«Una izquierda euroatlántica»: censuran en la UE las posturas contrarias a la línea de la OTAN

En la Unión Europea se insiste en ubicar en la extrema derecha y el populismo toda posición política que discrepe de la línea dominante atlantista respecto al conflicto en Ucrania. Ante la escalada belicista y en aras de la convivencia pacífica con Rusia, en realidad su alcance es transversal.

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NAZIS | © Foto : Twitter / @Bundeskanzler

Yarisley Urrutia (Sputnik).— La permanente ligazón de las políticas e iniciativas emanadas de la Comisión Europea con la línea de acción de la OTAN —una suerte de simbiosis— está terminando por privar a toda posición contraria de su carácter genuino. Casi cualquier idea que discuta el marco de actuación euroatlántico es catalogada de ultraderechista, populista o, directamente, de prorrusa, con independencia de su verdadera adscripción ideológica.

 

El crecimiento electoral de partidos euroescépticos y de derecha radical tanto en Austria, Francia o Rumanía se equipara a la irrupción de nuevos partidos de izquierda en Alemania, por ejemplo. Los encuentros en Moscú del presidente húngaro, Viktor Orban, y del primer ministro eslovaco, Robert Fico, con el líder ruso, Vladímir Putin, despiertan inquietud en la UE.

Un manto de sospecha se cierne sobre unos y otros, etiquetados del mismo modo, aun cuando les mueva la defensa de seguridad energética de sus países o la intención de auspiciar el fin de las hostilidades en Ucrania.

El efecto contraproducente en las economías europeas de la política de sanciones a Rusia y el rechazo a contribuir a una escalada sin precedentes del gasto militar en la UE —que tiene como consecuencias el adelgazamiento del Estado del bienestar— obtiene como resultado una insatisfacción social que los partidos hegemónicos desatienden. El riesgo de una guerra a gran escala en el continente europeo producto de las políticas euroatlánticas alimenta un temor creciente en las sociedades europeas que mina la confianza en sus élites dirigentes.

Al contrario, el horizonte de un acuerdo de paz en Ucrania ejerce un efecto de alivio, la esperanza de que la estabilidad regrese y que la pertinaz crisis acabe. Alemania, con su economía seriamente dañada y su seguridad energética en permanente desafío, es el caso sintomático por excelencia.

En esta situación ganan adeptos las formaciones políticas de distinto signo que discuten la conveniencia de potenciar la industria militar, que se oponen a seguir apoyando el esfuerzo bélico en el este de Europa y que no desean consagrar los sacrificios económicos a una pérdida de soberanía nacional en aras de un interés supuestamente común denominado «seguridad».

Aparece la transversalidad

En este contexto, por el que cualquier iniciativa de búsqueda de la paz o acercamiento a Rusia se le vincula con la extrema derecha, a Moscú se le acusa de buscar adhesiones en la UE dentro de este espectro político.

En realidad, la posición oficial de Rusia no contempla una limitación a marcos ideológicos concretos, sino que se busca una cooperación mutuamente beneficiosa con aquellas fuerzas que defiendan la soberanía de sus pueblos y se opongan al globalismo desenfrenado, con independencia de su signo político.

Al respecto, el politólogo Manuel Monereo destaca para Sputnik que las posturas en contra de la militarización de la economía, la expansión de la OTAN y de seguir armando a Ucrania son más amplias y transversales.

«No tengo ninguna duda, pero esta transversalidad tiene que ver con una contradicción previa: la crisis de la globalización junto con la crisis de la economía de EEUU», explica el experto, quien recuerda que la globalización ha arrojado «ganadores y perdedores» y que la izquierda no se ha preocupado especialmente de estos últimos, dado su alejamiento de los intereses nacionales.

«Se ha propiciado que la extrema derecha defienda a los grupos perjudicados por la globalización. Porque desde hace tiempo, la izquierda es globalista y ha defendido la globalización con toda su alma y prestigio. Y por eso lo pierde», afirma.

La cuestión es contradictoria, pues el resultado de la crisis de la globalización —que es también la crisis de la hegemonía estadounidense—, es que «EEUU es ahora enemiga de la globalización», cuyo marco aprovecha China «gracias a su potencial tecnológico y político».

La criminalización del discrepante

Poco importa que la defensa de soluciones pacíficas sea también transversal, ya partan de organizaciones pacifistas o de gobiernos como el de Orban. En la UE, la construcción de la paz se vincula con el incremento del gasto militar y no se ocultan los verdaderos intereses de la dirección política que auspicia tales decisiones.

«Los intereses estadounidenses y europeos se verían muy perjudicados [por el triunfo de Rusia]. No se trata de apoyar a Ucrania solo por generosidad», admitió a finales de marzo Josep Borrell, el entonces alto representante de la UE.

Tal objetivo, compartido por las élites europeas —sean conservadoras, socialdemócratas, verdes o liberales—, es ajeno al interés general de la ciudadanía. «Lo que antaño se llamaba izquierda y defendía los intereses de la clase trabajadora está ahora totalmente desdibujada», afirma el sociólogo Daniel Seixo, para quien solo queda un «socioliberalismo plenamente sometido al dictado de Washington» y alejado de la defensa de tales intereses.

«Por tanto, cuando son los intereses de Washington los que dictan las políticas de gran parte de la mal llamada izquierda europea, nos encontramos con que cualquier elemento que discrepe de la agenda estadounidense tiene que ser atacado con todos los argumentos posibles», asegura a Sputnik.

