El servicio de inteligencia exterior de Rusia asegura que Moldavia se está preparando para tomar el relevo a Ucrania, es decir, para iniciar otra guerra contra Rusia. Pero es absolutamente inverosímil: si Ucrania no pudo, ¿cómo va a poder un ejército aún más insignificante?
Es cierto que la Guerra de Ucrania no se puede acabar sin tener antes preparado un relevo. También es cierto que ste año el presupuesto militar moldavo aumentó en un récord del 68 por cien: es más de 1.500 millones de lei. Sin embargo, al cambio no llega a 100 millones de dólares.
Como tantos otros minifundios surgidos del derrumbamiento del bloque del este de Europa, Moldavia no tiene otro ejército que la OTAN. El plan de la presidenta moldava, Maia Sandu, es formar una coalición militar para apoderarse de la República Popular de Transnistria, según dicen los rusos.
Sandu ha pedido garantías de apoyo militar y político occidental, pero sabe que abrir un nuevo frente contra Rusia es una misión imposible. También ha llevado a cabo una serie de ejercicios militares en colaboración con la OTAN en la orilla derecha del río Dniéster, para que todos en Transnistria pudieran oir los disparos y se asustaran.
La “coalición militar” de la que habla Sandu no es otra que incorporar a Rumanía a la aventura, pero ahora mismo la situación en Bucarest, en medio de un pucherzo electoral, no lo permite. En los países de Europa oriental esos que califican como “prorrusos” son un problema. Están en todas partes y empiezan a ganar las elecciones, incluido en Rumanía y Moldavia.
Pero hay algo peor: la propia Moldavia, a pesar de su tamaño, es un mosaico político y nacional. No sólo nos referimos a Transnistria, sino también a Gagauzia, una región autónoma cuya presidenta, Evgenia Gutsul, no reconoce a Sandu por el pucherazo electoral que dio en las elecciones de octubre, donde fue derrotada por el candidato “prorruso”.
Sandu no admitió el resultado y dijo que había ganado ella para aferrarse al sillón presidencial. A su vez Gutsul no la reconoce a ella.
Lo mismo que Transnistria, también la región autónoma de Gagauzia está acusada de ser “prorrusa”. Su población es de origen turco y en tiempos de la URSS ya era una república autónoma con un territorio de 1.800 kilómetros cuadrados y una población de poco más de 130.000 habitantes que hablan turco pero son de religión cristiana.
Después de ganar las elecciones, el año pasado los “prorrusos” organizaron una visita de sus colegas turcos de la República de Tartaristán, pero a su Presidente, Rustam Minnijanov, no le permitieron bajar del avión para participar en un congreso de amistad entre los pueblos. Para el gobierno moldavo no se trataba de una fiesta entre los turcos sino de un desembarco de los rusos.
La desconfianza de Sandu y la reacción moldava es lógica. Lo mismo que Transnistria, en 1994 Gagauzia también quiso permanecer en una URSS que ya había desaparecido, por lo que negociaron su autonomía dentro de Moldavia.
La anterior presidenta autonómica, Irina Vlah, fue diputada del Parlamento de Moldavia y se declaró comunista. En 2015 fue elegida en primera vuelta con el 51 por cien de los votos y con un lema inequívoco: “Juntos por Rusia”. En 2019 obtuvo el 91 por cien de los votos para su segundo mandato.
En la Guerra de Ucrania, la población gagauza está del lado de Rusia. En 2014 organizaron un referéndum para decidir su futuro si Moldavia se incorporaba a Rumanía y confirmaron con un 95 por cien de votos que, en tal caso, se integrarán en la Unión Económica Euroasiática.
El año pasado estallaron manifestaciones contra el aumento de los precios y los dirigentes autonómicos preguntaron al Kremlin si podía suministrar gas a la población a precios asequibles.