Ivana D.C (Unidad y Lucha).— Una reacción en cadena contribuye y propicia el debilitamiento del status quo, y en el mejor de los casos su propia auto-deflagración.
El enorme potencial de cualquier mecanismo o fenómeno capaz de generar cambios cualitativos en dicho estatus desencadena a su vez nuevos escenarios en la vida política y cotidiana de las personas; deviene un rico laboratorio de fortalezas en el marco del porvenir de la clase trabajadora.
Resulta, cuanto menos, acuciante, la necesidad de especializarnos en descifrar y utilizar en beneficio de nuestra clase, las oportunidades que genere cualquier cambio de escenario, siendo el materialismo dialéctico, el marco teórico que nos brinda y acompaña, de forma certera, a dicho análisis, en el contexto histórico que nos ocupa; contribuyendo en la urgente pedagogía de toma de conciencia por parte de la masas, en la imperiosa labor de sortear, para luego combatir, de forma consciente, las no pocas fosas que depara el objeto del presente artículo, no siendo otro, que el oportunismo como dique de contención del necesario efecto dominó.
Oportunismo, entendido como actitud y modus vivendi de los gestores del Capital, el cual deviene en su respirador artificial y cordón umbilical particular, que les conecta sin fin con sus execrables hojas de ruta.
Pasto ideal de perros cortijeros y hienas famélicas de la debilidad ajena para convertirla en oportunidad de autosuficiencia; palmeros y detonadores de guante blanco del crimen organizado, postrados braceros del imperio que no precisan de amarres, ya que ellos solos se venden con la soga entre los dientes, siempre solícitos a los mandatos del Capital, independientemente, de la fase en la que se encuentre.
Una especie de hampa con aires circenses; cámaras aislantes de la acústica de la lucha de clases, esa fragua sin fin, ese ring de boxeo tan particular donde creen jugar sin ser vistos; prestidigitadores y trileros abyectos; cuyas mediocres, y cada vez, más obvias y trilladas malas artes, están condenadas a sucumbir ante la masa trabajadora, la cual tarde o temprano, responderá con contundencia, y no en las urnas, ante las sucesivas mofas e injurias a su condición de clase, siendo ya capaces de distinguir, la evidencia de la materia oportunista, anfibia y camaleónica que impregna el origen y fin de estos cadáveres políticos que venden a la fuerza de trabajo desde hediondas tribunas, llegando a adoptar, en su obstinada dinámica de vender continuamente su alma al diablo, los símbolos de lucha de los que nunca representaron.
Anclados en tierra de nadie, siempre entre dos aguas, queriendo estar en misa y repicando; huidizos, arrimados, una especie de todo terreno, que ya hace tiempo cambiaron de chaqueta, o simplemente le dieron la vuelta; accediendo a mudar de piel si fuera preciso, en una secuencia de intercambio de cromos con el Capital en pro de prebendas y de la toma de poltronas “por asalto”.
Rosa Luxemburgo ya analizó, a dicha “casta”, hábilmente en una de sus obras.
Desde luego, un partido burgués, es decir, un partido que dice sí al orden existente como un todo, pero que dice no a las consecuencias cotidianas de este orden, es un híbrido, una creación artificial, que no es ni pez, ni res, ni ave.
Quienes nos oponemos al orden actual entero, vemos las cosas de manera muy diferente.
En nuestro NO, en nuestra actitud intransigente, se encuentra toda nuestra fuerza. Es esta actitud que nos vale el miedo y el respeto del enemigo y la confianza y apoyo de las masas…(Fragmento de “El oportunismo y el arte de lo posible” Rosa Luxemburgo (1898).
Esta fuerza, a la que hace referencia una de las imprescindibles, resultaría ser, aquella capaz de generar el efecto dominó, pese a las numerosas dificultades y obstáculos que genere el sistema. Siendo apremiante la articulación de un ineludible e imprescindible amplio frente de masas por el Socialismo, aglutinador de una poderosa herramienta como es la conciencia de clase, en los diferentes contextos donde ésta nazca y se desarrolle; capaz a su vez, de desmantelar y recolocar si cabe, las piezas del grotesco y sanguinario dominó, que los distintos mercenarios y socios necesarios del Capital, sostienen.
Una estructura en cadena que se ofrece falsamente impenetrable y que en realidad, esconde en sí misma numerosas fragilidades intrínsecas, que dándose las condiciones subjetivas, por parte de nuestra clase, la conducirían a inmolarse fruto de su propia barbarie; pareciera tratarse de un cáncer en fase metastásica, que aparece y desaparece como el Guadiana, pero aun así, la incombustible lucha de los pueblos, entraña su incuestionable capacidad para hacer sucumbir este castillo de naipes, construido sobre la muerte y asfixia de los pueblos.
Urge sin medias tintas ni paños calientes, desenmascarar las tácticas de aquellos y aquellas que amordazan con fuerza a nuestra clase, los cuales cada vez menos, se esconden a la hora de aplaudir y arrodillarse ante cualquiera de sus correligionarios.
Palestina, Siria, Ucrania, Yemen, Sáhara Occidental, Cuba… son sólo algunos ejemplos, pero en multitud de rincones del mundo resuenan los influjos de los tentáculos de sus obscenas agendas políticas, y como no también, en el mal llamado “primer mundo”, en nuestros barrios de extracción obrera y popular. Dichas agendas huyen descaradamente de las necesarias y acuciantes alianzas con los pueblos.
Las hordas oportunistas pasan a alistarse cual autómatas de última generación, en las trincheras del colono, del opresor, del nazismo armado hasta los dientes, guiados por los dueños del “Cortijo” al cual se entregan ya que constituye su seguro de vida, no hay vaselina suficiente para amortiguar tanta entrega, esconden el fraude y la traición en sus entrañas, no hay reformas ni migajas que palien su torrente de indolencia hacia la clase obrera, vilipendiada y reconducida por estos a un erial de silencio y de demencia colectiva.
Las políticas lacayas del imperio, a todos los niveles, siguen constituyéndose, sin rubores, como el gran fuelle, que oxigena y azuza la brutal virulencia del bloque imperialista.
En lo concreto, a estas alturas de la película, resulta imposible camuflar la fiel complicidad del “gobierno más progresista de la historia” a los dictados de éste.
Los “representantes del pueblo” parapetados en la narrativa de la equidistancia y las terceras vías; anclados, en la cada vez, más obscena, e intolerable mofa, hacia los pueblos que resisten. Pero como no podía ser de otra forma, surgen las contradicciones. El mismo pútrido y decrépito sistema que les da vida, comparte con las hordas oportunistas su misma gran debilidad, y es que ambos están condenados a ser heridos de muerte, y los pilares del sistema caerán, cual piezas de dominó.
Pero para ello resulta crucial el papel histórico del sujeto revolucionario organizado y en lucha.
¡Sin revolución no hay cambio!
¡Seguimos!