Siria: anatomía de una traición

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Los imperialistas nuevos y viejos han acordado sentenciar el destino del pueblo palestino y del pueblo sirio a cambio de asegurar la hegemonía de Israel e Irán en Oriente Próximo. Para ello, debían darse tres preparativos: mermar el suministro de armas de la resistencia contra Israel, provocar un cambio de gobierno en Siria y dar un golpe decisivo a Hezbolá, un elemento independiente de la República Islámica de Irán, para que el ejército israelí pudiera concentrar sus fuerzas militares.

El 17 y el 18 de septiembre, la cúpula de Hezbolá quedó desmantelada tras la detonación de explosiones múltiples de dispositivos electrónicos en Líbano y Siria, las cuales provocaron la muerte de 42 personas y dejaron tras de sí más de 3.500 heridos. Unos meses antes, Hezbolá tomó la decisión de usar buscas en lugar de teléfonos móviles como medida de seguridad. Sin embargo, esos buscas adquiridos llevaban integrados consigo el explosivo PENT. Un crimen de guerra que muchos calificaron de distópico y sin precedentes, que tendría tras de sí la mano de Irán y el Mossad a través de una empresa fantasma.

Bajo el lema: «Fortalecimiento del Multilateralismo para un Desarrollo y una Seguridad Globales Justos», la ciudad rusa de Kazán acogió durante los días 22 y 24 de octubre la XVI Cumbre de los BRICS. En dicha cumbre participaron la nada desdeñable cifra de 36 países con el objetivo primario de crear un nuevo orden mundial que termine por sepultar el sistema financiero en manos del imperialismo occidental y levantar otro alternativo que se sobreponga a sus caprichosos designios en forma de sanciones y embargos. Sin embargo, Siria no participó en dicha cumbre como miembro ni invitado destacado. Y no sería por falta de ganas, pues el país ha reflejado en numerosas ocasiones su interés estratégico en los BRICS como una forma de contrarrestar el aislamiento político y las presiones económicas impuestas por el imperialismo occidental. En el propio mes de octubre, Siria presentó formalmente su solicitud para unirse a los BRICS a través de su embajador en Rusia, Bashar Jaafari, durante la conferencia Cáucaso del Norte: Nuevas Oportunidades Geoestratégicas. Por tanto, la ausencia o falta de representación de Siria en la posterior Cumbre de Kazán revela que no era un país que fuera a ser considerado en el futuro como un aliado del emergente bloque imperialista encabezado por Rusia y China.

El pasado 27 de noviembre, el criminal de guerra Joe Biden anunciaba que los Estados Unidos habían negociado una tregua entre el estado genocida de Israel y Hezbolá, consiguiendo así detener los bombardeos y las agresiones israelíes por tierra, mar y aire en el Líbano durante los dos próximos meses. Sin embargo, este acuerdo le dió también una bocanada de vida al imperialismo, pues permitió vascular sus esfuerzos hacia Siria, un tradicional aliado de la resistencia contra Israel al facilitar el tránsito de armas hacia el Líbano y Gaza. Un acuerdo que no se habría producido si Hezbolá no hubiera sido duramente golpeada en su cadena de mando con las explosiones terroristas en septiembre. Del mismo modo, antes de ser derrocado, Bashar al Assad rechazó una propuesta de los Estados Unidos para cortar el suministro de armas hacia Hezbolá a cambio de un gradual levantamiento de las sanciones.

Tenemos, por tanto, a una Siria completamente aislada internacionalmente, mientras que a nivel interno el país se encuentra enormemente deteriorado a causa de las consecuencias de la guerra que se inició en 2011. Un país cuyas relaciones exteriores dependían especialmente de Rusia – como principal aliado político, militar y económico, estando además desde 2015 involucrada directamente en la guerra – e Irán – proporcionando armas, asesoramiento militar y acuerdos económicos para el desarrollo del país.

Con esto sobre la mesa, es más que evidente que el gobierno sirio no ha caído por una combinación de protestas populares e inestabilidad bélica que ha provocado que un “grupo de rebeldes” se haga con el control del país, como sugiere el relato de los medios de comunicación de la burguesía como RTVE, El País, La Vanguardia, El Mundo o El Español.

En septiembre, la cúpula de Hezbolá quedó completamente mermada y su cadena de mando sufrió una serie de pérdidas que facilitaron la posterior tregua con Israel. En octubre, a pesar de su solicitud formal de adhesión, Siria no es invitada ni tiene ninguna clase de representación en la Cumbre de los BRICS, a la que acuden 36 países. En noviembre, Israel consigue su tan ansiada tregua en el Líbano, evitando así dividir sus esfuerzos militares. Y en diciembre cae el gobierno de Bashar al Assad sin prácticamente apoyo de sus hasta entonces socios estratégicos y con un ataque yihadista que en menos de dos semanas toma el país.

