Alina Perera Robbio y Laura Mercedes Giráldez (Granma).— A las puertas del Palacio de Miraflores el pueblo bolivariano recibió ayer a su presidente legítimo, Nicolás Maduro Moros, tras su juramentación para el periodo constitucional 2025–2031, en el salón elíptico del Palacio Federal Legislativo.
El Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz–Canel Bermúdez, acompañó al líder del bravo pueblo en la toma de posesión; el acto de reconocimiento como Comandante en Jefe, Reafirmación de Lealtad y Juramento por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), y luego, con los caraqueños aglutinados en las calles.
Compartieron además, ese histórico momento, los representantes de los Poderes Públicos y del Estado y el Gobierno, la Junta Directiva de la Asamblea Nacional y delegados de más de 125 países y organismos internacionales.
Para su tercer mandato, el Jefe de Estado juró «respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes de la República, y principalmente cuidar con lealtad y amor al noble pueblo venezolano en su camino para proseguir la prosperidad y la gloria», e insistió en que los próximos seis años serán un «periodo de paz, prosperidad, igualdad y nueva democracia». En ese sentido, se refirió a las Siete Transformaciones (7t), plan que permitirá que la nación se desarrolle «de manera multiforme, armónica y simultánea», hacia el crecimiento en todos los ámbitos sociales.
«Hoy más que nunca siento el peso del compromiso, porque el poder que represento, que me otorgan la Constitución y estos símbolos, no me los ha dado un Gobierno extranjero, ni un Gobierno gringo. A mí no me ha colocado como Presidente el Gobierno de Estados Unidos, no me coloca la oligarquía. Vengo del pueblo y al pueblo me debo en cuerpo y alma», remarcó.
En su primera alocución tras la investidura, recordó al Comandante Hugo Chávez, porque a él ha «jurado lealtad absoluta», la ha jurado a su «legado y sueños, que no son más que sueños de gigantes».
Al hablar sobre el pueblo venezolano, subrayó su «resistencia heroica, maravillosa contra todas las formas de dominación, contra todos los imperialismos». Ante ese pueblo, Maduro expresó: «Jamás los traicionaré»; e hizo hincapié en: «que nadie se confunda con el pueblo de Venezuela, que nadie se confunda con nosotros».
Si estamos aquí, dijo, es porque el Estado venezolano en su conjunto ejerció su derecho a la legítima defensa frente a una conspiración mundial pública del poder de EE. UU., y de sus satélites y esclavos de América Latina. Fueron esos adversarios –denunció–quienes convirtieron la elección presidencial de Venezuela en una elección mundial. «El pueblo de Venezuela le ganó al imperialismo y a su diplomacia de engaño», afirmó.
«No pudieron con nosotros», aseveró en claro mensaje a quienes están en contra del proceso bolivariano. Y resaltó que así será, porque no se trata de un hombre, sino de un pueblo que se crece, «porque somos ejemplo para el futuro».
La patria de Bolívar y de Chávez «le ganó al imperialismo y a sus engaños (…) Están derrotados el fascismo y la oligarquía. Somos guerreros y siempre nosotros venceremos en las circunstancias que nos toquen. No nacimos el día de los traidores y de los cobardes».
Así lo alertó el mandatario, quien reflexionó que ahora «el imperialismo se volvió loco, entró en una etapa de desquiciamiento». Precisamente, mientras tenía lugar el acto de toma de posesión, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro sancionó a ocho funcionarios venezolanos «que facilitan la represión y la subversión de la democracia por parte de Nicolás Maduro», explica el texto.
Estas nuevas medidas coercitivas unilaterales se suman a las más de 900 que ya la Casa Blanca mantiene sobre la nación sudamericana. Sobre ese criminal bloqueo y la actitud benevolente de Washington ante las acciones ilegítimas e ilegales de la extrema derecha venezolana, el mandatario significó que la juramentación no la pudieron impedir, y es una gran victoria venezolana, de los que quieren la paz.
Maduro dijo también que «nunca antes había visto una conspiración como la que estamos derrotando». En ese momento hizo referencia a los presidentes Daniel Ortega y Díaz–Canel, quienes –reconoció– lideran naciones que llevan décadas luchando contra la supremacía y las conspiraciones del imperio.
«Somos un proyecto histórico, democrático, eminentemente popular, que se fue conformando a partir de sucesos que cambiaron la historia de Venezuela a finales del siglo xx», definió Maduro Moros, y luego destacó que la ideología de la patria bolivariana no es importada, sino que nació de las raíces de las luchas.
Finalmente convocó «a todos los sectores económicos, políticos, ideológicos y culturales del país» a una gran jornada de diálogo incluyente, «para que avancemos juntos hacia una gran reforma constitucional», que democratice más. «Seguiremos derrotando a las corrientes negacionistas, con la Ley y la Constitución en la mano».
LEALES SIEMPRE, TRAIDORES NUNCA
Con la Banda Presidencial sobre su cuerpo, el Presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela estuvo al frente en el Acto con motivo del reconocimiento y reafirmación de la lealtad de la FANB a su Comandante en Jefe.
«No soy de la oligarquía ni acato órdenes del imperialismo», expresó este 10 de enero ante la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, ese bloque cardinal de una Revolución que las fuerzas de derecha no han podido derrotar.
Los cuerpos de la FANB se deben a la disciplina y obediencia absoluta para defender a Venezuela de los enemigos externos, y para construir con la Constitución una sociedad de hombres y mujeres libres, acentuó.
También el presidente estuvo junto a su pueblo en las avenidas, que el pasado 28 de julio lo eligió con votos que ratificaron la decisión de que Maduro conduzca a puerto seguro el rumbo del país.
Música llanera, popular, tambores, banderas tricolores de ocho estrellas, gente de bien de los 23 estados y de varias latitudes del mundo, celebraron en unión la entrada de Venezuela en una nueva etapa de transformaciones sociales.
El espíritu de la tarde fue el de la lealtad a la causa chavista y a las raíces ancestrales, y el de defender la patria ante las apetencias de quienes pretenden tener la supremacía del mundo. En más de un juramento quedó explícita la elección de preservar la paz y el futuro que la nación ha sabido construir.
