El Estatuto de los Trabajadores:¿herramienta al servicio de quién?

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Juan J. Sánchez (Unidad y Lucha).— El que todos aplaudieran su aprobación, allá por marzo del 1980, se debe a una realidad política que podemos considerar histórica. Con este ET, las trabajadoras y trabajadores, en condiciones políticas que no estaban bajo dictadura, se dotaban de una herramienta con la que poder defenderse de una patronal, de una burguesía, ávida de money money,  que sin escrúpulos sobreexplotaba a millones de trabajadores.

 

Hasta aquí y así expresado,  todo bien. El ET debería haber jugado un papel predominante en los avances de posiciones políticas del proletariado y masas trabajadoras. Con este ET se consideraba que la patronal estaría bajo control, impidiendo sus desmanes, por una ley de la que las trabajadoras y trabajadores se habían dotado con la intención de proteger sus intereses. ¿Pero la discutieron y elaboraron trabajadoras y trabajadores?

Maldita realidad, nos contradice y niega.

Debemos recordar, (porque recordando se comprende mejor la historia de los acontecimientos), que en el Estado español, antes que del ET actual, ha habido un número nada desdeñable de leyes y normas laborales. En el devenir histórico podemos considerar que las más importantes de estas, por su papel transformador de las relaciones políticas y laborales existentes, fueron las impulsadas por el gobierno de la II República, en el periodo conocido como Bienio progresista, que va del 1931 al 1933. Estas leyes sufrieron un dramático retroceso con los gobiernos del llamado Bienio negro,  (33 al 36). En ese mismo año, vence el Frente Popular y se inicia un periodo considerado como revolucionario,  ya que se acometen reformas políticas y sociales que jamás antes se habían ni siquiera cuestionado y planteado.

En lo que hace referencia a las leyes que regulaban el trabajo, críticamente decir que algunas fueron acertadas y otras podremos cuestionar, pero jamás podremos negar que significaron un avance histórico en las condiciones laborales de millones de trabajadoras y trabajadores.

En el año 1939, fin de la guerra revolucionaria, derrota e inicio de la dictadura fascista militar, la  Ley y ordenanzas  laborales aprobadas por la II república en su bienio y etapa revolucionarios son derogadas, siendo sustituidas por una ley titulada Fuero del Trabajo,  inspirada en  “La Carta del Lavoro (Carta del Trabajo)”,  ley aprobada por el gobierno fascista de  Mussolini en 1927, cuyo objetivo principal era la fascistización de la economía. Esta ley fue  aprobada en la zona fascista en marzo del 1938. La dictadura fascista se ve obligada, por presión de los sectores más avanzados del proletariado, a ir variando el espíritu de esta ley del trabajo, acometiendo reformas sucesivas, que tienen comienzo en 1942 y culminan en 1973, cuando se pone fin a gran parte de artículos esenciales de la ley de Fuero del Trabajo, pero al tiempo se mantienen elementos de su carácter dictatorial fascista.

En toda esta historia hay un elemento o figura práctica que no debemos perder del telescopio: los sindicatos verticales, estructuras en las que confluían patronos y obreros, estos últimos, obligados.  Y si somos capaces de mantener la suficiente atención analítica nos daremos cuenta de que este modelo de organización al servicio de la dictadura y, por consecuencia, de la patronal, la podemos considerar, como de intento del fascismo de llevar a cabo un pacto social, una confraternización entre clases.

Situábamos una pregunta que, quizás jamás, ante ni quienes hemos estado casi toda nuestra vida militando en organizaciones comunistas, nos hemos planteado. ¿En la redacción y aprobación del actual ET, participó verdaderamente la clase obrera? ¿Los sindicatos CC.OO., UGT, CNT, como los más representativos de aquel momento, llegaron a debatir con las bases de afiliados tan importante ley que determinaría el futuro laboral y social de millones de mujeres y hombres?  ¿O la aprobación de este ET, fue en términos laborales el primer acto de lo que hoy denominamos Pacto Social? Sí, ese pacto social que, durante cuarenta años de dictadura el proletariado no estuvo dispuesto a aceptar, cuarenta años de guerra de clases en la que el proletariado arrebataba derechos laborales y sociales a la burguesía, protegida esta por una dictadura fascista.

Pero llegada la ocasión sujetos políticos alejados de la cultura proletaria aprovecharon, encubiertos por la euforia del fin de la dictadura fascista-militar, para imponer un modelo de pacto social que en apariencia es confrontación:, en el discurso y en la práctica, la firma, es traición a las masas trabajadoras.

Debemos saber y comprender que la firma de este ET, es un elemento más del Acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y del Acuerdo sobre el programa de actuación jurídica y política (conocido como Pactos de la Moncloa) firmados el 25 de octubre de 1977. En definitiva, un gran acuerdo que daba continuidad a la dictadura del capital ahora con envoltura de democracia burguesa. Los sindicatos CC. OO. y UGT, a la cabeza de estos, Marcelino Camacho por CC. OO. y Nicolás  Redondo por UGT, jugaron un papel fundamental en la firma de estos pactos, ya que amplias secciones de estos sindicatos no estaban de acuerdo en  secundarlos. La labor al servicio de los intereses del capital de estos dirigentes y alguno más, fue encomiable, al posibilitar la firma de los dos sindicatos.  Hay que señalar que, los dos altos dirigentes sindicales y políticos, dan un paso atrás, en su determinación de confraternización de clases, y en lo referente a las leyes laborales manifiestan desacuerdos puntuales, en referencia con lo que se va a probando en el parlamento burgués. Tarde, ya es tarde hermano. 

Y de estos acuerdos de la Moncloa nace el ET y toda la legislación laboral aprobada hasta los días de hoy.  Por eso, el PCPE desde su nacimiento ha denunciado los Pactos de la Moncloa en su contenido legislativo y en su concepción ideológica.

Denunciamos que todo acuerdo social amparado por estos pactos son instrumentos al servicio de la burguesía. La clase obrera debe recuperar su independencia ideológica, y, como hiciera y sufriera durante la dictadura fascista-militar, confrontar con todas las herramientas a su disposición contra los intereses de la burguesía, arrebatándole derecho tras derecho. Otro ET y leyes laborales son necesarios. Solo la clase obrera organizada  como sujeto revolucionario hará posible que esto sea posible.

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