Nicaragua: el próximo objetivo de la prensa corporativa y el imperialismo estadounidense

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Juanlu González y Pepe Barroso (bitsrojiverdes.org).— Cuando Nicaragua anunció nuevamente su plan para construir el canal interoceánico alternativo al de Panamá, una oleada de indignación silenciosa recorrió los despachos de Washington, Wall Street y las oficinas de las grandes multinacionales. En este proyecto, respaldado por inversores chinos, se abre la posibilidad de cambiar radicalmente las reglas del comercio global y de desafiar la hegemonía estadounidense en la región. Lo que muchos ya preveíamos, y que tristemente no hemos tardado en ver, es el inicio de una campaña mediática y política sin precedentes contra el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que volverán a ser tachados de dictadores y asesinos en un intento desesperado por detener el proyecto.

 

En un mundo donde el poder económico y geopolítico gira en torno al control de los flujos comerciales, el canal de Panamá se ha mantenido como una arteria vital para el comercio mundial desde su inauguración en 1914. Sin embargo, su capacidad ha sido superada por las necesidades actuales de la navegación: los gigantescos portacontenedores que surcan los mares ya no encuentran suficiente espacio y calado en el canal. Aunque ha sido ampliado recientemente —por empresas españolas—, sigue sin estar a la altura de las crecientes demandas del comercio moderno. En este contexto, el anuncio del canal de Nicaragua aparece como una alternativa ambiciosa, que no solo busca resolver las limitaciones técnicas, sino también reconfigurar las alianzas globales.

La respuesta predecible de Estados Unidos

Estados Unidos, que tradicionalmente ha considerado a América Latina su «patio trasero», algo que no cesa de reiterar cada vez que tiene ocasión, no ha tardado en mover ficha. La retórica de la «democracia» y los «derechos humanos» vuelve a ponerse sobre la mesa, y la maquinaria de la prensa corporativa ya prepara el terreno para un asedio propagandístico contra el gobierno nicaragüense. Ortega y Murillo, que llevan años siendo demonizados por desafiar las imposiciones neoliberales en la región, serán convertidos una vez más en el eje del mal de Centroamérica en un intento de provocar revueltas internas que puedan llegar a convertirse en un golpe de estado blando tipo revolución de color que logre trocar el resultado electoral expresado en las urnas por el pueblo soberano.

No es difícil prever cómo se estructurarán los ataques mediáticos. Veremos titulares en los grandes medios que volverán a hablar de «autoritarismo», «represión», e incluso «crímenes de lesa humanidad». Los informes de las multinacionales del humanitarismo como Human Rights Watch y Amnistía Internacional serán dictados, amplificados y convenientemente alineados con los intereses estadounidenses, mientras que invisibilizan las sistemáticas violaciones a los derechos humanos cometidas por sus aliados en otros países. Nada nuevo bajo el sol.

De hecho, esta táctica ya ha sido probada antes. Recordemos cómo Venezuela, Bolivia y Cuba han sido y son denostados por desafiar el orden neoliberal y unipolar. Lo que Nicaragua enfrenta ahora no es original, pero sí es especialmente delicado, pues toca un nervio central en la geopolítica global: el control de las rutas comerciales.

El papel de China y el miedo a la multipolaridad

La participación de China en el proyecto del canal de Nicaragua es otro motivo de alarma para Estados Unidos. En un mundo que cada vez más se mueve hacia una configuración multipolar, donde potencias emergentes como China desafían la hegemonía occidental, el control de rutas comerciales se convierte en una herramienta de poder estratégico. El futuro canal nicaragüense, financiado y probablemente gestionado en parte por capital chino, representa una amenaza directa al dominio de Washington.

China no solo busca facilitar su comercio con América Latina y el resto del mundo; también busca demostrar que existen alternativas al modelo de dependencia impuesto por Estados Unidos. Un nuevo canal interoceánico controlado por actores distintos a los habituales supone una ruptura en el monopolio que Washington y sus aliados han ejercido durante décadas.

Trump y la amenaza al canal de Panamá

Mientras tanto, Donald Trump, a la espera de su próxima toma de posesión, no ha perdido la oportunidad de dejar clara su postura. Según declaraciones recientes, el exmandatario ha sugerido que Estados Unidos debería «recuperar» el control del canal de Panamá si el gobierno panameño no cumple con sus exigencias. Estas amenazas no son simples fanfarronadas. Trump, conocido por su enfoque agresivo y unilateral, podría estar sentando las bases para futuras acciones coercitivas en la región.

Esto plantea una situación paradójica: mientras Estados Unidos critica a Nicaragua por supuestas «violaciones de la soberanía», no duda en amenazar abiertamente a Panamá si este país no se pliega a sus intereses. Una demostración más de la hipocresía inherente al discurso estadounidense sobre democracia y derechos humanos.

El impacto en Nicaragua y su soberanía

Para Nicaragua, este proyecto no es solo una cuestión económica, sino también un ejercicio de soberanía. La construcción del canal representa una oportunidad para diversificar su economía, atraer inversión extranjera y posicionarse como un actor clave en el comercio global. Sin embargo, también expone al país a una mayor presión externa.

El acoso no se limitará a las palabras. Es probable que veamos un aumento de las sanciones económicas, el financiamiento de movimientos de oposición y posibles intentos de desestabilización interna. Estas estrategias, tristemente comunes en la región, tienen un costo enorme para los países que se atreven a desafiar el statu quo.

El papel de los medios alternativos y la resistencia popular

En este contexto, los medios alternativos y la resistencia popular desempeñan un papel fundamental. Es crucial que se cuente la otra versión de la historia, que se airee la intrahistoria oculta tras los hechos, que se denuncien las mentiras de la prensa corporativa y que se apoye el derecho de los pueblos a decidir su propio destino. Los ataques contra Nicaragua no son solo un ataque contra Ortega y Murillo, sino contra la soberanía de todo el pueblo nicaragüense.

Asimismo, la solidaridad internacional debe jugar un papel clave. Si algo hemos aprendido de las luchas de otros países en la región, es que la unidad y la resistencia son herramientas poderosas contra el imperialismo. El canal de Nicaragua es mucho más que un proyecto de infraestructura vital para el bienestar del pueblo de Sandino; es un símbolo de esperanza y de la posibilidad de construir un mundo más justo y equilibrado.

En definitiva, el anuncio del canal de Nicaragua marca el inicio de una nueva etapa en la lucha por la soberanía y la autodeterminación en América Latina. Aunque los desafíos serán enormes, también lo son las oportunidades. Frente a los ataques que seguramente vendrán, es crucial mantener la firmeza y recordar que los verdaderos enemigos de la democracia no son aquellos que desafían al imperio, sino quienes intentan imponer su dominio bajo el disfraz de la libertad y los derechos humanos. Nicaragua no está sola en esta lucha, su valentía es un ejemplo para el mundo entero.

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