Jorge Vera Castillo* (cooperativa.cl).— Cuando aún Europa se encontraba completamente convulsionada, enfrentando al nazismo, bajo el liderazgo, las avanzadas y las luchas heroicas del pueblo y ejércitos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), hacia mediados de la década de los años ’40 del siglo XX, quizás, ya era posible avizorar -por algunos visionarios- las grandes victorias que vendrían y culminarían con la rendición alemana y el término de la Gran Guerra Patria, el 9 de mayo de 1945. Simultáneamente, la URSS no despreocupaba sus relacionamientos no europeos.
Ejemplo concreto de lo anterior fue el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Chile y la URSS, formalizado mediante el intercambio de notas entre sus representantes diplomáticos ante el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, Marcial Mora Miranda y Andréi A. Gromyko, hace ya 80 años, el lunes 11 de diciembre de 1944.
Resulta del mayor interés analítico y reflexivo -estando ya en esta tercera década del siglo XXI, bajo la consideración de una retrospectiva amplia histórica, no solo bilateral, sino que incluso birregional, concebida como un encuentro entre dos miradas muy distantes, no solo geográficamente-, conocer parte del texto de la Declaración Oficial del Gobierno de Chile, en ocasión de dicho establecimiento de relaciones diplomáticas chileno-soviéticas, y ante unas graves negaciones y tergiversaciones históricas sobre los roles desarrollados en la Segunda Guerra Mundial por las principales potencias, entre ellas, la URSS, en esos años dramáticos.
Allí se señaló: «Entre las grandes potencias del mundo que, unidas o mancomunadas, luchan heroicamente contra el régimen totalitario para restablecer el respeto a la dignidad humana y el imperio de un mismo ideal democrático en las naciones del globo, se encuentra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la que contribuye poderosa y decisivamente al éxito de los fines perseguidos». Y se agregó: «En estas circunstancias, y frente a la ayuda decisiva prestada por el gobierno y pueblo rusos a la defensa de la civilización y de la doctrina democrática, el Gobierno de Chile ha considerado que debía poner término a la anormal situación existente respecto a sus relaciones con la gran nación eslava».
Sirve otro antecedente complementario, para interrogarnos sobre las inconsistencias e irresponsabilidades de algunos gobiernos, a través de su política exterior, con conductas atentatorias para las relaciones amistosas, pacíficas y respetuosas entre las naciones. Un caso excelso y singular se encuentra en relaciones bilaterales que nos ocupan, al constatar resabios de un -aún vigente- «antisovietismo», cínico y oculto, en lo internacional, y un «anticomunismo», furibundo, en política interna. Y estas subculturas resurgen y subyacen, incluso en sectores políticos que dicen «no ser anti». Todo se traduce en actual rusofobia.
Desde Chile, el Presidente Gabriel González Videla decidió, sorpresiva y unilateralmente, la ruptura de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, mediante una nota el 21 de octubre de 1947, dirigida al entonces embajador de la URSS, Dmitri Aleksándrovich Zhúkov, joven entonces de 37 años, quien solo había asumido sus funciones en abril de 1946. Posteriormente, este profesional de la diplomacia destacaría, siendo director del Departamento de América Latina del Ministerio de Asuntos Exteriores, entre 1968 y 1974 (siguiendo en lo bilateral, el golpe de Estado civil-militar de 1973 en Chile), y culminando su relevante trayectoria como embajador de la URSS en Brasil, donde falleció el 24 de marzo de 1981. Seguramente, González Videla nunca supo ni a quien le había enviado la referida muy desacertada nota diplomática, hasta su propio fallecimiento el 22 de agosto de 1980.
Con una amplia y distinta visión del mundo, con contactos y experiencia internacionales, el Presidente Eduardo Frei Montalva inició su período gubernamental el 4 de septiembre de 1964. Y ya en sus primeras acciones de política exterior, el 24 de noviembre de 1964, daba una clara señal de enmendar lo reseñado anteriormente. Así, en el día mencionado, se firmó un acta-comunicado para oficializar el restablecimiento de relaciones diplomáticas y consulares chileno-soviéticas. Firmantes fueron ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Gabriel Valdés Subercaseaux, y embajador de la URSS en Argentina, Nikolái B. Alexeev.
En tan solemne ocasión, Valdés Subercaseaux señaló que «el Gobierno de Chile estima que la diversidad de sistemas, fórmulas de gobiernos o de organización política y social, no es inconveniente para que existan relaciones normales entre los países, si ellas se mantienen en un plano de recíproco respeto a las leyes soberanas que rigen a cada Estado». Y agregó: «Dentro de estos principios, el Gobierno de Chile considera que sus relaciones normales con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas contribuirán a afianzar la paz y la cooperación pacífica de todos los pueblos; estima esenciales estas relaciones para dar mayor amplitud a nuestro comercio exterior, que no puede desconocer una porción tan grande del mundo con la cual hoy mantienen activo comercio y relaciones otros pueblos. No puede renunciar a las expectativas que para nuestros productos significa ese poderoso conjunto humano y económico que representa la Unión Soviética».
«Estamos seguros que ellas serán fructíferas y, más allá de la forma diferente de los regímenes políticos, habrá una cooperación entre nuestro pueblo, generoso y abierto, amante de sus tradiciones y de sus libertades y el gran pueblo ruso, cuyos sufrimientos en la guerra, cuya bondad y cuyo amor por la paz son una parte del gran patrimonio de la humanidad entera», añadía.
