inSurGente. – En el maremágnum de la política, no se le debe exigir a la gente llana (como a menudo se hace) un refinado rigor ideológico; bastante tienen con trabajar y llegar a fin de mes. Sin embargo, a quienes se reclaman de izquierdas o antiimperialistas sí se les debe pedir coherencia, honestidad y un mínimo de decencia. Entre las vulgaridades más frecuentes en el discurso político de la «izquierda caniche» destaca el célebre «Chávez sí, Maduro no». Ya va siendo hora de poner en su sitio este irracional mantra.
En primer lugar, el gran Hugo Chávez gobernó en una coyuntura internacional mucho más favorable que la de Nicolás Maduro. Entre 2003 y 2013, los precios del petróleo alcanzaron un promedio histórico de 100 dólares por barril, lo que permitió una redistribución de la renta petrolera sin precedentes. Además, el auge de gobiernos progresistas en Latinoamérica brindó un apoyo sólido al proyecto bolivariano, desde Néstor Kirchner en Argentina hasta Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil (entre otros). ¿Y Maduro? Muy al contrario, heredó una tormenta perfecta: el precio del crudo se desplomó en 2016 a 27 dólares por barril debido a maniobras de la OPEP influenciadas por Estados Unidos para debilitar a Rusia y Venezuela. A esto se sumó el bloqueo económico más brutal de la historia reciente, que ha confiscado más de 630.000 millones de dólares en activos, reducido en un 99% los ingresos en divisas y provocado una crisis humanitaria artificial e inducida. Por si fuera poco, parte de la izquierda latinoamericana, antaño aliada, se volvió cobarde y dio la espalda a Venezuela, como el presidente brasileño Lula da Silva.
A pesar de todo, la Revolución Bolivariana ha resistido e incluso logrado avances notables. Bajo el liderazgo de Maduro, se han entregado más de 5 millones de viviendas a familias trabajadoras a través de la Gran Misión Vivienda Venezuela. La economía creció un 6,1% en 2023, mientras que la inflación se redujo de manera significativa y la producción petrolera aumentó un 5% en octubre de ese mismo año. Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) han garantizado el acceso a alimentos para millones de familias, desmintiendo el relato apocalíptico occidental. Las comunas y consejos comunales se han consolidado como espacios de poder popular efectivos, mucho más avanzados que el modelo burgués de «democracia», en el cual votas un día y luego te pisotean durante cuatro años. Democracia es que el Estado te entregue una vivienda, garantizando tu derecho a la misma (como en Venezuela), no votar a muchos partidos que se apuñalan por un escaño pero luego sirven todos a los especuladores inmobiliarios, por culpa de los cuales casi todo tu sueldo se esfuma solo para ejercer el supuesto “derecho” a la vivienda (como en Occidente).
La izquierda occidental, en lugar de criticar a Maduro por no haber logrado desarrollar plenamente el socialismo —una tarea utópica que Chávez tampoco pudo conseguir, bajo el yugo de un comercio internacional dominado por el capital financiero occidental—, podría analizar su propia incapacidad para enfrentar al imperialismo (dañando, al menos, su imagen) desde las metrópolis. La tarea pendiente no está en Caracas ni en La Habana; está en París, Madrid, Washington, Londres o Berlín. ¿Cómo culminar la revolución en un pequeño país periférico del tercer mundo, si en la retaguardia (las potencias del centro del sistema) no hacemos nuestra parte?
Si ciertos sectores de la izquierda han decidido cambiar de chaqueta, que lo admitan con claridad, en lugar de esgrimir supuestos «déficit democráticos”. Los sistemas de participación popular de la Venezuela bolivariana, como las comunas, representan formas mucho más avanzadas y auténticas que las “democracias” burguesas occidentales, donde las decisiones fundamentales vienen determinadas por el mercado y el capital, quedando fuera del propio marco de la discusión política. Si la izquierda quiere dejar de parecer un gag de Miguel Gila y volver a pintar algo en el panorama político, tendrá que empezar por no compartir la definición de “democracia”… con el enemigo.