El imperialismo, como estadio superior del modo de producción capitalista, consigue así estabilizar Oriente Próximo configurando dos grandes bloques de poder: Irán por parte de los BRICS e Israel como punta de lanza de la OTAN; este último, se frota las manos ante la más que posible absorción de Gaza, Cisjordania y parte de Siria, impulsado por el que será el nuevo inquilino de la Casa Blanca, con la naturalidad propia de la guerra y la barbarie que impone la burguesía a los pueblos del mundo.

El destino de Siria es, por tanto, acabar como Afganistán, Irak o Libia. Un país destruido por la guerra durante décadas y con el yihadismo en el poder, provocando un retroceso enorme de los derechos del proletariado, a lo que se suma el fundamentalismo religioso, el mercado negro de esclavos o el latente problema de los refugiados.

El fin del gobierno de Bashar al Assad no es solo el fin de “la unidad árabe” o del “Eje de la Resistencia”, sino también será el inicio del fin de la guerra entre Rusia y la OTAN en Ucrania, con un estado ucraniano que será dividido en dos. La parte occidental bajo la influencia de los monopolios estadounidenses y europeos; y la zona oriental del país en el control directo de los oligarcas rusos. Así, el fascista Donald Trump se presentará al comienzo de su nuevo mandato presidencial como el gran pacificador y quien ha terminado con una guerra que estaba arrastrando tras de sí a la Unión Europea.

Los imperialistas – decadentes y “emergentes” – se hallan en un proceso de nuevo reparto del mundo.Un cambalache que no quedará ahí, sino que se extenderá por toda la geografía del planeta, teniendo una especial importancia América Latina. En este sentido, los imperialistas tratarán de someter, fundamentalmente, a Cuba y a Venezuela, para poder explotar y expoliar de manera inmisericorde los recursos naturales de dicho continente y conquistar mercados y, si les fuera posible, tratar de acabar con la revolución cubana, con la que el bloqueo criminal no ha podido y, esperamos, que los cantos de sirena y las apetencias rusas de convertir a Cuba en un mercado filial suyo a través del grupo BRICS tampoco puedan. Pues de lograrlo, el fortalecimiento del fascismo en lo ideológico se combinará con una reedición del  discurso del fin de la historia al objeto de sostener un sistema moribundo y en abierta bancarrota como es el imperialismo – ya sea el decadente o el emergente pues el sistema económico mundial es uno.

Los marxistas-leninistas sabemos que el destino de Siria no le pertenece a ningún bloque imperialista, así como tampoco al terrorismo yihadista que durante los últimos meses ha sido fuertemente financiado y armado por los Estados Unidos e Israel para acometer la ofensiva que terminara con la caída de Bashar al Assad.

Hoy los monopolios están de celebración. Auténticos genocidas y criminales de guerra como Joe Biden, Benjamín Netanyahu o Ursula von der Leyen han salido rápidamente a celebrar “la caída del régimen”. Está claro que tras el nuevo intento de golpe de Estado fallido en Venezuela, el abandono del pueblo saharaui, los descalabros militares en Ucrania y el genocidio del pueblo palestino, el imperialismo occidental necesitaba alguna victoria para celebrar a bombo y platillo su superioridad en el mundo de barbarie y fascismo que han construido.

Los diferentes bloques imperialistas están moviendo sus piezas y llevando a cabo un nuevo reparto de un mundo ya repartido. Las esferas de poder están más que nunca claras y la competencia por la superioridad económica, política, cultural e ideológica lleva tiempo iniciada. Un escenario que solo puede ser resuelto mediante la reconfiguración del movimiento comunista, abandonando todo revisionismo, reformismo, socialchovinismo y cualquier otra práctica que atente contra el socialismo científico. Los pueblos del mundo necesitan más que nunca la revolución socialista, no cambiar el yugo de la OTAN por el de los BRICS. Cada persona explotada y oprimida del mundo sólo podrá romper las cadenas de su servidumbre si convertimos la guerra imperialista en guerra civil por el socialismo. No quedan etapas intermedias. No hay que buscar alianzas incómodas. Sólo queda una disyuntiva: ¡Socialismo o barbarie!

Madrid, 10 de diciembre de 2024

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

Fuente: pcoe.net

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