Por su parte, N. B. Alexeev expresó: «Nosotros, los hombres soviéticos, tenemos gran simpatía al laborioso pueblo chileno. Conocemos su historia y su abnegada lucha por la independencia de su patria (…) Consideramos que la reanudación de las relaciones diplomáticas entre nuestros países refleja los sentimientos de leal amistad que, a pesar de la distancia geográfica que los separa, se profesan los pueblos chileno y soviético».
Situados hoy, eminentes resultan ambos representantes, en sus expresiones sustantivas, y contrastantes con erradas y pequeñas visiones, obsesivas en actual arena internacional, y con respecto a las subsecuentes relaciones bilaterales chileno-rusas, de ahora, planteó la anómala relación «no bilateral» con Rusia. Y aquellas relaciones chileno-soviéticas en el período 1964-1970 fueron amistosas, fructíferas y con resultados concretos, en diversas esferas de colaboración, de cooperación y de intercambio.
Una sólida base jurídico-contractual, en variadas esferas de beneficio mutuo, se comenzó a estructurar con tres importantes convenios intergubernamentales. Y nuestro embajador Máximo Pacheco Gómez fue efectivo, entusiasta y sincero dinamizador de las relaciones.
Vale recordar aquí que, en el habitual intercambio de visitas de trabajo y oficiales bilaterales, un episodio remarcable, pero poco destacado, difundido y recordado, fue la notable visita de Alexéi Arjípovich Leonov, cosmonauta soviético, en noviembre de 1966. Estuvo en Punta Arenas -entrevistado por el Diario Austral-; en San Antonio -ahí se reunió con compañeros y compañeras-, y en Santiago fue recibido en audiencia por el Presidente Frei Montalva, quien lo congratuló efusivamente por la hazaña de ese primer paseo espacial en el mundo, saliendo desde la nave espacial Vostok (Este, en ruso), durante 12 minutos y 9 segundos, el 18 de marzo de 1965.
Tuve el privilegio de conocer y conversar brevemente con Alexéi A. Leonov en Bruselas, en un acto académico-científico internacional relevante, el 11 de mayo de 2017. Al saludarlo, y decirle que era de Chile, con su cristalina mirada me observó, y me dijo: «El país de Neruda». Se acordaba bien de su visita sintetizada. Falleció el 11 de octubre de 2019, a los 85 años.
Durante el gobierno del Presidente Salvador Allende Gossens, y hasta su derrocamiento criminal, las relaciones chileno-soviéticas alcanzaron su máximo nivel y un desarrollo muy multifacético, junto con ampliarse la base jurídico-contractual. Y, su visita a la URSS, en diciembre de 1972, fue remarcable por muchos aspectos políticos entrañables. Detalles ya han sido analizados y escritos, desde distintas ópticas y panorámicas, incluyendo el suscrito, como editor del libro La Política Exterior Chilena durante el Gobierno del Presidente Salvador Allende 1970-1973, en la especificidad temática respectiva. Es conocido que el gobierno de la URSS, muy solidario, decidió romper relaciones con Chile el 22 de septiembre de 1973.
Es en el gobierno del Presidente Patricio Aylwin Azócar que, en el primer acto soberano de su política exterior, se reanudaron las relaciones bilaterales, en el Palacio de La Moneda, el 11 de marzo de 1990, con las firmas documentales del ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Enrique Silva Cimma, y el consejero principal del presidente Mijaíl S. Gorbachov, como enviado especial, Vadim V. Zagladin. Fue una instancia histórica muy relevante y significativa.
Podemos afirmar, respaldada y sustentadamente, que, desde fines de 1991 estas relaciones bilaterales, que pasaron a ser relaciones diplomáticas entre Chile y la Federación de Rusia, como continuadora estatal de la URSS y con su representación internacional en las Naciones Unidas, se desarrollaron en completa normalidad y con adecuado ejercicio de la diplomacia.
Recordemos que, los Presidentes Aylwin, en 1993; Lagos, en 2002; y la Presidenta Michelle Bachelet, en 2009, visitaron oficialmente la Federación de Rusia. Y el presidente Vladímir V. Putin estuvo en Chile, con motivo de la Cumbre APEC, en noviembre de 2004. Entrevistado por Canal 13, dijo: «Yo quisiera que en Chile existiera una visión objetiva sobre Rusia», juicio de síntesis premonitorio. Lamentablemente, desde la asunción del actual Gobierno de Chile, el 11 de marzo de 2022, lo hemos dicho y escrito, en una curiosa inconducta y un irrespeto diplomáticos incomprensibles, se fue instalando esa anómala suerte de nefasta ‘relación no bilateral’, por la parte chilena, desde fecha indicada.
Perspectivas para las relaciones chileno-rusas debieran abrirse, desarrollarse y estimularse, sin más demoras ni excusas impropias, por parte del Gobierno y la Cancillería de Chile y sus más altas autoridades respectivas. La presentación de cartas credenciales ante S.E., el 6 de noviembre de 2024, del nuevo embajador de la Federación de Rusia, Sr. Vladímir G. Belinsky, destacado diplomático y conocedor de las realidades estratégicas y políticas de Sudamérica, incluidas las vecinales-fronterizas, es la ocasión propicia e impostergable para dinamizarlas, diversificarlas y revitalizarlas. Ya no hay argumentos ni razones para lo contrario e irrealista.
*Jorge Vera Castillo – Chileno, especializado en Relaciones Internacionales y materias internacionales de Defensa y Seguridad, con estudios superiores en el Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, el Institut Universitaire de Hautes Études Internationales (IUHEI) de Ginebra, la Academia de Derecho Internacional de La Haya y el Centre d’Études Diplomatiques et Stratégiques (CEDS), en París.
https://opinion.cooperativa.cl/opinion/jorge-vera-castillo/2013-12-27/163816.html