con partidas legales y de fondos reservados, bien a través de la CIA u otros departamentos (NET, USAID) vierte sus acciones contra el pueblo cubano, víctima real de tan criminal ataque, que tiene su origen en octubre de 1960, siendo presidente Eisenhower, continuado febrilmente con todos los siguientes presidentes, del Partido Republicano o del Demócrata, hasta, todavía hoy, pasando por un Trump que eleva hasta 243 las medidas que rabiosamente se ensañan para profesionalizar el asesinato.
El capitalismo organiza su dictadura con un discurso que cabalga sobre la mentira y la infamia, y lo impone haciendo prevalecer sus normas y leyes sobre el Derecho Internacional y las decisiones de organismos internacionales, como la Asamblea de Naciones Unidas, que vota con más del 95% (insistentemente cada año) contra el bloqueo. Desde la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, siguiendo con la Ley de Asistencia Exterior de septiembre de 1961, continuado con la Ley de Administración de las Exportaciones de 1979, la amoral Ley para la Democracia Cubana (llamada también Ley Torricelli) de octubre de 1992, la ignominiosa Ley para la Solidaridad Democrática y la Libertad Cubana (Helms Burton) de marzo de 1996, etc., el pueblo cubano resiste y no rinde su bandera de la Revolución, del 26 de Julio, del 1 de Enero, de tantas memorables fechas de lucha del siglo XIX y XX, con nombres propios como Máximo Gómez, Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Fidel, Raúl, Camilo, Almeida, Mariana, Haideé, Melba, Vilma, Celia, y tantas otras y otros.
El bloqueo como acto de genocidio, en virtud del inciso “c” del artículo II de la Convención de Ginebra de 1948, ha generado miles de muertes, enfermedades, daños psicosociales y materiales combatidos por los gobiernos e instituciones revolucionarias con unos limitados recursos, pero con la certeza del triunfo seguro contando con el digno y heroico pueblo cubano.
Con esas condiciones tan adversas y su resistencia, en el momento histórico que está atravesando la humanidad, Cuba acaba de solicitar su ingreso en los BRICS, donde se antoja la creación de un organismo que, saliendo de la cárcel del imperialismo, le amputará sus extremidades y, quitándole las muletas donde sujeta su estructura, le negará el robo y el esquilmar a los pueblos de sus recursos propios; dialécticamente, el problema revierte a los EE. UU. y los Estados que satelizan en la órbita otanista.
Los BRICS se van articulando con un grupo de países que transformarán el rumbo de la historia. A instancias de los Estados originarios, este organismo ya cuenta con una importante mayoría de población mundial, que operará con otros valores materiales y procedimientos respetuosos y equilibrados, eliminando el dólar como moneda de intercambio comercial y financiero.
Cuba, su Revolución, su Partido Comunista, su pueblo, se merecen su futuro porque ¡Vas bien!, como respondería Camilo.