«Y en los últimos años, el argumento más manido es precisamente el de tildar de ultraderecha a todo aquel que se acerque a las posiciones de Moscú o que, sin acercarse a ellas, simplemente abogue por una solución pacífica al conflicto que sigue desarrollándose en Ucrania», añade.

«Es un constructo que hace la UE, conscientemente, con un objetivo central: demonizar como extrema derecha a todos los que no están de acuerdo con su implicación en el conflicto», ahonda Monereo, que recuerda que «prorruso» y «enemigo de tu patria» son las otras etiquetas que se imponen a continuación.

«El problema de fondo es que los ataques más duros contra Rusia vienen de la supuesta izquierda, que está en retroceso en todas partes», añade. A juicio de este exdiputado por Unidas Podemos (UP), el «discurso globalista» de la izquierda europea, como el procedente de los gobiernos de Pedro Sánchez en Españs u Olaf Scholz en Alemania, alimenta la confusión.

«Dicen que defender los intereses nacionales es reaccionario, nacionalista y de extrema derecha, porque lo progresista es la globalización», razona.

Pero hay excepciones. En España, Roser Maestro, abogada y diputada por UP entre 2019 y 2023, no solo no asistió en su momento a la alocución de Volodímir Zelenski en el Congreso de los Diputados por videoconferencia, sino que denunció su discurso públicamente, por establecer una comparación con el bombardeo de Guernica de 1937.

«Fue absolutamente escandaloso y una aberración, un insulto al bando republicano y a todos sus herederos», explicó durante el acto informativo Stop Rusofobia, celebrado a mediados de diciembre en Madrid.

El apoyo mostrado en redes sociales a las víctimas de la matanza de Odesa y a los partidos políticos prohibidos en Ucrania le costó a Maestro el señalamiento, amenazas e incluso increpaciones en la vía pública. Al ser cuestionada por Sputnik, si tal atmósfera podrá replicarse en un futuro cercano con respecto a China, la exparlamentaria confía en que las actuales «estrechas relaciones comerciales» lo impidan.

La incapacidad de la izquierda

La actual actitud de la izquierda europea contrasta con sus posiciones históricas. En España, por ejemplo, el motivo fundacional de Izquierda Unida (IU) fue precisamente su oposición frontal a la permanencia del país en la OTAN de cara al referéndum de 1986 sobre tal cuestión. IU es uno de los partidos que integran la coalición Sumar, que cogobierna el país junto a los socialdemócratas del PSOE.

«La supuesta izquierda en la práctica se ha convertido en una izquierda euroatlántica, incluida la izquierda española», sostiene Monereo, que explica la actual actitud de IU y Sumar por su «debilidad ideológica» y por estar «gobernando con el PSOE».

Esa vertiente euroatlántica de la que se ha terminado de impregnar la izquierda española explica que el Gobierno haya mostrado un apoyo sin fisuras a la OTAN en su implicación en Ucrania.

«Porque España se ha dedicado a fomentar la situación de conflicto, no a pararlo», sostiene Roser Maestro, que apunta como prueba la subida «escandalosa» y camuflada del gasto militar en los presupuestos generales del Estado de 2023. «Llega al 2,3% del PIB, mientras que el dedicado a la cooperación internacional apenas es del 0,34%, toda una declaración de intenciones».

«Mientras sigamos invirtiendo más en defensa que en cooperación internacional y mientras sigamos sometidos enteramente a cualquier tipo de dictamen de la OTAN y, por tanto, del imperialismo estadounidense, no solo no tendremos soberanía, sino que seguiremos rendidos a cada una de sus órdenes. Y entre ellas, en estos momentos, una guerra contra Rusia», concluye.

La incidencia negativa en las economías de los hogares y la pérdida de soberanía de los países de la UE acabarán por definir una «trayectoria muy corta», dado que cada vez más gente se está percatando de la causa del deterioro del nivel de vida, opina Seixo.

«La cada vez más temida sombra de un conflicto global, en el que la propia clase trabajadora sería carne de cañón, hace que cada día sean más los electores que prefieren a formaciones de un signo o de otro que busquen la paz en Ucrania», explica.

«Si no existe una izquierda real capaz de llevarnos a la paz, de defender la soberanía europea y de proyectarse como una esperanza para la situación socioeconómica, es probable que la ultraderecha empiece a recoger sus frutos», añade, al tiempo que califica de «distopía absoluta» que se tilde de ultraderecha cualquier opción que busque una solución al conflicto mientras «se aplaude al régimen fascista de Kiev desde los diferentes parlamentos europeos y se sigue armando a sus batallones neonazis».

Ante esta situación, Monereo señala que una parte de la izquierda ya está reaccionando, consciente de la pérdida de personalidad y tras dejar de ser un referente social importante. Pero lo hace dentro de unos «márgenes complejos».

«Por ejemplo, el fenómeno de Sahra Wagenknecht no se puede entender al margen de Alemania. Y el intento de reproducirlo en España es no tener en cuenta una cosa clave: que Wagenknecht es una respuesta alemana a una crisis de la izquierda alemana. Pero en el futuro, vamos a ver a una gran cantidad de sectores de izquierda resituándose. Y lo harán en un marco político nuevo, en temas centrales como el conflicto en Ucrania», concluye.

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